Capitulo I Sanar

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Los días habían sido largos, el miedo y el dolor se mantenía agarrados de la mano pero había un pequeño espacio de luz que aportaba el hombre sentado a la derecha de la cama del hospital.

Todas las veces que despertaba estaba él ahí, como un ángel guardián y era recibida con una tierna sonrisa.

Su madre estaba encantada con el policía, creo que la tiene completamente ganada, no sería para menos si ha cuidado de su sueño después de su desgracia, dejando descansar a su madrecita que ha estado al pendiente de ella después que despertara de la operación.

Patrick, su nombre es Patrick, el guerrero valiente que vino a su rescate, esos ojos que ven más allá del alma y siente que no tiene escudo contra ellos y le aterra, no se porque eso le duele. Le duele pensar que encuentre un defecto insalvable en ella y más después de Horacio.

Horacio Aritz.  Ese hombre que le desgració la vida, pero la culpa la tiene sólo ella por estúpida, por inexperta......que sabía ella. Se culpó más porque una vida estuvo a punto de perderse, por estar con un hombre malo, realmente malo.

El hacerle daño a una persona que las ha cuidado a su madre y a ella toda la vida, en contribuir en algo en sus pérdidas.

¿Porqué ha sido tan estúpida? ¿Porqué? ¿Porqué?... Su voz la saca de su ensimismamiento.

—Daría un euro por tus pensamientos.... Buenos días princesa.

—Buenos días Patrick.

—Me encanta el sonido de mi nombre en tus labios, creo que ya te lo había dicho antes.

—Si.

—¿Y bien?.

—¿De qué?.

—Sabes a lo que me refiero señorita.

—No es nada...

—Si lo es. Si tenías esa expresión que he empezado a odiar. No tienes la culpa de nada, entra esto en tu cabeza No tienes la culpa.

—Vamos a terminar molestos y yo no quiero detective.

—Siempre te lo voy a recordar Ana, hasta que se quede grabado, hasta que esa frase eché raíces en tu mente —Satisfecho con lo dicho, afloja la mirada. —Bien te he traído el desayuno, acabatelo para irme a trabajar.

—No hace falta que esperes puedes ir a la central.

Patrick instala su mirada en ella y alza la ceja izquierda, haciendo a Ana reconsiderar sus palabras y tomar los cubiertos para desayunar.

—Está bien tu ganas—con sus palabras se ganó una sonrisa de parte del detective dejándola sin respiración ante tamaño gesto.

—Así me gusta flojita y cooperando.

—Que malo eres— Soltó una sonrisa, la reacción que buscaba el ayudante y así se podría ir tranquilo a trabajar.

Griselda veía desde la puerta la interacción entre su hija y el detective y le agradecía a Dios por poner en el camino de su hija a ese hombre.

Deseaba que pronto ella entendiera que él sería su felicidad.

Entró en el cuarto para relevar al joven que sin falta se quedaba a dormir en el sofá todas las noches que su hija había estado en el hospital.

—Buenos días jóvenes.

—Buenos días madre.

Patrick se acerca e instala un pequeño beso en la mejilla de la señora.

—Buenos días Griselda.

Gestos que le encantaban a madre e hija. Y tenía ganada a la mayor.

—Ya estás tarde para ir a tu trabajo.

—Si, lo sé, pero no hay problema todo está bajo control.

—Bien, no quiero que tengas problemas. ¿Sabes que hoy Ana sale del hospital? —Preguntó Griselda al joven ayudante.

—Lo se, por eso pasaré más tarde si no es molestia, para verla instalada.

—Sabes de sobra que no lo es—responde Griselda.

—Bien— asiente Patrick. —Nos vemos princesa.

—Que pases un buen día— Responde Ana, con un dejo de tristeza, que no pudo disimular. Se le hacía cada vez más difícil las despedidas a ambos.

—Lo haré — Patrick se detuvo a mirarle, antes de salir. La intensidad de su mirada, calentó el alma de la joven y sintió la promesa de un nuevo encuentro, él le dejó ver lo importante que es ella para él.

                                 .....Por la noche.....

—Me va a tocar decirle a Adam que no puedo ir a trabajar hoy.

—No te preocupes por mi madre, me puedo quedar sola.

—Ni hablar, no estaré tranquila mi reina.

—Pero madre...

En ese momento suena el timbre de la puerta.
Griselda abre encontrando a Patrick en el marco de la puerta.

—Detective......

—Buenas noches, Griselda—mira intensamente a la joven y pronuncia su nombre—, Ana.

—Buenas noches, Patrick—responde ella un poco ahogada, al sentir como el hombre dijo su nombre, con veneración.

Al ver la actuación de ambos, Griselda toma una decisión y pone en marcha un plan.

—Patrick, puede hacerle compañía a mi hija a lo que voy a lo de Adam, ¿Verdad que si?.

Ana mira a su madre impactada con la propuesta.
Mientras Patrick sopesa el pedido y decide aceptarlo.

—No tengo ningún inconveniente, al menos que Ana diga lo contrario.

Ay Dios cuando ese hombre dice su nombre de esa manera se le obnubila su mente.

—No... eso creo...si.... si esto te hace sentir mejor madre, me puede hacer compañía.

—Entonces no se hable más, asunto resuelto —suelta jovialmente Griselda. Toma su abrigo, cartera, llaves y antes de salir se acerca al joven y le dice confidencialmente —«portate bien».

Patrick deja de mirar a la joven y le responde.

—Lo haré. Hasta cuando sea el momento correcto, con o sin tu permiso, aunque me gustaría más con tu aprobación— dijo en tono serio, clavando la mirada en la mujer mayor.

—Oh la tienes no dudes de ello — responde esta, con un deje de diversión. A la final, quien era ella para obstaculizar la felicidad de su hija. Y sabia que el hombre lo sería, ya que en su mirada reflejaba el alma y no mentía al demostrar el fuerte sentimiento que le profesaba a su querida Ana.

—Gracias, ahora puedes irte. Me interesa más su bienestar. Cualquier situación que se presente trataré de desviarlo para quedarme hasta que regrese.

Griselda se fue a su trabajo confiada en que el joven pronto se ganaría el corazón de su hija.

Serie Ley y Pasión Te Robaste Mi Corazón Libro 2.5. ©  #CocoAdwards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora