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Don Joo le había pedido al enfermero Kim Taehyung que fuese al mercado esa mañana. El mayor quería acabar con un lienzo que había comenzado la semana pasada, y requería de nuevas brochas. Taehyung estaba dispuesto a ir sin excusas, pues su trabajo era servirle, pero el nieto intervino en la responsabilidad.

—Yo me encargo —soltó.

—Pero, Diablillo, le había pedido a Taehyung que se ocupara —el anciano trataba de no agobiar a su invitado durante esos días.

—Yo iré. Me estoy yendo ya —agarraba su chaqueta y haciendo oídos sordos se esfumó de la casa. 

El enfermero le echó una mirada al paciente acomodado en su silla y notó su incertidumbre, su silencio y su pesar.

—Hubieran ido los dos juntos.

Taehyung arqueó un ceja al escucharle. No supo el porqué de ese parecer, pero el solo imaginarse la incomodidad de su cercanía y la interacción entre sus opuestas personalidades, le dio mala espina. Su mente regresó el recuerdo de la discusión de madrugada, y lo insolente que el castaño se había exhibido. 

—¿Discúlpeme?

—He visto cómo se miran —confesó escrutando los ojos de su joven enfermero—, y estoy empezando a pensar en que no congenian ni un poco.

Kim bufó entretenido.

—Yo no puedo asegurarle eso —admitió llevando su mano al negro cabello para echarlo atrás como de mala costumbre—. No conozco en nada a su nieto, ni él a mí.

—Sabes lo justo y suficiente —Taehyung parpadeó un par de veces, pues vacilaba de lo que su mayor le decía. No sabía mas que el reflejo de su carácter deslenguado y su obvia tirria. Él mentía si no sentía la ínfima gota de huroneo—. Escúchame bien, muchacho Kim —el anciano había tomado una postura severa y Taehyung tuvo que mirarle a los ojos—. Ustedes son las únicas personas a las que me aferraré hasta mis últimos días, y no quiero recordar una enemistad entre ustedes entretanto respire. En mi tumba solo quiero paz —Taehyung tragó duro y deseó verdaderamente que aquello que pedía fuese así de fácil como se oía, pero en la realidad, las cosas entre el castaño y el pelinegro parecían ir de mal en peor—. Óyeme —volvió a dirigírsele—, ustedes dos son los únicos que saben de mi bien escondida fortuna...

—Si cree que la anhelo intensamente, se equivoca —le cortó precipitado—. Eso solo le compete a seres de su sangre.

Don Joo sonríe ladino y trata de mal esconder su carcajada con su mano.

—¿Y será que Jungkook es de mi misma sangre...?

Lo dijo con artimaña. Taehyung lo supo.

El pulso del enfermero se desbocó y miles de nudos se originaron en su sesera. La frase pronunciada se repetía una y otra vez como disco rayado en su mente, y le enloquecía.

—Mi hija menor —el señor volvió a tomar el turno— siempre tuvo amores imprudentes de una noche, ¡y en cantidades! Pero nunca se intranquilizó con la chalada idea de quedar encinta... ¿Sabes por qué? —Taehyung no respondió; negó y el viejo regresó a sonreír con treta— ¿Te haces una idea por qué mi hija nunca pensó en las consecuencias de divertirse cada noche?

—No lo sé —musitó repentinamente intimidado. 

El viejo suspiró.

—Mi hija tiene ovarios poliquísticos —confesó—. No era apta para concebir hijos.

A Taehyung se le complicó el respirar y sus músculos tiritaron al recibir el impacto de la sorpresa. Se le vino la imagen de la cara del nieto y, por míseros segundos de su vida, sintió pena por él. Su origen había sido expuesto a la lumbre del día.

herencia • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora