Día tres.

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Cualquier persona normal disfrutaría como ganador una buena mañana de un normal sábado durmiendo hasta que el cansancio -real- de tanto dormir haga presencia y los obligue a levantarse, Serim no era la excepción ya que disfrutaba de quedarse dormido pasadas las 12 a.m luego de desvelarse el día anterior viendo películas hasta que su propio cuerpo cayera en un fabuloso sueño de arcoíris pero, como ya lo he dicho, su cariñoso amigo Allen no se asemejaba para nada a lo que Serim definía como "normal".

Ese sábado por la mañana Allen llegó contento para ver a su lesionado amigo, y hacerle divertir jugando con el uno stacko o con el monopolio pero, ya acostumbrado, tuvo que hacer notar su llegada haciendo que la puerta golpeara fuertemente la pared, riendo en lo alto al ver que Serim, debajo de aquellas sábanas que cubrían poco al frío que hacía por las noches, se había asustado pegando un saltito en su lugar, asomando su rubia cabellera en las fina sabana en un intento de buscar al culpable de su despertar tan descuidado, escuchando a Allen reír a lo lejos de su entorno. Si le preguntaban justo ahora qué manera de despertar prefería estando allí, respondería rápidamente que extrañaba los días primerizos en ese hospital donde Allen lo despertaba con sumo cuidado tratando de no hacer que brinque del susto para no mover su pierna y con ella su tobillo.

— ¡Seriiiim hyung!. —Regañó abriendo las persianas de un tirón seguidamente de haber abierto sin cuidado las blancas cortinas que llegaban hasta el piso, Serim cree profundamente que el enfermero que lo atiende y el hospital entero desean más que nadie que su tobillo se recuperé pronto y que se vaya, para no tener que temer por la personalidad desastrosa de Allen cada que tocaba algo en aquel pequeño espacio donde él yacía.

— Debería de personalizarle una alarma gritando para que despierte, ¡o poner la voz gruesa de Lee Félix haciendo la alarma para hacerlo estremecer!. —Sugirió pensativo, retirando con fuerza la sabana que Serim intentaba retener sobre su cuerpo y cabeza, fallando en el intento porque la fuerza de Allen iba y venía, y en ese momento le ganó por ser más persistente.

— Allen, te quiero pero deberías dejar de llegar temprano para levantarme. —El mencionado frunció su ceño y caminó hasta un lado de la camilla para presionar un botón rojo y así indicar que Serim ya estaba despierto, para que los empleados de aquella tarea se encarguen de llevarle el desayuno.

Porque Allen había insistido en que Serim no debía de moverse mucho de allí y, ciertamente, a los enfermeros la rara y bipolar personalidad de aquel castaño les ponía piel de gallina, estos eran pocos momentos en los cuales realizar lo pedido por el visitante les hacía salir con beneficio, pues Allen pagaba una pequeña cantidad al enfermero por realizar sus órdenes sin rechistar.

— ¡¡Qué!!, ¡pero si son las dos de la tarde hyung!. —Exclamó con sorpresa creyendo que su hyung le estaba vacilando.

— ¡No me culpes que aquí pierdo la noción del tiempo!. —Alegó cruzando sus brazos.

— Tiene un reloj por encima de la puerta, una televisión que comparte la hora en Seúl, ¡y su propio smartphone!, ¿qué le hace falta Serim hyung?. —Preguntó sentándose en el borde de la camilla, Serim pensando vagamente que estaba muy lejos de sus brazos.

— Tsk, sólo te pedí que dejaras de llegar temprano. —Rechistó entre dientes desviando su mirada de la molesta de Allen.

Unos toques en la puerta fueron los que distrajeron al pequeño Allen que saltó emocionado yendo directamente a abrir luego del segundo golpe, recibiendo la bandeja con el desayuno de Serim con una sonrisa amigable, enterneciendo el corazón de la chica que lo había traído hasta allí. Serim tosió falsamente y logró que ambos enanos salieran de su burbuja, también logrando que Allen se despidiera cordial de la chica y que cerrara de nuevo la puerta para no tener más interrupciones.

  一 Reposo.  一 «Sellen✓».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora