CAP 1 - "Normal"

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"Normal"

Até mí cabello en mi usual cola de cabello sin verme al espejo. Estaba apurada, no tenía tiempo para revisar si había quedado decente, me preocuparía por eso más tarde. Metí el último libro en la mochila, la cerré y la coloqué en mi hombro acomodándome el suéter.

–¡SAIGE! ¡ESTOY A UN MINUTO DE IRME SIN TI!

–¡VOY! –Respondí al grito de mi tía apresurándome a bajar las escaleras del apartamento. Tenía derecho a estar molesta, íbamos tarde por mi culpa.

Bajé las escaleras corriendo.

–¡Aquí estoy, aquí estoy, aquí es...! –Callé cuando casi tropiezo y caigo de cara al final de esta, pero logré sujetarme del barandal.

–¡Por Dios, tesoro, ten cuidado! –Me dijo ella alarmada.

–Estoy bien, no pasó nada –Hablé rápido por la prisa que traía –. Lista, vámonos. –Me dio una mirada severa.

–No desayunaste. Otra vez. –Suspiré.

–Compraré algo en la escuela. Te lo prometo, ¿vale? –Me lanzó algo a las manos; un envase con, lo que supuse que era, un sándwich en su interior. Le di una mirada agradecida y lo metí en mi mochila.

Salimos del apartamento y usamos las escaleras para bajar al estacionamiento del edificio. Me apresuré a seguir el paso de mi tía para meterme en el honda e iniciar el trayecto hacia la escuela.

En todo el camino no dijo una palabra, se limitó a subir el volumen de la radio y permanecer en silencio, le seguí la corriente y miré por la ventana. Esperando que, tal vez, empezara con sus discursos matutinos sobre diversos temas –seguridad, que tenía que ser responsable y cuidadosa, seguridad, mis estudios y sobre todo, seguridad–, cuando no lo hizo confirmé que estaba mal. Era obvio que le ocurría algo, la conocía lo suficiente para saberlo a pesar de que intentara disimularlo.

Después de todo, solo nos teníamos la una a la otra.

Aparcó frente al instituto y esperó a que yo saliera, pero yo me volví hacia ella.

–¿Vas a decirme qué te pasa? –Le pregunté directamente.

Me sonrió.

–No es nada, cariño, tengo la cabeza dando vueltas.

–¿En qué? –Sí, era muy curiosa.

–Trabajo. –contestó simplemente.

Mi tía Phinie –diminutivo de Josephine que yo había aplicado desde los cuatro años– trabajaba en una unidad especial en una sede del gobierno. Yo no sabía que era, había intentado averiguarlo múltiples veces, pero con el tiempo entendí que tal vez era mejor ser ignorante sobre ese tema.

¿Por qué? Adivinen.

Nada más y nada menos que mi seguridad.

–¿Qué sucede? –Le pregunté. Suspiró.

–Nada, unas cuantas cosas que se nos han salido de las manos. –Me alarmé. No sabía nada de su trabajo, pero no era tan tonta como para no asumir que era algo importante, como para tener que mudarnos tan seguido y acabar en medio de una ciudad que pasara tan desapercibida como esta. Lo sabía, pero no se lo habría preguntado, e igual hubiera desviado el tema.

–¿Estás segura que no es nada? –A este punto ya me había empezado a preocupar ella. Sonrió con ese dejo maternal que había aprendido con el paso de los años.

–Tu tranquila, cariño, lo resolveremos pronto. –me ajustó el suéter y la mochila –Apresúrate, que llegarás tarde. Estudia mucho, y ten cuidado.

ORIÓN: La realidad del planetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora