Vagina Con Sabor A Bubbaloo

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En las paredes del baño perteneciente
al mugroso restaurante El Tuco, en garabatos se leía la frase "su vagina sabía a bubbaloo". Jean Yanez al entrar, la destacó entre los olores a mierda y el cutre marrón que se apoderaba de cada centímetro del lugar.

-Nunca me he comido una que sepa así -dijo Jean Yanez.

-¿Qué? -le responde el hombre que estaba meando.

-La frase -el hombre sigue la mirada de Jean, y lee la frase, tardando más de lo que debía tardar -. No saben a Bubbaloo, saben a cualquier cosa, menos a Bubbalo.

Jean Yanez rie y el hombre lo acompaña.

-La verdad que yo tampoco. Pero sería fantástico -bromea el hombre.

-Si ya las comemos así, imagina que tengan ese sabor.

-!Yo sería uno de esos¡ pasaría todo el día mamando -responde efusivamente el hombre.

El tipo ya había dejado de mear y caminó al lavabo. La llave apenas soltaba un débil hilo de agua. Con las manos humedecidas trataba de quitarse alguna mancha de la camisa.

-¿Sabes algo? Obviamente nunca me comido un dulce coño, pero ¿conoces esos Bubbaloo de fresa? -Jean asiente -. La última puta que me comí lo tenía así rosadito y suavecito. Toda una ternura.

Al terminar de hablar hizo un gesto obsceno sobre bragueta y soltó una risa petulante. Jean todavía permanecía al lado de la puerta, inmóvil, serio.

-¿Gritó mucho? -preguntó Jean Yanez
-¿Quien?
-A la puta que te cogiste -el hombre ya iba a responder de manera afirmativa, inflando su ego de macho se disponía a disparar, sin embargo, Jean habló primero -. O mejor dicho, la niña que violaste.

El semblante del tipo se trastornó, dejando una marca de oscura inquietud en que cada facción de su pellejo.

-Estas borracho, no sé de que hablas.
-Claro que lo sabes. Hace poco más de 3 horas. En callejón de la Victoria, saltaste de tu camión, la arrancaste de su bicicleta y la inocencia de su ser.

El hombre al escuchar eso se sobresaltó. Miraba desconfiado a Jean Yanez. Al instante, que previó una intención de lucha o huida en la posición corporal del hombre, Jean sacó el 357 Magnum.

-chis, de ahí no te mueves.

Antes de poder emitir alguna palabra, su pecho fue perforado por 3 disparos del revolver. Cayó sobre las losas que al inicio de su vida útil eran blancas, ahora, estaban embarradas de modo sustancial de un color repugnante de mugre y sangre. Seguía vivo. Decía injurias e incoherencias, que nunca fueron entendidas por su verdugo. Jean Yanez sembró la boca del revolver arriba del puente de la nariz del hombre. Disparó.

Así, Jean Yanez, mató al violador de su hermana.

El Club de los desdichados [Antología] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora