Despertando en casa...

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Me duele la cabeza, intento levantarme, pero un dolor en mi mano derecha me detiene así que me vuelvo a acostar y observo una jeringa pegada a mi muñeca, sigo con la vista la delgada manguera y llego a una bolsa de suero colocada en la cabecera... ¿Qué rayos me pasó? ¿Por qué estoy aquí así?

La puerta de mi habitación se abre interrumpiendo mis preguntas no formadas.

—Buenos días —saluda mi mamá entrando con una gran sonrisa— Gracias a Dios ya despertaste, ¿tienes hambre? Iré a traerte algo de comer.

—Mamá —mi voz suena ronca y lo vuelvo a intentar —mamá ¿qué pasó? ¿Por qué...?

— ¿Por qué estás en cama con suero? —Termina ella mi pregunta y yo asiento— hija estuviste dos días inconsciente.

— ¿¡Qué yo qué!? —Mis ojos instintivamente se agrandan— ¡Pero regresé a casa! Entré por la puerta principal y estaban ustedes en... —mi madre al ver mi reacción se acerca a mi cama rápidamente y se sienta a mi lado.

—Tranquila hija, te va a hacer daño si te alteras. Te contaré —hace una pausa, respira profundo y suelta el aire lentamente— hija cuando entraste por la puerta te desmayaste, gracias a Dios el doctor Flands aún estaba aquí. Entre él y yo te subimos, el doctor te reviso, dijo que tenías un par de costillas lesionadas, no se fracturaron, pero están muy mal. Necesitas reposo, no sé cómo pudiste llegar hasta aquí con todos esos golpes, Flands dijo que habías tenido una alta producción de adrenalina y eso fue lo que te ayudó a moverte, pero... ¿Qué te pasó? Cuando anocheció y no llegaste creí que te habías quedado en la capital y llegarías en la mañana, pero no respondías tu teléfono móvil y en la mañana que Flands llegó a revisar a tu hermana le pedí que se comunicara con la botica para preguntar por ti. Cuando regresó nos explicó que en la botica le dijeron que habías ido ayer cerca del anochecer, que el dueño te vio dirigirte camino al bosque. Estábamos planeando que hacer para ir a buscarte justo en el momento que atravesaste la puerta.

El relato de mi madre ha traído los recuerdos del día anterior, el viaje, la tormenta, el barranco, la caída, cada golpe en ella y la pesadilla de la madrugada. Todo llega como un relámpago.

— ¿Cómo está Elsa?

—Bien, no te preocupes por ella cariño, ahora lo más importantes es que tú te recuperes, ahora mismo traeré tu desayuno.

Cuando mi madre sale me quedo completamente sola observando el techo de la habitación. Sigo sin poder creer lo que me pasó. Había escuchado miles de historias sobre algunas personas que quedaban atrapados en las ventiscas y morían por el frío o por las caídas, incluso a algunos ni si quiera los habían encontrado.

Minutos después entra mi mamá con una charola plateada— Necesitas desayunar para que te recuperes —me arrima un plato con caldo de pollo y un vaso con gelatina en trozos— intenta terminarte el caldo antes de comerte la gelatina ¿De acuerdo?

—Si mamá, gracias —me besa la frente y se dirige a la puerta.

—Le diré a Tiff que ya despertaste, estuvo pegado a tu cama hasta que lo mandé a dormir, ni siquiera ha querido ir a clases —sonríe y sale de mi habitación.

No sé qué decir, todo parece un sueño. El aroma del plato llena mi nariz y me doy cuenta que realmente estoy hambrienta. Desecho los pensamientos de lo sucedido y arraso con el caldo.

— ¡Abby! —Entra Tiff corriendo a la habitación justo cuando dejo el plato vacío y salta a la cama cayendo a mi lado atrapándome en un fuerte abrazo— estaba muy preocupado —solloza en mi oreja y lo único que logro hacer es abrazarlo con más fuerza.

—Estoy bien chaparro, no te preocupes —le digo después de unos minutos de un abrazo en silencio— ven, acuéstate conmigo —retiro las cobijas haciéndole espacio en mi cama.

LUNA LLENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora