Obsesión

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Piko

Era el día siguiente, en la tarde. Yuma se había ido debido a que me dijo que sino Rin se iba a enojar con él, así que lo dejé irse sin problema. Me sentía distinto, sentía como si viera todo de nuevo y eso me hacìa sentir feliz.

— ¿Está todo bien, mi señor? Lo... Lo noto en las nubes.— Preguntó Maika con una voz temblorosa detrás de mí, pero en ese momento no tenía mi morada sobre ella, pues estaba viendo por la ventana. Yo sonreí y me dispuse a contestar con honestidad. Me giré para verla.

— ¡Estoy enamorado, Maika!—

— ¿Enamorado, en serio Piko?— La razón de la voz temblorosa de Maika no eran simples nervios o frío, sino que eran por culpa del Doctor Satoshi. Ahogué un grito al ver el estado en el que estaba: Ensangrentado y derrotado, estaba temblando y sostenía una daga sobre el cuello de Maika.

— ¿Y qué tiene él, eh? Yuma está casado ¿Lo recuerdas? ¿Por qué él...?— El rostro de Fukase cambió abruptamente, mostrando un odio profundo.— ¡¿POR QUÉ ÉL Y NO YO?!— Su ira hizo que realizara movimientos abruptos, no me dio tiempo de reaccionar hasta que Maika estaba en el suelo, y aún así tardé un tiempo en procesar lo que había pasado. La sangre de Maika estaba en la daga y bañaba mi alfombra.

Mis piernas dejaron de responder en ese momento y caí al suelo, de repente sentía frío y calor al mismo tiempo, sentía un nudo en la garganta y no podía gritar... Tenía miedo...

— Pero... Este incidente no me detendrá.— Fukase caminó en mi dirección, el sonido de sus suelas repletas de sangre me daban ganas de vomitar. Cuando finalmente estuvo frente a mí intenté huir, aunque fue inútil ya que reaccioné demasiado tarde. Él me cargó entre sus brazos hasta afuera, y luego a una carroza, pero él no me soltaba ni aunque forcejeara con todas mis fuerzas. ¿Por qué no se desploma, si de por sí ya está malherido? Pero más importante ¿Quién está conduciendo?

Ni siquiera fui capaz de mirar, pues Fukase hizo que cayera dormido después de que pusiera algo en mi boca.

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Desperté solo sobre una cama mullida y grande, el cuarto estaba desgastado, la pintura del techo se estaba callendo y no parece haber sido limpiado más allá de la cama. Me levanté y de inmediato noté dos cosas: Estaba desnudo, y adolorido de... Toqué mis caderas, mis glúteos, y pude sentir líquido algo espeso ¿Acaso él, mientras dormía me hizo...?

Empecé a sentir náuseas debido a la desesperación y el asco que sentía, quería gritar, pero sólo empecé a llorar, solté lágrimas y ahogué mis sollozos. Quería salir corriendo pero mis piernas sólo temblaban y se negaban a responder ¿Qué haría Yuma si se entera de esto? Me despreciaría... Eso si en principio salgo de aquí.

Mi llanto fue interrumpido por el sonido de una puerta abrirse, y no tardé en notar que se trataba de la puerta de esta habitación. Tomé una sábana rápidamente y me cubrí, caminé de espaldas hasta una esquina y me quedé ahí, como si plantarme en ese lugar fuera a salvarme. En cuanto vi quién era, no pude creerlo. Era Fukase pero estaba sano, era más fuerte, era más moreno... Era...

— Piko... ¿Qué te ha hecho?— Abrí los ojos como platos, este Fukase no era el Satoshi que conozco, pero sé que era el mismo Fukase que fue a mi casa la primera vez que intentó asesinarme. Él entró a la habitación y yo me hice pequeño sobre mi mismo, sintiendo que iba a secarme de tanto sudor y lágrimas que estaba soltando.

Él se acercó y me abrazó, lo que me tomó por sorpresa. Dejé que me abrazara unos segundos, porque no quería moverme y tampoco me daba mala espina a pesar de la situación.

— Ven ponte esto, es algo grande así que te cubrirá. Hay que aprovechar el tiempo, Satoshi no está.— Él me dio una camisa blanca, enorme, seguramente era de él. Después me hizo ponerme de pie y empezamos a caminar con cautela hacia las escaleras. En ese momento me di cuenta de que la única habitación que parecía abandonada era en la que yo estaba, el resto de la casa parecía un lugar normal. O al menos lo parecía hasta que llegamos a la planta baja.

Noté que, apenas bajar las escaleras, había una macabra habitación llena de muñecas... Sentía como si en cualquier momento fueran a levantarse de lo reales aw se veían. Ver esa habitación me erizó la piel, pero no tenía tiempo para mirar pues debía salir de aquí.

Seguimos avanzando y llegamos a una habitación que era peor que la anterior: quedé boquiabierto al ver que la primera habitación que había al entrar a esta casa era un consultorio médico, Fukase Satoshi parecía no haber mentido en ello: Realmente es un doctor, lo que me planteó una macabra cuestión: ¿Cuántas personas han entrado a su consultorio, pero no salieron jamás?

A pesar del escenario tan horrible que se había presentado en mi mente, pude sentir un poco de alivio en cuanto vi la puerta principal, mi salida a la libertad.

Sonreí lleno de alegría al mirar afuera, tenía ganas de ir a casa, quería que mis padres me llamaran la atención por no prestar atención en la mesa, quería que Maika me llevara el té mientras miraba por la ventana, quería que Yuma entrara por la puerta de muevo y me abrazara, que me cuidara.

Pero a algunos pecadores no se les cumple su último deseo. La mano de Fukase se soltó de la mía en el instante en el que cayó al suelo, pues el doctor Satoshi lo golpeó con una pala en la cabeza.

— Piko, no puedes... No te vayas.— Satoshi me tomó con fuerza desde los hombros, obligándome a detenerme.— No puedes ser infiel con mi hermano también... Él no es tan bueno como yo ¡NO LO ES!— Gritó y lanzó la pala hacia una ventana, rompiéndola inevitablemente. Yo simplemente quedé paralizado, no podía escapar con él aquí, era imposible.

— Tu hermano... Es el único Fukase que me aprecia lo suficiente como para ayudarme a escapar.— Murmuré, haciendo que Fukase pusiera una expresión extraña. Sorprendido, ofendido. Si tuviera que adivinar lo que esa expresión significaba, diría que es eso.

Él tomó mis manos con fuerza y se puso de rodillas. No iba a dejarme ir, no en esta situación y mucho menos después de haber dicho eso.

Soltó un grito desgarrador, con auténtico dolor.

Si hubiera sabido que aquella frase iba a terminar en los días más horribles en mi vida, hubiera permanecido en silencio esperando a que me violara de nuevo.

Al menos, eso era menos horrible que todo lo que me hizo.

«Asfixia» Primera EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora