Caliente y Picante [KakaGai / GaiKaka]

Cita

Es la forma en la que se dobla su espalda lo que lo distrae. Son sus dedos largos en el suelo, la silueta de sus muslos, su cabello despeinado al frente y forma en la que sus brazos anchos y su abdomen se marcan a través de la ropa húmeda por el sudor hasta que parece una capa de pintura verde oscura pegada a su tonificado cuerpo.

Kakashi tiene que mantener los ojos saltando constantemente de su libro a la espalda gruesa y musculosa de Gai.

Él imagina cómo se sentiría esa piel caliente debajo de sus dedos, el sabor salado de su cuello contra su lengua, la textura de su ropa al rasgarla de un movimiento con sus dedos o sus afilados dientes.

Él sabe que no debería mirarlo tanto, no al menos en público ni de forma tan obvia, porque Kakashi podía perderse en esa silueta larga y cincelada de manos firmes capaces de construir y destruir el mundo a su alrededor con una facilidad engañosa.

Kakashi desearía que Gai mirara un momento en su dirección, que entendiera su suave guiño, que pudiera comprender el ruido enloquecido de su corazón y decidiera usar esas manos para otra clase de cosas mucho más interesantes que aplastar el pasto debajo de él.

Gai no se percata de su mirada, él sigue haciendo flexiones debajo del rayo del sol, feliz y emocionado, convencido de que se trata simplemente de una cita que tendría cualquier pareja normal.

Llevan largos meses saliendo, tiempo en el que Gai solo se ha dedicado a charlar y darse besos dulces como si la entrepierna de Kakashi no le pidiera cada media hora ir al baño para saciarse y realizar algo tan vago como la masturbación.

No, Kakashi no quiere esto, no quiere esas citas suaves donde Kakashi lee un libro mientras Gai sigue haciendo ejercicio a unos pasos de él.

Kakashi quiere que Gai lo sorprenda, que haga quinientas flexiones sobre él, ambos desnudos y apretados en la cama de su departamento, con las ideas perdidas y el libro Icha Icha tirado en el suelo como una imitación barata y aburrida en comparación a su forma bestial en la que le haría el amor.

Suspira contra sus fantasías, y casi puede ver esa misma ansiedad en la espalda de Gai, en el centro de sus omóplatos, en sus hombros rígidos y la tensión de su cuerpo apretándose con cada nuevo movimiento, invitándolo con cada pequeña sacudida sensual a acercarse y tocarlo finalmente con la punta hirviente de sus dedos y bajar por sus abdominales hasta que sus dedos se pierdan en aquel tesoro que oculta su pantalón.

Los pájaros cantan arriba cuando Gai suelta un ruido, un quejido satisfecho por el ejercicio que Kakashi asocia rápidamente a un jadeo ahogado lleno de placer.

Su boca se abre y se cierra cuando Gai se acerca, pero todo lo que puede hacer es sonreírle mientras cruza la pierna intentando ocultar su erección.

Gai se sienta a su lado en la banca, con el cuerpo humeante y los músculos vibrando debajo de las mallas que no le dejan aire en los pulmones o un misterio inquieto para sus fantasías en la soledad de su habitación.

Al final, Kakashi no puede hacer nada más que retomar su lectura y fingir que no está mirando el pecho firme de Gai.

El sonido de las aves vuelve arriba, sumándose a su tortura cuando Gai los imita y el ronco sonido de su voz se siente como una nueva provocación.