❝ Min YoonGi era el típico chico popular, el chico perfecto para otros, el causante de muchos suspiros dentro de aquella universidad.
YoonGi comenzó a regalarle chocolates, JiMin los aceptaba gustosamente. Pero, ¿quién diría que tras de ese lindo g...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los pasos de YoonGi resonaban por todo el pasillo.
Las curiosas miradas de sus vecinos no se hicieron esperar, no le importaba las suposiciones que llegasen a inventar, tampoco es como que detendría su paso para explicarles el porqué de su apuro.
En su mente solo había una cosa, y pensarlo hizo que acelerara más su recorrido.
Podía parecer un completo loco estar corriendo por las calles, cruzando sin cuidado de una acera a otra sin revisar si transitaban automóviles.
Una sonrisa de oreja a oreja se presentó en su perlado rostro.
Frente a él estaba el conjunto de departamentos en donde vivía JiMin.
Emocionado, se adentró al gran edificio, siendo recibido por la chica de la recepción quien le atendió amablemente. Y con la autorización de ella, pudo dirigirse al apartamento que tanto buscaba.
Los números 414 se hicieron lucir colgados de la puerta. Con sus nudillos tocó la madera, no pasó mucho rato, cuando alguien la abrió.
Frente a él se encontraba JiMin, al parecer le había interrumpido su hora de descanso. El rostro de Park estaba levemente hinchado, sus ojitos se encontraban un poco cerrados, tratando de acostumbrarse a la luz proveniente del pasillo exterior.
YoonGi al verlo, se había quedado atontado, sus labios estaban entreabiertos.
¿Cómo era posible que aún en ese estado, aquel joven luciera tan encantador? Un completo ángel frente a sus ojos.
JiMin por su parte, se había sorprendido de ver al pelinegro ahí. No esperaba una visita de este.
El pálido se adentró al departamento cuando el menor se hizo hacia un lado, dándole el pase.
Al ver el enmarañado cabello que traía el más pequeño, decidió darle una pequeña ayuda. Aproximándose más hacia él, levantó ambas manos hasta posicionarlas en la cabellera azabache.
Con suma delicadeza tomó algunos de los mechones rebeldes y moviéndolos, los dejó a un lado, haciendo que quedaran de alguna manera, ordenados.
–Hyung. –Murmuró cabizbajo. –¿Qué está haciendo en mi departamento? –Inquirió una vez que el pelinegro se alejó.
–Ve a alistarte, tengo que enseñarte algo. –Soltó con alegría.
–Pero, hyung, es muy tarde ya, y afuera hace frío. –Un puchero se instaló involuntariamente.
–Con mucha más razón debes de abrigarte más. Vamos, vamos. –Apuró YoonGi, guiando al menor hacia su habitación.
Este último resignado, terminó por acceder, guardando silencio por unos segundos.
–¿A dónde me llevarás?
–No seas tan curioso, Park. Solo espera y verás.
–Pero a mí no me gusta las sorpresas. –Soltó en un pequeño berrinche. Pataleando el suelo débilmente.
