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Era la víspera de año nuevo cuando todo comenzó a desmoronarse. Eran las cuatro treinta de la madrugada, estaba sentado en el sofá de mi casa en Inglaterra. Había traído a Taylor conmigo tres días atrás, y nos iríamos ese mismo día a celebrar el año nuevo en Estados Unidos. Ella caminó medio dormida en su pijama azul francés, y se sentó a mí lado. Lucía cansada, sus ojos estaban hinchados y sus ojeras se notaban bastante oscuras. La noche anterior había creído escuchar a Taylor llorar, porque por supuesto, no dormíamos en la misma habitación; pero toda sospecha había desaparecido cuando, al día siguiente, hicimos lo mismo que hacíamos todos los días: fingir ser felices. Y, en ese momento, lo descubrí. Me acerqué más hacia ella y la abracé. Apoyó su cabeza en mi hombro, y escondió su rostro en mi nuca. Sentía sus lágrimas resbalar por mi piel y caer en mi camiseta, pero la verdad no me importaba. Niña mimada, fue lo primero que pensé aquella vez, la primera vez, que la vi, el contrato será con la hija caprichosa de algún artista. El nudo jamás se desata. En ese momento sólo quise llorar con ella, y lo hice. Lo hice porque la comprendía, porque sabía lo que ella sentía en ese momento y lo que había sentido durante toda su carrera y parte de su vida. Sabía que después de un par de días más no podríamos vernos y hablar sobre el tema porque la gente colgaría títulos en sus revistas como "Harry Styles y Taylor Swift le dan otra oportunidad a su relación", sabía que éste sería otro nudo que jamás podría desatar, un nudo que quedaría amarrado a la cuerda de mi vida y que jamás olvidaría. Jamás olvidaría cómo ella me pidió tomar una fotografía en el sofá, una que tal vez ambos guardaríamos para recordar una corta amistad, porque realmente fue eso, una buena amistad que duró casi treinta días y treinta noches. Tomamos dos fotografías instantáneas, ambas eran en blanco y negro, y cada uno se quedó con una. Ella respiraba con nerviosismo, y mi respiración se unió a la de ella. Sabía lo que venía después, era inevitable. Las despedidas nunca fueron lo mío.

— No es la primera vez —susurró ella. Sabía que no era su primera despedida y no entendía por qué me decía eso.

— Taylor...

— Déjame hablar, por favor. —Suspiró ella y colocó una de sus manos sobre la mía. Asentí y cerré la boca por un largo rato— Todo este tiempo, puedo apostar, creías que era mi primer contrato ¿no es así? —Asentí nuevamente—, pero no lo era. Cada una de mis relaciones ha sido una farsa, y no puedo creer cómo el mundo se lo ha creído. Es decir, ¿no ven el sufrimiento de una persona en sus ojos? ¡Los ojos son las ventanas del alma y mi alma es una porquería! Estoy harta, Harry, no sabes lo difícil que ha sido para mí todo este tiempo. La verdad es que no tengo idea de cuántas relaciones he tenido, simplemente me pedían hacerlo y yo lo hacía. Pensé que estar en el ojo público sería divertido, que podría seguir siendo yo misma y disfrutar lo mejor de ambos mundos, pero al parecer la fama es caprichosa. —Hizo una pausa, y tomé de la mesa de café un vaso con soda que había estado tomando antes de que ella llegara, y se lo pasé.

— Taylor, sé de lo que hablas —aproveché a comentar, ya que ella no podría decirme que me callara mientras bebía—, sé lo que siente querer gritar que estás cansado, que no quieres seguir con eso más y que necesitas ser tú mismo por una maldita vez, pero no puedes. Estar en el ojo público es como entrar en una jaula de la que no tienes oportunidades de salir. La gente caminará a metros de ti mirando el fenómeno que eres y las cosas que haces, admirándote por tus trucos y rugidos, se acercarán a ti y envidiarán estar en la misma jaula en la que estás, pero jamás sabrán que eres tú quien envidia el estar afuera, cargando con una aburrida vida, sin contratos, sin cámaras, sin ser visto.

— Pero, al mismo tiempo, lo disfrutas —dijo ella, luego de su corta pausa—. Odias la jaula, pero no quieres defraudar a tus espectadores. Quieres que ellos estén orgullosos de ti, pero no porque seas egocéntrico, sino porque sabes que los haces felices, y porque necesitas que ellos sigan siendo felices. No podrías perdonarte ser la causa de su tristeza —asentí. No podía creerlo, realmente no podía creer que ésta chica, de quién había pensado las peores cosas, me comprendía—. El mundo está dibujado en blanco y negro ¿sabes? Pero nosotros en colores. —La abracé otra vez. Ella, definitivamente ella, era una amiga.

OUT OF THE WOODS [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora