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Los huesos en la columna del anciano se mostraban espeluznantes mientras el enfermero se encargaba de limpiarle con la esponja. Intentaba que la espuma de las aguas cubriese esos estremecedores huesos que acentuaba su debilitamiento con el paso del tiempo. Refregaba porque cumplía sus deberes, refregaba para distraerse de la realidad y refregaba aún más para naufragar entre sus pensamientos: la confesión de Jungkook. 

Si el nieto estaba en lo cierto, el viejo era un infame, y le estaba empezando a creer.

—Me alegra que por fin te las hayas arreglado con los putos cigarrillos —Taehyung afirmó—. Ya me tenía hasta el colmo ese humo. De seguro te fue muy complejo discutir sobre eso con él —carcajeó, y al no oír respuesta de su enfermero, se extrañó—. Estás muy callado hoy, eh —Taehyung alzó su mirar—. ¿Te pasa algo?

No quería que el mayor pensara que se hallaba en un trance donde Jungkook abarcaba toda su clarividencia. 

—No, es solo que... —sus movimientos en la espalda acabaron y el anciano se giraba a verle con la ceja alzada— Usted está muy flaco. No era así cuando llegué —se excusó esperando a que se tragara sus justificaciones.

—Hablando de comer —cambió radicalmente de tema, como si ya todo se hubiese zanjado—, quiero que tú cocines de ahora en adelante.

Taehyung se levanta de golpe de la silla que lo acomodaba y el viejo le miró escéptico desde la bañera.

—¿Por qué? ¿Qué pasó con Jungkook? ¿No iba él a...?

—No, muchacho. Ya no —le cortó, parándose por sí solo de la bañera con su debilucho cuerpo y brutamente enrollándose en su toalla, cabreado—. Tengo un mal presentimiento —le miró a los desorbitados ojos y no tuvo pelos en la lengua al revelarse—. Conozco bien a ese mocoso, y sé que me puede matar.

—Don Joo, no piense así de él. Jungkook fue la única persona que se preocupó por usted desde que se enfermó, ¿no? —intentó intervenir, trabucando un poco con sí mismo.

—No te lo niego —abrigó sus pies en unas desgastadas pantuflas y suspiró pesado—, pero todos siempre quieren algo en recompensa, muchacho. ¡Ya ves! —estaba por abandonar a su enfermero al ser abierta la puerta, pero le dedicó unas palabras más antes de desaparecer— Tú, Kim Taehyung, eres distinto y eres bueno, y te estás ganando una gran parte de mi pobre corazón. Ya verás cómo te recompensaré —y se va.

Taehyung se había quedado solo en ese cuarto de baño, con los espejos y las ventanas empañadas, el sudor recorriéndole por la frente y una pena por Jungkook; él tenía razón. Él recibiría la herencia, no el nieto, y se lamentaba más al recordar por todo lo que tuvo que luchar el otro para hallarse dispuesto e inestable frente a la puerta de Don Joo, desde el primer día.

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Alguien tocó la puerta a eso de la tarde, y nadie sabía realmente de quién podía tratarse. Así que Kim se apresuró a atender servicial a los golpes en la puerta. Le había echado un ojo a Jungkook para cerciorarse de que contase con un atisbo del extraño, mas su pasmo solo lo traslucía.

Se abrió la puerta. El viejo paró en seco.

—Nomin —pronunció.

—Padre —saludó de mal gusto el sujeto.

Jungkook y Taehyung no sabían cómo reaccionar; habían flechas de fuego siendo lanzadas a través del campo de batalla, y ellos solo eran un óbice en esa contienda.

Solo anhelaban a que todo fuese en buena lid.

—Don Joo, Jungkook y yo nos retiraremos para que hablen de sus asuntos... 

herencia • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora