Epílogo. 4. .-FINALLY CLEAN-.

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Las lagañas de mis ojos no me dejaban ver con claridad; ¿había estado llorando la noche anterior? Porque claramente no lo recordaba. Los pasos eran leves y silenciosos, no querían despertarme.

Mi cama era un total desastre. Las sábanas estaban desparramadas y sobre ellas estaban mis almohadas. En el borde, casi a punto de caer y estrellarse contra el suelo, estaba mi laptop y la copia de mi cd. Harry. Me recordé a mí misma que él no estaba en la habitación, y que estaba sola. No completamente, pero mentalmente.

Suspiré, y me coloqué de pie en silencio. Caminaba con mis manos hacia adelante, dispuesta a rasguñar, patear, largar puñetazos si fuese necesario. Los pasos seguían moviéndose de un lado para otro.

A medida que me acercaba a la pequeña habitación que había contigua al baño —la verdad es que no se me ocurría una buena idea para construir una habitación dentro de una habitación—, los pasos se escuchaban con más claridad. No sonaban como zapatos, como tacones, o zapatillas; sonaba como alguien descalzo caminando de un lado hacia otro.

Estaba junto a la puerta, a dos centímetros de ella, cuando se abrió. No grité porque no tenía voz, no la encontraba. Me quedé sin aire y di un paso hacia atrás, tambaleándome.

—              Oh, Taylor, ¿te desperté? —su voz sonaba suave. Sus pies estaban descalzos, como lo supuse, y llevaba un buzo suelto de algún equipo de béisbol que no identifiqué. Sus pantalones verdes no pasaban de la rodilla. Su pelo era un nudo dorado.

—              Dios mío, Sarah, casi me da un infarto. —Bajé mis brazos, y respiré tranquila. Ella sonrió y se acercó a mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi pequeño cuerpo.

La miré petrificada por un segundo, porque no acababa de comprender. ¿Por qué Sarah Hunt, una de las curvilíneas modelos de Victoria’s Secret, estaba en mi habitación? Era una de mis personas favoritas en el mundo, pero también lo era de Harry.

—              ¿Qué te trae a mi habitación de hotel, Sarah? —Le pregunté una vez que estuvimos sentadas en la cama dentro de la pequeña habitación. Había una maleta en un rincón, y un teléfono enchufado, supongo que recargando batería, en la pequeña mesa.

—              ¿No te alegra verme? —Su tono sonaba ofendido, pero su rostro reflejaba una sonrisa bastante amplia como para siquiera pensar que estaba ofendida.

—              ¡Claro que sí! Pero, mi pregunta es, ¿cómo diablos entraste en mi habitación?

—              Digamos que alguien abrió la puerta, y no fuiste precisamente tú en estado de sonambulismo. —Su sonrisa creció, abarcando casi todo su rostro. ¿Era eso posible? Dios, que inmensa sonrisa. Con ella decía tantas cosas, como, por ejemplo, que Harry abrió la puerta. Abrí mi boca para decir algo, pero la cerré nuevamente. No tenía nada que decir— ¿Tienes algo que comentarme, Taylor?

—              Nada que no sepas, Sarah. —Me defendí. Sarah, Michael y Kevin eran el pequeño círculo de amigos que teníamos en común con Harry. Eran los únicos que sabían lo que detrás del telón se ocultaba.

Así que, Harry. Había abierto la puerta de mi habitación a Sarah, pero no había rastros de él. ¿En qué momento de la noche se había marchado? ¿Era posible que hubiese echado a perder nuestra última oportunidad de hablar en privado? , me respondió la vocecilla que habitaba en mi cabeza, lo hiciste.

OUT OF THE WOODS [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora