Capítulo Diecisiete

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— Hasta pronto, Blake — dije. 

Cuando lo vi introducirse a su departamento, me giré a mirar a Noah, quien seguía parado allí, de brazos cruzados y mirándome. 

— ¿Decidiste hacer caso a Sharon? — Bromeó. 

— ¿Qué? — Inquirí, confundida. 

Se separó de la puerta cuando yo me dirigí para abrirla. 

— Sí, eso de buscarte pareja — musitó, pero la broma ya no le salió como tal. 

Exploté estruendosas carcajadas. 

— Sólo salí a tomar un café con mi vecino para conocerlo mejor — expliqué —. Eso no tiene nada que ver con los planes macabros de Sharon. 

Él río. 

— ¿Con que son macabros? Se lo voy a decir, te acusaré — bromeó, divertido. 

— No hace falta, ella lo sabe — abrí la puerta y Noah se introdujo detrás de mí —. ¿Si sabes que Sharon llega hasta las ocho verdad? — Dije, sarcástica. 

— Lo sé, pero es que no tengo mucho que hacer y es mejor pasar el rato aquí mientras que la espero. 

— Bueno, es agradable tenerte aquí mientras que llega — pensé... esperen, esperen, no lo pensé, ¿lo dije?

— Gracias, qué linda — musitó y en ese momento di gracias de encontrarme de espaldas puesto que todo el color se me subió al rostro —. Mañana saldremos todos, así podrás conocer a mi hermano, Jay, ¿lo recuerdas? — Dijo, totalmente ajeno al caos que estaba habitando en mi interior debido a sus palabras. 

— Emm... sí, estoy emocionada — farfullé. 

— Jay también.

Así, planeamos lo que sería el día de mañana y estar a su lado lo funcionará cada vez más cómodo y magnífico. El tenía ese raro poder para maravillarme, dejarme sin el habla o adivinarme los pensamientos a veces; era simplemente sensacional y la fierecilla se regocijaba llena de felicidad; pero sólo hasta que llegaba Sharon, porque luego, al verlos reírse el uno con el otro y llamarse "amor" esta empezaba a incomodarse y me hacía salir de la escena cursi que no queríamos ver ni ella ni yo. Porque empezaba a resultarme drásticamente incómoda.

— ¡Bestia, arriba! — Sharon tenía la costumbre de despertarme con golpes en la puerta, por eso era lindo que se fuera a trabajar.

Balbuceé entre la almohada y luego comprendí que los molestos golpes en la puerta no pararían hasta que Sharon me viera  con los ojos abiertos. Me llevé los puños a los ojos y comencé a tañarlos para desemperezarme, luego abrí paso a un bostezo grande.

Me paré con pereza y abrí la puerta, Sharon estaba en la cocina buscando algo en el refrigerador. Me miró. 

— Ponte algo lindo, algo verde, a Jay le gusta el verde — dijo.

— Estás loca — musité y me di la me di vuelta para vestirme.

— Si quieres gustarle a Jay, escucha mis consejos — gritó desde la cocina. 

— No quiero gustarle a Jay, ini siquiera lo conozco! — Me quejé, saliendo de nuevo de mi habitación; increíblemente asombrada del esfuerzo de Sharon por emparejarme. 

— Sólo vístete, ¿quieres? Ellos llegarán en cualquier momento. 

— Eres perversa — la fulminé con la mirada. 

— Pero así me quieres — me sacó la lengua y me vi obligada a reír. 

— Tonta — dije. 

Me vestí con una blusa azul turquesa y con unos jeans entubados, sólo por llevarle la contraria a Sharon. A los pocos minutos, oí el timbre sonar, y la fierecilla comenzó a saltar de un lado a otro cantando el nombre de Noah. 

Salí de mi habitación al oír el murmullo de las voces, y allí junto al ángel de oro, reposaba otro. Era muy parecido a Noah, sin embargo, su cabello era rizado, casi como el de Noah;  pero estos rizos se encontraban un poco más despeinados; su piel, casi del color de la de su hermano, hacía lucir sus ojos verdes, y cuando me sonrió, los pómulos se le elevaron notablemente. 

— Hola — musité. 

— _____, mira, él es Jay — me dijo Sharon, empujándome por el codo hacía el par de ángeles. 

Extendí la mano para saludarle y él respondió mi saludo.

— Hola — me dijo. 

No estaba muy segura, pero sintió dentro de mí como dos partes; una, atenta a Jay; pero la otra, atenta a Noah. Seguro la fierecilla estaba dentro de la segunda. 

— Bueno, ya que se conocieron, ¿a dónde vamos a ir? — Preguntó Sharon. 

— ¿Quieren desayunar en ...? — la voz de Noah habló por fin, y yo, completa, me perdí en ella. Dejé de oír entonces la conversación que tenían los tres, de hecho, mis ojos estaban tercos y dejaron mis otros sentidos inactivos, ya que ellos se aferraban a mantener la vista en Noah. 

Los labios de los demás dejaron de moverse, luego me miraron. ¡Reacciona! Me ordenó una voz en mi cabeza. Entonces mis sentidos comenzaron a activarse de nuevo. 

— ¡_____ ! — me sacudió a Sharon. 

— ¿Eh? — Musité, terriblemente desconcertada. 

— ¿Que si quieres desayunar pizza? — Me preguntó. 

— Amm ... sí — dije. 

¿Cuánto tiempo me he estado hablando? 

— Vamos, entonces — concluyó Noah. 

Nos dejaron pasar primero y luego, en la Hybrid de Noah nos dirigimos a un pequeño
local de pizza, que desprendía el aroma a salsa abarcando alrededor de unos tres metros y medio. 

Nos sentamos en una mesa, Noah y Sharon en un lado y Jay y yo en el otro. Ambos enfrente de ambos. 

— Pidamos la pizza típica, para que _____ pueda probarla. Apuesto a que jamás ha probado una hecha en Italia. 

— Eso es obvio, Sharon, ya sabes que no — dije, riendo. 

Luego de unos minutos, la pizza estaba servida enfrente de nosotros; y el olor a queso y salsa se desprendía en cada movimiento mínimo de la pizza. Me sirvieron dos rebanadas, que inmediatamente me comí, ya que sabía delicioso; mientras que intercambiábamos la información típica de los que recién se conocen. 

Yo miraba a Noah sólo cuando nadie me observaba a mí, evitando ser descubierta mientras lo apreciaba en cada paso que daba, cada gesto que hacía y cada palabra proveniente de sus labios. Él era hermoso a su propia manera y ni siquiera se daba cuenta de eso.

El Manual De Lo Prohibido |Noah Beck|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora