La mañana había empezado como cualquier otra. Aioros amaneció abrazado a mí, como si temiera perderme. Despertó y me besó con aquella sonrisa que desataba un fuego abrasador en mi alma. Como cada mañana, vi su cuerpo al vestirse y sentí que mi vida era perfecta. Había esperado toda mi vida por esto, por él, y al fin había llegado... Aioros me hacía sentir... Aioros me hacia vivir, sólo había espacio para él en mi universo.
Como cada mañana, se marchó con mi sabor en sus labios y la promesa de regresar en la noche. Mi sonrisa fue lo último que vio al salir del Templo... no necesitaba prometerme nada, yo sabía que regresaría.
Sin embargo, aquella noche fue diferente... Apenas si había oscurecido cuando lo vi llegar corriendo como un loco, con la euforia a flor de piel. Llegó hasta mí y me besó con tanta emoción que no pude evitar preguntar con la mirada qué había sucedido. Sus ojos se clavaron en los míos, y pude ver que brillaban de felicidad. Tomó aire y...
"La encontré"
Fue todo lo que dijo. La noticia cayó como una bomba en mis sentidos... no podía reaccionar. De repente me dí cuenta que lo estaba perdiendo. Sonreí para corresponder a su alegría y lo dejé partir rumbo al Santuario del Patriarca para informar tal acontecimiento...
Atenea había aparecido.
Aquella noche ya no regresó a mi Templo, y sentí mi cama vacía. Quién sabía si mañana volvería a verlo... Las lágrimas se agolparon en mis ojos, y lloré, después de tanto tiempo, al tener que admitir una verdad que había estado negándome. Kanon tenía razón, mientras ella gobernara, mientras fuera yo un Caballero y viviera a su servicio, jamás podría ser libre, nunca podría ser yo mismo y amar a Aioros.
El sueño me sorprendió aun con lágrimas recorriendo mi rostro.
*
Me desperté con un beso en el cuello. Sonreí, quizás si había vuelto después de todo. Me dí vuelta en la cama, sólo para encontrarme con una mirada semejante a la mía, cargada de ardiente deseo. Ares me estaba sujetando y me miraba con una sonrisa perversa adornando su rostro.
Una y otra vez sentí sus labios en los míos. Sus besos eran tan apasionados que me asfixiaban. Intenté en vano resistirme, estaba atrapado.
Pude sentirlo entrar en mí, robarse mi cuerpo como un vil ladrón, tomar posesión de mi mente, y luego... dejé de sentir, y too a mi alrededor comenzó a desvanecerse... perdí la noción de quién era y quedé inconsciente.
*
Desperté con un fuerte dolor de cabeza, y lo primero que vi fue a Ares mirándome a través de mis ojos. Su sonrisa en mi rostro desataba en mí olas de furia incontenible. Pero cuando intenté alcanzarlo, descubrí una pared invisible que me lo impedía. En vano la golpeé una y otra vez mientras escuchaba su burlesca carcajada, la maldita pared no cedía. Pacientemente esperó hasta que me cansara, y luego atravesó la barrera como si no existiera, para depositar en mis labios un último beso, y dejarme encerrado en aquel infierno. Sólo había una pregunta en mi mente, y era por qué... él la vio en mi rostro y cerró sus ojos, como si hubiese esperado aquel momento. Y luego, su respuesta, como un puñal en mi espalda.
"Tú ya tienes lo que querías. Querías alejarlo de tu mente, y te ayudé. Querías tenerlo y lo tienes. Ahora yo quiero cumplir mi deseo también. Deseo ser libre, tener un cuerpo para moverme entre los mortales, y que nadie gobierne sobre mí. Y ahora que tengo tu cuerpo, me encargaré del asunto de ser subordinado."
Y se marchó de mi Templo sin volver la vista atrás, dejándome en mi prisión de cristal, dejándome encerrado en el espejo.
*
Por la noche Aioros regresó. Ares estaba esperándolo para saciar su deseo de mí. Su actuación fue impecable, y Aioros no notó la diferencia... o no quiso notarla, ni aquella velada ni las que le siguieron. Todas las noches le gritaba inútilmente la verdad, él no podía escucharme estando yo atrapado en la cristalina jaula de Ares, y acabé por rendirme.
Aioros y Ares se marchaban por la mañana para regresar con la luna, a tomarse, a entregarse, a inventar un lugar y un momento en el que cada uno no era más que lo que el otro esperaba de él, frente a mis lágrimas que no cesaban de caer desde el espejo empañado por su pasión.
Los días fueron pasando sin que yo pudiera contarlos, y al tiempo, Ares pretendió regresar a Cabo Sunión. Aioros intentó disuadirlo, pero el hombre en mi cuerpo era como un acantilado, y sin importar sus ruegos, Ares no cedió. Pude ver el rostro de Aioros lleno de desesperación, lo asfixiaba la sola idea de perderlo, de perderme, y hubiera dado todo por poder quedarme a su lado, pero el espejo me separaba de él, y no podía encontrarme del otro lado. Ares lo consoló tal y como hiciera conmigo, y le juró regresar, aun sabiendo que no lo haría; y Aioros se marchó de Géminis para no regresar jamás.
Días después mi propia armadura vino a recoger el espejo en el que estaba encerrado. Aquella coraza vacía me llevó hasta el Templo del Patriarca, atravesando las 12 Casas. Pude ver a Ángelo, Shura y Afrodita luciendo orgullosos sus armaduras, a través de mi celda. Y llegué hasta el último Templo para encontrarme con mis ojos detrás de la máscara. Y entonces comprendí la verdad. Ares había matado a Shion, el hombre que tanto apoyo me había brindado, cuya sabiduría era mi fuente de inspiración, y motivo por el cual era yo Caballero de Atenea. Ares lo había matado, todo era mi culpa. Traté de no pensar en la expresión de aquel hombre al ver el rostro de su asesino... su alma jamás me lo perdonaría... y ahora, iba tras Atenea... Mi propia impotencia me dio rabia, me reprendí el no haberlo detenido, pero no podía hacer nada. Él tenía mi cuerpo, y yo... era su prisionero, cautivo en el espejo en el que debía ver reflejado mi propio orgullo.
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Encuéntrame del otro lado del espejo
FanficSaga regresa al Santuario para notificar la traición de Kanon. Allí deberá enfrentar sus viejos amores, nuevos miedos, y a cierto inquilino que mora en su cabeza. -Año 2005