4. Un cálido amanecer

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Pasaban las horas, papá se desesperaba mientras más tiempo pasaba. Por fin, salió alguien de aquellas puertas de urgencias. Era el doctor.
-Hola, buenas tardes, ¿Es usted el señor Parker?- preguntó el médico.
-A sus ordenes, ella es mi hija, Lily...
-Su esposa está estable, por el momento. De haber llegado un poco más tarde, ella habría fallecido- dijo.
-¿Q..qué tenía?, doctor... - preguntó papá.
- Sobredosis, señor. Tuvo una sobre ingesta de pastillas- sentenció el médico.
¿Podemos verla?- pregunté.
-Por supuesto- contestó.

Caminamos hacia la habitación de mamá. Los médicos le habían asignado un cuarto, ya que necesitaban tenerla en observación por un tiempo. Estaba aterrada mientas más me acercaba, papá temblaba. Finalmente llegamos, la habitación 309.
Estaba despierta, mirando hacia la ventana, comenzaba a amanecer, era un sol hermoso, jamás había visto nada así, pero el silencio invadía el momento. Papá se sentó a un lado suyo, trató de tomar su mano, pero ella lo alejó. Él quizo abrazarla y ella le arrojó un control remoto a la cabeza. Salió de la habitación dejándome sola en mis pensamientos, con mamá, pero era lo mismo.

-Voy a morir, Lily- dijo.
-No, no será así, lo sé - contesté.
-¿Por qué mueren las personas más bellas, mamá?- pregunté.
No me contestó. Pasaron 10 minutos, suspiró, me miró, y dijo:

- Hija, cuando vas a un parque y ves unas lindas flores que quieres tomar, ¿cuáles tomas?- preguntó.
-Las más hermosas, supongo- contesté.
-Exacto, igual que dios- contestó.

Las lagrimas brotaron de mis ojos, no pude más y abandoné la habitación. Al salir, vi que papá regresaba, me vio llorando.
- Ve a la sala de espera, enseguida voy- me dijo.

-------------------------Perspectiva de Jim---------------------------------------------------

Entré a la habitación, y Sarah estaba volteada viendo el techo, me acerqué, pero no me miró. Me senté en la silla a un costado de su cama. Parecía molesta, desganada. Solo me enfoqué en observar su ser

-¿Por qué hiciste esto? ¿Es que ya no quieres vivir? ¿Qué hay de Lily?- cuestioné.
¡Cállate! ¡Déjame sola! ¡Soy patética! ¡No puedo estar con mi hija, no puedo aconsejarla, no puedo salir con ella sin que todos me miren! ¡No lo entenderías, estúpido!- me gritó.

-Sarah, basta, yo no decidí esto, la niña es importante, ella llora por ti, debes ser fuerte por ella, debes vivir. Tus palabras cortan como dagas en el pecho, yo quisiera ayudar, pero no hay mucho que pueda hacer. ¿Crees que no me siento mal? ¿Que no me siento inútil? Estoy perdiendo a la mujer que amo, y me siento impotente, pues veo a Lily llorar y mis fuerzas no son suficientes para consolarla.

-¡No la quiero dejar! Ni a ti... Te amo, Jim... - comenzó a llorar.
La abrace y lloramos. El médico llegó a la habitación y me dijo que debía dejarla descansar. Tomé a Lily y la llevé a casa. En el camino me dolía el alma. No podía dormir esa noche. Tuve pesadillas, donde monstruos trataban de llevarse a Sarah y a Lily lejos de mí. Me sentía mal, pero mi nena era la que más sufría. Aun con sus 14 años, no entendía por qué su madre hizo lo que hizo. Me sentía mal, no me sentía como un padre. Mi deber era proteger a los míos, y estaba fallando. Todo se caía a pedazos.

El secreto de la FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora