5. Lluvia Incesante

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Papá me llevó a casa, era de noche cuando llegamos. Me recostó en mi cama, me dio un beso de buenas noches y cerró mi puerta. Lo oí bajar las escaleras, también escuché que un vidrio se rompía, así que sigilosa y rápidamente me escabullí fuera de mi recámara y lo vi, tendido en el sofá, una botella de whisky rota en el suelo y una copa húmeda pero vacía en la mesa de centro frente a él. Estaba llorando.
Subí de nueva cuenta a mi habitación y le puse llave, tomé mi teléfono y le conecté mis audífonos, sonaba mi canción favorita, "You are Not alone" de Michael Jackson. La melodía de aquella canción era suave y dulce, la letra era bellísima, justo las palabras que necesitaba oír. El era mi ídolo, había ido a uno de sus conciertos en Estados Unidos, fue increíble, mágico.

Las horas de aquella noche eran tan lentas, que poco a poco fui quedándome dormida, con los arrullos de la tierna melodía de la noche, bajo la luz de la luna y las estrellas, en su manto me envolvieron. Pronto comenzó a llover, relampagueó y tronó, pero mi sueño no se vio perturbado por ninguno de aquellos hechos.

Amaneció; papá me dejó una nota en la puerta, no iría a la escuela, él tenia una junta muy importante en su despacho como abogado. Eso de no ir a la escuela no me agradaba, necesitaba a mi amiga, Kristine, con sus vastos consejos y dulce compañía. Pronto el recuerdo de el estado de mi madre en el hospital había regresado, así que bajé a desayunar, hice huevo y chorizo, con jugo de naranja y fruta. Después salí a la alberca, pero no me metí, era un día soleado, con pájaros cantando.
La tranquilidad del agua reflejaba la tranquilidad de mi ser en ese momento. Por fin decidí adentrarme al agua, estaba tibia, me puse a pensar.
"Nunca le he dicho que la quiero" "Nunca la he besado" "¿Qué sucede si muere y jamás se lo digo?", esos pensamientos golpeaban mi cabeza de adentro hacia afuera.

Papá llegó en la tarde. Abrió la puerta, su cara se veía desganada, decepcionado, triste, pero con la poca energía que le quedaba se acercó a mi.

-¿Qué tal el día, hija?- preguntó.
-Normal, pa. No hubo nada fuera de lo común- contesté.
-¿Comiste?- preguntó.
-Sí...
-Yo sé que prometí llevarte a comer, pero, creo que no se podrá. Veré que hay en la nevera para cocinarte- dijo.
-¿Y eso?- pregunté.
-Sólo ayúdame a poner la mesa, hija- sentenció.
-Bien- contesté.

Cocinó sopa de tomate, carne asada y una ensalada. Estaba rico, pero lo noté preocupado, aunque no me quiso decir cuáles eran sus motivos. Subió a dormir, me quedé sola de nuevo. Después de acabar de comer, lavé los platos y fui a dormir también.

En la madrugada, un ruido nos despertó a papá y a mi, era el teléfono. Llamaban del hospital, era un tal Dr. Thomas Wilson, quería vernos de inmediato.

El secreto de la FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora