Capítulo 4

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ꟷ ¡No puedo creer que los hayan dejado entrar! ꟷBramó.

June caminaba de lado a lado de la habitación, sacudiendo sus manos y con una expresión de desconcierto puro. Estaba asombrada y no de una buena manera, estaba tan furiosa que le sorprendía a sí misma descubrir esa sensación profunda que le apretaba el pecho. Sabía que el fuego tenía algo que ver, el no poder controlarlo la estaba afectando de alguna manera, pero no podía echarle toda la culpa a su nuevo elemento. Incluso bajo la influencia del agua y la tierra se sentía enojada casi a punto de explotar, el fuego sólo amplificaba sus emociones.

Había sobrevivido al primer día de clases, para su buena fortuna no compartía más que una clase con Adrián, pero sí compartía todas y cada una de ellas con Asher Gunn. Los grupos eran pequeños, tan sólo unas diez personas y el muchacho se había asegurado de permanecer cerca de ella a cada paso que daba, la observaba con sus ojos color verde eléctrico, tan diferentes a los de ella y en su rostro portaba el fantasma de una sonrisa que la entumecía. Tenía cuatro clases cada día y un taller por la tarde, y en cada uno de ellos había estado presente como si estuviera acosándola. Sus sospechas tampoco pudieron disminuir al saber que Adrián De Rosas compartía todas las clases con Thomas –y estaba segura que lo había estado molestando porque cuando el castaño llegó, habló poco y nada- y que Chiara Gunn se encontraba también en los salones de Anna. Se sentía presionada de alguna manera como si esas tres personas estuvieran experimentando con ella y apostando para ver cuánto tardaba en explotar.

ꟷJune, tranquilízate.

Anna caminaba cerca de su amiga, recogiendo cualquier elemento de decoración que la castaña pudiera romper en su arrebato de ira. Sus manos estaban inquietas y ya había tirado al suelo un libro cuando caminaba sin cesar. Por fortuna la sala de estar era amplia y había lugar para moverse. Le tomaba veintitrés pasos llegar a la pared con el gran ventanal y otros veintitrés en llegar al balcón. Thomas se encontraba cerca, descansando sobre el taburete de la isla mientras devoraba un emparedado de pollo, ajeno a la conversación y perdido en sus propios pensamientos.

ꟷ ¡Son radicales! Son lo opuesto a nosotros y aun así los han dejado entrar. Sus ideas son sangrientas y egoístas, no deberías estar aquí ꟷexclamó y se giró para observar a su amiga.

Anna se corrió rápidamente de su camino y dejó caer con cuidado un florero de cristal finamente trabajado sobre la mesa del comedor para evitar que June se lo llevara por delante y lo volviera trizas. El departamento era un amplio piso con más de quinientos metros cuadrados pero parecía pequeño mientras June se movía por los ambientes. Tenía concepto abierto por lo que desde la puerta se podía acceder al amplio y luminoso living que se conectaba a su vez con un elegante comedor con lugar para doce personas y una amplia cocina de chef con gabinetes blancos y encimeras de mármol. A su vez, un pasillo pequeño al lado de la cocina llevaba a la lavandería y a un almacén que se encontraba casi vacío pues ninguno de los tres había hecho las compras. Si se avanzaba por el comedor se podía acceder a un estudio con puertas dobles de vidrio y amplias y altas estanterías repletas de libros, también se encontraría un amplio escritorio y sillones frente a una chimenea eléctrica. Un poco más allá, otro pasillo pero más iluminado y amplio con forma de C rodeaba el estudio y llevaba a las habitaciones y al baño principal. Habían cinco habitaciones en total: una para cada uno de ellos y dos de huéspedes, todas contaban con baño propio y un amplio vestidor.

ꟷ ¿Cómo estás segura? Sólo sabemos lo que nos han enseñado en clases y toda historia tiene dos versiones ꟷindicó la rubia para luego encogerse de hombros, restándole importancia a la situación.

ꟷMe basta con saber una sola.

Los radicales no eran amigos de su comunidad y no era una sorpresa para nadie, ni siquiera eran aliados. Los antrópicos se habían separado en el mil quinientos luego de una clara división de ideas: los conservadores, su grupo, querían mantener la alquimia como un instrumento para alcanzar el aprendizaje a la vez que respetaban los principios y conceptos de la naturaleza mientras que los radicales habían querido ir por más. Querían poder y admiración, querían que la población normal los conociera y les temiera, que se arrodillaran ante ellos y siguieran sus órdenes. No era de extrañar que los más temidos dictadores de la historia hubiesen salido de ese grupo. Era peligrosos y manipuladores, eran individuos sedientos de poder. Sus métodos eran sangrientos, los rumores llegaban a su comunidad incluso con el esfuerzo del Concejo para acallarlos. Ritos con animales, abusos de la técnica de transmutación para generar más y más riquezas y consumo del elixir de la vida como si fuera agua. Esas eran algunas de las prácticas que se desarrollaban con regularidad en ese círculo.

Sol de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora