60 El chico gato

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Era tarde aproximadamente las doce de la noche, estabas cansada pero no podías dormir a diferencia de los chicos que con solo tocar sus camas cayeron rendidos, a puntillas y en silencio saliste del Departamento, la noche se sentía fresca y estaba ...

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Era tarde aproximadamente las doce de la noche, estabas cansada pero no podías dormir a diferencia de los chicos que con solo tocar sus camas cayeron rendidos, a puntillas y en silencio saliste del Departamento, la noche se sentía fresca y estaba sola un paseo era perfecto.

Comenzase a caminar hasta detenerte en un parque, te sentaste en un columpio y comenzaste a balancearte levemente, escuchaste un maullido y recordase a tu Bubli el cual también estaba dormido ahora en tu cama, seguiste los sonidos del gato y ahí estaba en un árbol comiendo en la palma de un ¿chico?

No te puedo llevar a casa amiguito, pero te puedo conseguir un hogar diferente, por ahora como. —esa voz. —Vamos.—lo levanto en brazos y se dio la vuelta asustandose con  tu presencia.

—Con permiso.—te ignoro totalmente.

—¿Chico gato? —él volteo, al parecer reconoció tu voz.

—¿Chica me van a matar?—asentiste.



Los dos estaban en un silencio, no incómodo era tranquilo, el gato descansaba en los brazos del chicos mientras los dos se columpiaban.

—¿Salvando a otro gato? —él rió.

—Me gusta ayudarlos, son seres indefensos que no le hacen daño a nadie y son lindos también.

—Tienes razón, no lo sabía, Bubli estaba muy inquieto cuando llegó, le costó mucho adaptarse.

—¿Bubli?—asentiste.—Muy original.
¿Supongo que no te mataron?

—Querian hacerlo peor cuando Bubli los hizo cambiar de opinión.—te miro sin entender. —Lo deje en el suelo mientras hablaba con Taeyong sobre la importancia de la adopción cuando se restrego en su pierna buscando cariño, no pudo resistirse.

—Nadie puede resistirse, son buenos amigos si no los haces enojar.

—Eso es algo que Yuta no supo y lo rasguño, miro con odio al gato durante días hasta que se le pasó y buscó su cariño ahora son amigo. —volvio a reír, la noche seguía tranquila y tu estómago rigió en ese momento la vergüenza se apoderó de ti. —Lo siento.

—No tienes por que hacerlo, te invitó una hamburguesa. —en cuanto dijo esas palabras tus ojos se iluminaron. —Vamos.

Nunca pensaste que en un futuro las cosas entre ustedes cambiarían.

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