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Desde que Angel había intentado ser ayudado por ese chico y sus amigos habían pasado ya varios días, días en los que Angel había seguido su vida cómo normalmente lo hacía, claro estaba siguiendo su tratamiento para dejar las drogas y aunque era duro realmente quería dejarlo, pues ya no le veía sentido a drogarse si aún así no podía escapar. Siguió con su trabajo en el estudio y en los clubes, pero ahora Valentino lo llevaba con él a sus negociaciones, y no sólo eso, sino que también le dejaba matar a quién le causara problemas, y así Angel entre el aroma a pólvora y la sangre que manchaba al disparar se podía sentir un poco más vivo, aquello le hacía sentir que era mucho más que un objeto de placer para Valentino y eso era todo el alivio al que podía aspirar. Pues sabía que si quería conservar esa calma que era cómo un dulce pero torturoso bálsamo debía seguir cumpliendo cada uno de los caprichos de ese maldito, hacer todo lo que Valentino quisiera en el momento que lo quisiera, tal cómo ese infeliz solía decirle, si lo mantenía contento era siquiera ligeramente menos cruel, era un trato ridículo, sacrificar cada día lo que quedaba de su despedazada dignidad para ganar unas pequeñas migajas de calma, pero era todo lo que alguien cómo él podría hacer, alguien que vivía para ser utilizado, eso era todo lo que conocía desde hacía mucho tiempo, y sabía que un día sería desechado al ser puesto bajo una lápida que pondría el punto final en su triste historia.

Los días continuaron su curso, Angel hablaba más con Cherry y aunque se esforzaba en gran medida por tratar de olvidar al castaño y sus amigos por alguna extraña razón no podía, en esos pequeños momentos que tenía a solas y en calma recordaba el rostro neutro y sereno de ese chico, ni siquiera sabía su nombre, pero aún así no podía sacarlo de su cabeza, esa bondad y calidez en su mirada eran algo tan nuevo para él, él que estaba acostumbrado a la mirada dura y rota de Cherry y a la suya propia tan cargada de dolor, fuera de eso miradas de lujuria y maldad eran todo lo que conocía, pero ese chico tenía casi un halo de luz a su alrededor, una bondad que casi se percibía en el aire, Angel no podía dejar de preguntarse ¿Qué hacía allí alguien cómo él? Era obvio que ese chico y sus amigos no pertenecían a ese barrio salvaje en el que vivían, los tres irradiaban fe y bondad, cosa que las personas que normalmente vivían allí habían perdido desde temprana edad, tal cómo él propio Angel lo había hecho hace ya mucho tiempo, ese chico tenía casi el aura de un ángel justiciero, un aura muy fuera de lugar en aquél infierno. Una tarde Valentino interrupió sus cavilaciones, pues entró a su habitación a decirle que el viernes iba a cantar en el club de jazz, Angel aceptó sin replicar pues realmente disfrutaba cantar y ese club ofrecía un ambiente mucho más tranquilo que aquellos en los que normalmente trabajaba, así que comenzó a ensayar con dedicación para dar una actuación perfecta y grata, eligió un vestido sensual pero elegante y optó por un look vintage para estar acorde al lugar y la situación. Entonces una vez listo todo comenzó, los acordes del piano marcaron el inicio de la canción que había elegido para abrir su repertorio, era una canción bastante linda y romántica, en un principio cantaba tras una pantalla para intrigar un poco a los presentes, pero luego la pantalla fué retirada antes de alcanzar la mitad de la canción, al suceder esto sus ojos vieron algo que él no podía creer, se trataba del chico del callejón, aquél que había intentado ser su salvador, su mirada pura y expresión serena lo atraparon por completo, el chico se veía diferente ahora, llevaba cabello rojizo, pero Angel supo que era él, pues su mirada y expresión no eran algo común de ver allí, estaba absolutamente seguro de que se trataba de su salvador y no podía dejar de mirarlo, era una fuerza casi magnetica que le hacía no poder dejar de mirarlo y a la vez preguntarse ¿Cómo lo había encontrado? ¿Acaso él sabía que cantaría allí esa noche? O tal vez sólo era una hermosa casualidad, cuándo los ojos de Angel se cruzaron con los ojos avellana de aquél chico simplemente ya no pudieron dejar de mirarse, perdidos en sus miradas, intentando escudriñar cuánto pudieran en ellas, así en ese momento todo desapareció, incluso su miedo, su dolor, tan sólo puso el alma en las palabras que ahora cantaba para él, únicamente para ese ángel entre el infierno. Tan entregado estaba en la canción que el final de esta le cayó casi de sorpresa, el público estalló en aplausos y arrojaron rosas al escenario, pero él pudo ver cómo el chico se quitaba la rosa roja de su solapa y la arrojó hasta él con un aplauso de pie, eso hizo que una suave sonrisa se extendiera por su rostro, sin embargo eso duró apenas breves momentos pues Valentino lo golpeó violentamente haciéndolo caer en el escenario, luego tomándolo del cabello con una mano y aún golpeándolo con la otra lo arrastró afuera y luego a la limusina, en esta Valentino comenzó a golpearlo sin piedad alguna, estaba loco de ira mientras decía:

"Castillos de Polvo" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora