Parte 8

638 50 15
                                    

Antes de cerrar sus ojos vio el cristal destruido.

Antes de cerrar sus ojos vio morir a Valkyon.

Antes de cerrar sus ojos se marchó con la preocupación de qué pasaría con él... con Nervra.

La noche antes de la batalla habían hecho el amor como despedida, por si uno de los dos moría. Claro que se habían planteado esa posibilidad, no obstante, no habían pensado que uno, en vez de morir, podría correr con la suerte de dormir dentro del cristal para salvar a toda Eldarya mientras que el otro se quedaba allí suspendido en el mundo.

Erika lo pensó, en un microsegundo lo pensó. Mientras veía que el cristal daba su último suspiro ella pensó en no entrar, en quedarse junto a él, hacer el amor una y mil veces más, cuidarlo y amarlo hasta que el mundo acabara. Pero ella lo amaba realmente, lo amaba tanto que no podía ver un mundo en el que su amado sufría; se negaba a eso.

Juntó sus temores y miró a Leiftan quien le devolvió la mirada.

—Yo te sigo a donde tú vayas. —le dijo. Pero ella se sintió incómoda porque si ella escogía sacrificarse Leiftan también lo haría.

—No quiero que tú...

—Comparte esa carga conmigo. No te dejaré sola. —él le estiró la mano. Una mano tentadora que ella tomó con un poco de miedo, o quizás adrenalina, excitación, pues su futuro estaba dictado por lo desconocido.

Ingresaron juntos y se unieron al cristal que luego dejó de existir para convertirse en algo nuevo.

Dentro del nuevo cristal Erika pudo ver a Nevra llegar.

—Nevra... —murmuró despacio. —lo siento.

—Yo te sigo a donde tú vayas. Compartiremos juntos esta carga... no te dejaré sola. Lo juro... lo juro. —fue lo último que escuchó decir a Leiftan.

Ambos cerraron los ojos y durmieron abrazados por siete años.

Siete largos años.

Esperando.

Durmiendo.

Soñando entre los cálidos brazos del otro.

El cristal brilló y los aengels abrieron los ojos. Ya no estaban en la comodidad de ese sueño.

Cuando abrió los ojos estaba apoyada en el cristal dentro de una sala completamente extraña. Tenía frío. Estaba desnuda al igual que Leiftan.

Una mujer que limpiaba la sala salió corriendo en busca de ayuda en la enfermería.

Los vistieron allí mismo y los auscultaron.

Leiftan tomó su mano y la apretó con ternura, él sabía exactamente dónde estaba. Sin embargo, ella no, estaba perdida. Sólo esperaba una cosa, la llegada de Nevra.

Parte 8

Por un momento me sentí perdido, otra vez. Escondí mi cara entre mis manos asimilando lo que había pasado. Las miradas que antes habían estado sobre mí ahora se alejaban para acompañar y cuidar a los aengels. Después de todo, ellos eran las divinidades, las personas más importantes de toda Eldarya.

La única que se quedó en esa sala fue Karenn quien se me acercó. Me acarició con dulzura la mejilla y pegó su frente a la mía para darme aquella contención que yo necesitaba en ese momento, —quizás para ser una brújula pues yo, su hermano mayor, me hallaba perdido —pero me alejé bruscamente, no quería su lástima y aunque escuché que me llamaba yo no me quedé.

Vomité en el baño; mi estómago estaba revuelto. Enfermo, incapaz de quedarme a la vista del mundo ese día. Me sentía desnudo, la llegada de Erika había sacado a relucir los sentimientos que yo obstinadamente había tratado de esconder.

Cuando abro los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora