Después de aquella fiesta llena de emociones, todos dejaron la mansión y quedaron solo los felices esposos y dueños de la casa, Yuma y Rin. Ambos se encontraban en su habitación hablando sobre lo que había pasado durante la velada, algo normal para ellos, pues su relación era tan profunda que hablar cada noche de su día a día era casi una necesidad.
— Len estaba completamente consumido por el cólera.— Mencionó la rubia con piel de porcelana, cepillando sus suaves cabellos con un cepillo de plata frente al espejo. Por otra parte, Yuma reía tras ese comentario, recostado en la cama mientras leía un libro al cual no le prestaba atención en realidad.
— No estoy sorprendido.— Admitió.— Miku es preciosa y más de uno ha deseado pedir su mano en matrimonio. Aunque no lo justifico, no es bueno estar consumido por los celos.— Ante esa frase dicha por su compañero, Rin volteó a mirarlo con sus ojos profundamente azules y una mirada algo decaída.
— Tienes buenos consejos, deberías seguirlos primero ¿No lo crees?.— Yuma miró a Rin sin saber qué contestarle. Sabía que, aunque los amores no correspondidos de ambos eran imposibles, Rin prefería centrarse en el del pelirrosa, pues Yuma era de lejos el que más sufría de los dos.
— No fue mi intención, pero escuché tu conversación en el balcón con el doctor Satoshi. Y creo que ahora entiendo porqué no te daba buena espina desde que lo viste llegar.— Rin puso delicadamente el cepillo sobre su tocador y caminó hacia la cama, sentándose al lado de Yuma, quien la miraba decaído. Ella tomó su rostro entre sus manos y le sonrió.
— Él no lo ama tanto como yo, Rin.— Mencionó él mirándola a los ojos, llorando por dentro. Rin acarició su rostro y le dio el consuelo que necesitaba con un abrazo suave.
— Lo sé. Siempre lo he sabido.— Rin sonrió con cierto dolor en su expresión, pues el dolor que sentía Yuma, ella lo sentía al doble. Lo amaba tanto como amaba a Len y verlo sufrir la destrozaba despiadadamente.
Yuma notó el dolor de Rin, algo que odió pues no se perdonaba hacerla sufrir. Yuma decidió sonreírle para que se calmara y después besó su frente.
— Pero la aparición de Satoshi no es algo que deba preocuparme ¿No? Piko jamás aceptaría a un hombre a su lado... Y si lo hace, preferiría que no fuera él.— Rin asintió, concordando con él en el hecho de que "no fuera él". Ambos tienen cierta sospecha sobre el Doctor Satoshi, incluso si Rin quiere pensar lo contrario, Fukase es lo suficientemente misterioso como para ignorarlo.
Decidieron pues, dejar la conversación para alejar la vibra pesada que se había formado en la habitación, y así poder ir a dormir en paz.
A la mañana siguiente sin embargo, Yuma no sabía que sería el primer día de un terremoto de emociones que dejaría consecuencias sin reparación.
Todo este desastre inició en la mansión Utatane, que estaba sola a excepción del joven Piko y Yuma, que lo había ido a visitar de sorpresa. Obviamente el albino se encontraba encantado de verlo ahí, siempre tenía algo nuevo que contarle por más irrelevante que a cualquier otro pudiera parecerle.
— He estado leyendo el libro que me diste. No suelo ser un fan de ese tipo de historias, pero esta me cautivó inmediatamente.— Yuma sonrió con cierto aire de victoria, pues escuchar eso lo hacía sentir especial incluso si era una tontería.
— Me alegra escuchar eso. Temía que estuviera tomando la decisión equivocada con ese libro.— Yuma recuerda cuando vio ese libro en la estantería, era como si desesperadamente lo llamara para ser leído. Piko le sonrió de vuelta.
— Lo que más me gusta es cómo tratan el tema de la belleza, el temor de no lucir siempre como en la pintura. No puedo empatizar con ese pensamiento, pero sigue siendo interesante.— Yuma se quedó con esa última frase plasmada en su mente "no puedo empatizar con ese pensamiento" tal vez era porque aún era muy jóven y la edad no cobraba el tiempo en su piel, pero sea la razón que sea, le alegraba que no pensara igual que Dorian Gray.
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«Asfixia» Primera Edición
FanfictionEn algún lugar de Europa, a las afueras de una agetreada ciudad, se encontraba una enorme mansión elegante y misteriosa; donde vivía el Conde Utatane con su esposa y su único hijo, Utatane Piko. Al ser su único hijo, él era su objeto más preciado. E...