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Había transcurrido una semana desde que el joven enfermero Kim Taehyung arribó a la vida de Don Joo, un anciano aquejado de su estado. El hombre había requerido de su ayuda en todos los sentidos posibles y le prometió recompensarle. Sin embargo, Kim no comprendía cómo el señor planeaba galardonarlo, pero con el descubrimiento de una gran cifra en un cheque rugoso y la llegada de un joven de mirada mefistofélica, lo supo muy bien y no quiso caer en tentación. Suponía aquel cheque una atribución a la herencia del desgraciado anciano solitario, quien se hallaba en una encrucijada constante acerca del sucesor. 

Un teléfono ensordecía cerca y el muchacho que se encargaba de llenar la bañera con agua se apresuró en contestar.

—¿Diga?

Una voz profunda y un bullicio resonó por la línea. Era un hombre, y trabajaba para la clínica a la que él servía. El hombre de tono ronco y casi desgastado le pedía llevar al tan mencionado anciano, pues debía someterse a exámenes y atención sin más prórroga. Le había recalcado lo necesario que era y el reproche que le vendría si no acudía como tal. 

Taehyung accedió.

Cerró el grifo de la bañera, agregó el hondo balde con agua caliente a la tina y se halló en la temperatura perfecta para regocijarse. Se dio media vuelta para dirigirse a la puerta del baño e ir en busca de su mayor, pero quedó estático al encontrarse con sus narices.

—Don Joo...

—Lo escuché todo —admitió, levantándose de su silla de ruedas con su bata bien puesta y el enfermero fue su soporte.

—Tenemos que ir, Don Joo —porfió.

—¡Tonterías! —alegó con señas despreciativas, recordando anteriores sesiones con diferentes profesionales en la clínica— Es una pérdida de tiempo. Después de todo, sé que me voy a morir. ¿Para qué asistir? 

—No, Don Joo, no diga eso —frunció el ceño, guiándolo a la bañera cálida y humeante—. Viajaremos hasta allá luego del desayuno. Es imprescindible —vio claramente como el mayor rodaba los ojos, burlándose como un mocoso aniñado y, por alguna razón, le recordó al antipático nieto. Suspirando quiso borrar todo ello y el rostro del otro hombre. Tendría que perder la paciencia algún día, pero esa no era la ocasión—. Ahora a la bañera.

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—Perdón la demora, viejo —este le sonrió mostrando la tierna dentadura, presentándose con pantalones holgados para dormir, una camiseta blanca y enérgico se acomodó al lado de su abuelo, quien tomaba desayuno—. Aún no me acostumbro al horario.

—No exageres, Diablillo. No es como si vinieras desde otro país —le revolvió los cabellos y Jungkook se había llenado las mejillas con tostadas—. Acostúmbrate, flojo. 

Taehyung servía el té, intentando esconder bien sus risas ante la vergüenza ajena, y Jungkook le echó la mirilla, haciendo el mismo gesto peyorativo que vio en su abuelo horas atrás.

Taehyung le entró una valentía como para dirigirle unas palabras.

—Jungkook —pronunció y este, despedazando una tostado, alzó una de sus cejas—, llevaré a Don Joo al médico en cuanto termine el desayuno —alcanzó a escuchar la maldición del anciano y respiró profundo; se hallaba rodeado de unos abstinados. 

—Para tu información, a mi viejo no le gusta desperdiciar su tiempo —le sonrió con sorna, sobando el hombro del mayor para pacificarlo.

Taehyung suspira. ¿Qué proseguía? ¿Rogar por su aprobación? ¿Por la de ambos? Su lógica terminó siendo la misma y se sujetó a la idea de llevarlo a un médico, como le era exigido. 

—Como sea —con un gesto de su mano dejó el debate en segundo plano y sorbió de su taza. El castaño frente a él estaba consternado, pues no acostumbraba a que le dejaran el triunfo de una disputa tan indiferente, y por ello apretó la mandíbula—. ¿Vendrás con nosotros?

—¿Ah? —volvió a poner sus pies en Tierra— No. Prefiero quedarme a cocinarles el almuerzo para cuando regresen.

—Hm... 

—Entonces cocíname unas papas fritas, Diablillo —se frotó con ansias ambas manos y sonrió como un pillo.

—Don Joo, eso es perjudicial para su colesterol.

—Bueno —su sonrisa permaneció en los labios—. Si muero, que sea de gusto y no de amargura, ¿no?

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Estaban claros: si llamaban al anciano, no significaba nada bueno. 

Al llegar a la clínica, les dejaron en claro que con los resultados de exámenes y variados análisis. A Don Joo le quebrantan por dentro haciéndole saber que su corazón desempeñaba solo un mísero veinte por ciento. Probablemente no le iba quedando mucho tiempo, y eso era devastador; más lo fue cuando el enfermero, con el corazón apretujado entre las manos, casi lagrimeando su sangre, le pregunta al anciano si pensaba en contárselo todo a su nieto Jungkook.

—No —respondió rotundo—. No lo haré. Solo quiero volver a casa.

Le dolió como estaca al pecho, y supo muy bien porqué el viejo Don Joo se negaba a indagar sobre su condición. Ya sabía la respuesta, y no necesitaba que se la restregasen en la cara.

Taehyung sintió arrepentimiento toda esa noche y no pudo dormir, removiéndose encima de todas sus colchas. Había metido la pata. Le faltaba el resuello de su entereza y se convirtió a sí mismo en un infeliz bajo la pura disciplina de laborar bien. ¡Hasta el mismísimo nieto desgraciado del anciano hubiese actuado acertadamente!

Salió de su habitación, odiando cada paso que daba. Se propinaba golpes en la pierna a modo de castigo y decidió ir en busca de agua fría para mojar su rostro. Mas este se deformó al presenciar el mismo espectáculo de todas las noches.

Por más que fisgonear fuese muy tentador, no giró a verle como un innoble. No tenía el seso ni el temple para tolerar el arrojo del otro, así que en cuanto se hubo adentrado al baño se mojó la cara. Sus sentidos habían sido amedrentados y el pelinegro recuperó parte de su brío.

Inhaló y exhaló, girando el pomo de la puerta y chocó con él, en bata. Y hubo silencio.

—Perdón —Taehyung pudo recomponerse prontamente—, pasa.

Le pasó de largo y dio unos pasos para alejarse de una buena vez.

—Tú sabes... —su voz le impidió cualquier movimiento y se giró por puro curioseo. Se encontraba de brazos cruzados, apretando los rebordes de las mangas y manteniendo la cabeza gacha, pero la mirada filosa como bisturí hacia él— Tú sabes que mi viejo tiene una fortuna en sus bolsillos.

Taehyung no iba a flaquear.

—Y a mí no me incumbe —giró con las intensiones de apartarse, pero la mano congelada del castaño en su muñeca le obstaculizó.

—No te hagas el necio —le ladró en la oscuridad—, sé que te encargas de las cuentas de mi abuelo.

—Y no te equivocas —se mostró tremendamente imperturbable, tal como un oponente ante el otro—, pero nunca planee aprovecharme de él. No está entre mis fines. Yo solo vine a hacer mi trabajo.

—Sí, y espero que eso sea lo único que hagas bajo este techo —le dio un brusco empuje para hacerlo trastabillar y desapareció en el cuarto de baño, dejando solamente su reciente presencia en la oscuridad y su cargante aroma a cigarrillos.

Taehyung comenzaba a razonar, recordó los sufrimientos del endeudamiento en casa y no podría esconder su verdad por mucho tiempo: él también anhelaba una fortuna como la del viejo.

herencia • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora