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A Kim Taehyung no se le podía definir como a alguien afortunado; llevaba su vida hecha toda una desdicha. Desde que su hermana inmigró sin previo aviso, dejó atrás a su familia, sus colegas y sus deudas. Impuestos infaustos y arriendos perseguidores. Muchas personas tocaban a la puerta equivocada con intenciones de encararla, otras empresas llamaban a diversos e incontables números telefónicos, y un montón de cartas y facturas llegaban al correo. Mas ella era insufrible. 

Para desgracia de los Kim, los padres no contaban con los ingresos suficientes para zanjar las cuentas pendientes y dependían de los esfuerzos de su hijo mayor.

Kim Taehyung trabaja en una clínica como enfermero. Allí no destacaba demasiado, pero lo suficiente como para que el jefe no le tuviera una bronca. Su transparencia en el trabajo era su encanto. Habían días en la clínica que le ponía los pelos de punta, pero sus compañeros siempre valoraban cómo se sacudía el yugo y le alentaban. 

Muchas veces su trabajo se constituía de varios descansos. No habían muchos jornaleros en la clínica y, por ende, no copiosas cargas. 

Fue en uno de sus tantos recesos que recibió una oferta interesante.

—Oye, Kim.

Taehyung giró su cabeza para divisar a su jefe al lado. Se veía de buen humor, lo que aplacaba sus intrigas.

—Jefe. Hola... —dejó su videojuego a un lado y se echó el pelo para atrás, a pesar de llevarlo fijo con gel; era una costumbre— ¿Cómo va su turno?

—Estoy en eso, pero me han mandado a hablarte —se cruzó de brazos y del bolsillo sacó una golosina para comérsela—. Esto... —le costaba masticar y hablar al mismo tiempo. A él se le daba mejor manejar un bisturí mientras se mantenía cuerdo; qué ironía— Nos han estado llamando para reclutar a un enfermero.

Taehyung alzó una ceja y se levantó de la silla en que se acomodaba.

—Mm... —profundizó y se cruzó de brazos— Ya veo por donde va la cosa.

—Presta atención; esto es una ganga de las buenas —le sonrió y se frotó las manos—. Escucha bien, Kim. Don Joo es un anciano de setenta y un años, vive a una hora de aquí y requiere de un cuidado las veinticuatro horas del día.

—¿Por qué tan dependiente?

—Tiene una enfermedad terminal, es lo único que sé hasta el momento —le informó el mayor y luego de terminarse la primera golosina, sacó otra. Taehyung le hubiera reprimido aquello, recordándole de la diabetes que padecía como acostumbraba a hacer. Sin embargo, estaba muy perdido cavilando en la situación del anciano—. Pensé que el indicado para el trabajo sería yo mismo, pero dado a que mi hija tiene constantes horas al ginecólogo, no tendré ni siquiera un poco de tiempo para ver mi novela.

—Lamento eso, jefe.

—Da igual, me la he visto dos veces ya.

—Me refería a su hija —se rascó la cabeza y ambos rieron—. Si mal no recuerdo, me había contado de los problemas que tenía con su menstruación. Debe ser duro.

—Yo no lo sé; solo ella lo sabe —se encogió de hombros el mayor—. Ella es la que tiene ovarios, no yo. Ja, Ja —arrugó el envoltorio del dulce y se lo echó al bolsillo—. Pero ahora que lo mencionas, mi esposa dice que parece algo serio. Yo solo creo que se le atrasó el periodo, como a toda adolescente. 

—Yo... no sé mucho del tema, pero una amiga me dijo que aquello puede tener muchas causas.

—¿Cómo cuáles? —iba a sacar otro caramelo pero Taehyung se lo quitó de las manos y se lo empezó a comer— ¡Ey...!

herencia • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora