Capítulo 24: Odio

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NOTA DE LA AUTORA: ¡Hola, mis lectores! Lamento la tardanza, pero este final me está sacando canas porque está muy largo. Al parecer, este es el penúltimo capítulo del libro, no el último, como lo tenía pensado. Pero pronto vendrá el último, no se preocupen.

Aun así, mil gracias por esperar. Son los mejores.

Espero que lo disfruten :) Y NO OLVIDEN COMENTAR Y VOTAR!

xoxo, CallMeSof

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24

Odio

έχθρα

"A partir de los deseos más profundos a menudo viene el odio mortal."

Sócrates

El lugar parecía una pesadilla. Era un pasillo largo y vacío, y no se podía divisar el fondo. En cuanto entraron, un fuerte olor a humedad azotó a Adele y la oscuridad se desvaneció al encenderse unas viejas lámparas fluorescentes, que esparcieron su trémula luz sobre las sombras. No tenía la misma forma hexagonal característica de los demás pasillos de la fortaleza, éste tenía forma cuadrada y parecía que no lo habían utilizado hacía años, porque las paredes de cemento estaban agrietadas y cubiertas de moho y el suelo estaba repleto de cables desconectados y naturaleza muerta. Adele vio las motas de polvo danzar bajo la luz al compás de las corrientes de aire.

Por un momento, nadie avanzó. Adele, que iba al frente, vaciló antes de comenzar a caminar por el pasillo. Un fuerte sentimiento de temor la frenaba y le sembraba ideas en la mente, ideas de sangre y muerte, y pensamientos aterradores. Aun así, hizo acopio de todas sus fuerzas y dio el primer paso, que se sintió como una muerte asegurada, al igual que un suicida caminaría sobre el vacío que seguía después de un abismo. Sus pasos desprendían apagados sonidos metálicos por el roce de la armadura contra el piso, seguidos de los de los chicos.

Adele no sabía hacia dónde los llevaría Zenadia y no estaba segura de si seguirían dentro de la fortaleza. Habían llegado al punto en el que el pasillo se convertía en unas largas escaleras. Con cuidado, Adele comenzó a bajar, intentando no resbalarse con la humedad en éstas. Escuchaba sonidos parecidos a los de cigarras y pájaros por fuera del pasillo, sonidos que le recordaban mucho a la Tierra, pero no del todo reconocibles, como quien escucha su idioma natal hablado en un acento extraño. El canto de aquellos seres sonaba ahogado, incluso malévolo, al resonar entre las paredes.

Habían sido unas ridículamente largas escaleras, pero poco a poco logró distinguir la salida del pasillo a lo lejos. Era una puerta de dos páneles de metal que impedía le vista hacia el exterior y tenía una pequeña luz roja encima. Cuando llegó a ella, se dio cuenta de que la lucecita roja pertenecía a una cámara de seguridad. Intentó empujar la puerta hacia afuera, pero ésta no cedía, estaba atorada.

Miró a Edward.

-¿Crees que puedes... abrirla?

-Supongo.

El muchacho avanzó hacia la puerta y alargó el brazo, sin tocarla. Adele vio cómo el gris tormentoso de sus ojos cobraba vida y se volvía plateado, al tiempo que Edward presionaba sobre el aire con la mano. La puerta emitió un estruendoso sonido metálico cuando salió disparada de sus bisagras, arrancada por el don de Edward, y voló varios metros hacia el exterior.

Alfa y Omega (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora