Siempre he creído, y sigo creyendo, que la imaginación y la fantasía son muy importantes puesto que forman parte indisoluble de la realidad de nuestra vida.- Ana María Matute
Hermosa portada hecha por: @fxrnweh_l
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Shotaro y Sungchan se instalaron sin problema en el departamento y poco a poco se van adaptando a los gritos y desastre de los chicos.
Por otro lado a lo que todavía no se adaptan es al verte a tu manera y es que estando ya en el departamento en la comodidad de tu hogar estabas con Short y blusas de tirantes o a veces con camisas largas que cubrían tu short y ellos pensaban que no tenías nada de bajo.
—Haechan.—el mencionado que le enseñaba su habitación a Shotaro y Sungchan se sobresalto cuando entraste de la nada con solo una toalla que apenas y cubría lo más importante y con el cabello cubierto de pintura verde. —Te voy a matar. —él se rió y salió corriendo. —Maldito.—regresaste la mirada dentro de la habitación dándote cuenta de la presencia de Shotaro y Sungchan. —Hola chicos, perdón por eso, sigan. —saliste, el japonés solo se rió pero el coreano seguía en shock, nunca había visto una mujer con poca ropa.
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Más tarde en la cena y con tu cabello aún con teñido con verde y con Haechan con un hielo en el hombro todos comían en silencio tranquilo.
—Sungchan, corazón, me pasas la jarra.—era quien más cerca estaba, el levanto la mirada y solo se te quedó viendo. —¿Sungchan?—la bajo rápidamente sonrojandose.
—Toma.—fue Yuta quien te la tuvo que pasar al final.
—Oh...el pequeño Sungchan se sonrojo con Dan. Que tierno. —Johnny dijo.—Pero...¿por qué te sonrojas?
—Tal vez de que Dan llegó queriendo matarme en una diminuta toalla.—Haechan habló.
—Uy...y eso que no las has vis...—le metiste un manotazo a Johnny por lo que iba a decir.
—Lo lamento, corazón, tendré más cuidado.
—Esta bien, Noona, es tu lugar no tendrías porque tener cuidado.—dijo tímido.
—Oh pequeño pervertido la quiere volver a ver semidesnuda. —de nuevo Johnny habló ganadose otro manotazo de tu parte.
—No, no... —Sungchan dijo rapido aunque rojo.
—No le hagas caso, el pervertido es él.
El resto de la cena paso entre risas por lo que decían, mientras los dos nuevos miembros reían y entendían el porque su gran amistad, eran una familia y estaban felices de poder pertenecer a ella.
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