Es una promesa

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En cuanto se dieron cuenta de que el adivino había desaparecido, Ike y Zelda supieron que la profecía se había roto,  y que no había más que dejarse llevar por el destino que les deparaba a ambos.
Habían entendido que desde el primer momento o incluso mucho antes, estuvieron destinados a encontrarse y probablemente a enamorarse el uno del otro, Ike sería el salvador de la princesa  quién estaría condenada a una muerte segura a no ser que él apareciera en su vida.

-Ven Zelda, te ayudaré a volver a la tienda- afirmó Ike tomando la joven por los hombros y ayudándole apoyarse, le sorprendía ver como su a pesar de su tobillo lastimado, había conseguido llegar hasta ese sitio sola.

Con suma delicadeza y en silencio, el mercenario atravesó el campamento hasta llegar a la tienda de campaña, mientras caminaba con Zelda recibió las miradas curiosas de toda la compañía quienes apenas podían creer que los dos jóvenes, especialmente Zelda, estuvieran afuera a esas horas, al llegar, Ike colocó dulcemente a la princesa dentro de la tienda y la envolvió con algunas sábanas, debía cuidarla pues esperaba que se recuperará pronto de sus heridas... en eso estaba cuando la princesa Zelda posó su mano sobre la suya.

- Ike quería pedirte perdón...

- Zelda basta, tú no tienes que disculparte por nada- insistió Ike acariciando la mano de la princesa, pensaba en todo, en como  había arruinando cualquier posibilidad de vivir un amor tan grande...

-Tu salvaste mi vida y nunca pude darte las gracias, al contrario te culpe por lo que Marth me hizo y dudé de tu palabra... lo lamento- admitió Zelda, quien además se había desconcertado de que Ike no le hubiera mencionado que irían a Crimea cuando el plan era volver a Hyrule, pero ese sería un asunto a discutir después.

-No, al contrario yo fui el que tuvo la culpa de todo al mentirte y no tienes una idea de cuanto lo siento-
A pesar de que la castaña ya le había insistido en que dejara de culparse, para él, las cosas aún no estaban del todo aclaradas lo que hacía que se sintiera culpable. 

-Pero el adivino dijo que tus mentiras fueron clave para que la profecía se cumpliera... todo lo que debía pasar pasó ¿No es cierto? De no haber sido por ti, yo habría muerto.

-Princesa, perdóname, yo tenía que salvar tu vida- interrumpió el peliazul atreviéndose a verla a los ojos una vez más.

-Ya lo hiciste- suspiró ella. 

Ike meditó un segundo incapaz de dejar de mirarla.

-Es lo que aún no me hace sentido, como algo tan horrible como mis mentiras, abrirían paso a algo tan lindo como lo que tú y yo tenemos... quiero decir... lo que podríamos tener-
El mercenario hizo una pausa para mirar la reacción de la castaña.
Ambos sabían que tenían que hablar acerca del beso y acerca de lo que sentían el uno por el otro, pero al menos Ike no tenía idea como abrir esa conversación. Nunca había sido bueno con las palabras.

-Ike sobre eso...- murmuró Zelda bajando la mirada apenada. No sabía cómo expresar lo que sus sentimientos ya habían dicho.

Ike levantó la barbilla de la princesa provocando que de nuevo sus miradas se encontraran.

Afuera comenzaba a caer la noche y con ella, el inminente frío. La compañía de mercenarios se reunía en torno al fuego para calentarse. En su interior, cada uno empezaba a sospechar que algo raro estaba pasando entre Zelda e Ike aquel día.
Les alegraba de sobremanera saber que la princesa había despertado y que se recuperaba poco a poco, gracias a los esmerados cuidados del capitán y a la magia curativa de Rhys, así como al apoyo de Mist.

Sin embargo, aún debían aclarar las cosas con la princesa, disculparse por las mentiras, pues la culpa aún les carcomía en lo más profundo, tenían que pagar por sus errores y plantearle  Zelda la idea de viajar a Crimea para obtener la medicina que necesitaba; posteriormente, podrían esclarecer cual sería el rumbo que la compañía tomaría.
Se había acordado que escoltarían a la reina Elincia hacia su castillo, pues ella incluso estaba segura de que su esposo, el rey Greoffrey, les pagaría una buena suma de dinero si le ayudaban a ella y al bebé que cargaba en el vientre, a llegar sanos y salvos a su hogar. Sin embargo, la compañía no estaba del todo convencida, pues tras los hechos ocurridos con el secuestro de la princesa Zelda, ya no estaban dispuestos a aceptar dinero por cualquier trabajo.
A pesar de ello, confiaban en Elincia pues ya habían trabajado para ella antes y sin embargo, en esa fatídica misión había muerto Greil el antiguo líder y padre de Ike.
Debían meditar muy bien antes de tomar una decisión que afectará el rumbo que todos tomarían.
El silencio reinaba en la atmósfera, a pesar de que se sentían aliviados de que la princesa hubiera despertado, había mucha tensión en el ambiente.

Ike x Zelda "Bajar la guardia" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora