IX

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Domingo al fin, me empezaba a arrepentir de haberme negado a acompañar a mamá a visitar a la abuela. El haberme quedado en casa sóla, me hacía sumirme en mis pensamientos y preocupaciones, además, la pesada lluvia que caía afuera no ayudaba mucho con el ambiente fúnebre de mi hogar.

Tan sólo una semana más para dar los exámenes finales, empezaba a sentirme muy ansiosa, y el hecho de que mis amigos empezaran a distanciarse por una estúpida pelea sin sentido era aún peor.
No había querido preguntar en qué había parado la pequeña escenita de Minho y Beomgyu, de sólo pensarlo me ponía de mal humor, pero probablemente se evitarían a partir de mañana en la escuela.

Minho no es una persona que da su brazo a torcer y Beomgyu es demasiado orgulloso cómo para pedir perdón, así que no me sorprendería si nos quedáramos atascados en esta situación por un largo tiempo.

Por otro lado, Choi me había mandado incontables textos en la tarde de ayer, incluso me había llamado un par de veces, pero no tenía muchas ganas de hablar con él después de lo que hizo, ni siquiera para que me diera alguna explicación para despejar mi mente.

Resoplé frustrada cuando el microondas sonó avisando que las palomítas estaban listas. Las serví en un bowl y las tomé junto a una lata de soda para después sentarme en el sillón junto a una gran manta que había traído de mi habitación, lista para disfrutar de una maratón de películas de terror con las que más tarde me cagaría de miedo hasta para ir al baño.

Le puse play al televisor y me dediqué a comer los snacks que había llevado. La lluvía se había intensificado y ahora hacía el doble de frío, por lo que decidí dejar el bowl en la mesa de centro y recostarme en el sofá acurrucada en mi manta.

Aquella película más que aterrarme estaba comenzando a arrullarme, el no dormir bien estaba empezando a pasarme factura por lo que mis párpados empezaron a pesar cada vez más y más, pero cómo a mi nada me sale bien, mi paz y mi sueño se vió espantado por unos fuertes golpes en la puerta.
Me paré con pereza del sofá, completamente enrollada en mi manta y dispuesta a matar al que estaba tocando la puerta cómo un desquiciado.
Me paré en el portón recogiendo un poco la manta para que no se arrastrara y giré el picaporte para abrir la puerta, ni siquiera me molesté en ver quién era.

— ¿Qué mier...?— lo observé estupefacta, allí de pie empapado de pies a cabeza, con el cabello pegado al rostro y la mirada fría y fija en el medio de mi frente. Parecía un muerto.

Me asomé sobre su hombro y vi su motocicleta aparcada en la acera, con el casco colgando de él.
Tomé su brazo y lo halé obligandolo a entrar a mi casa.

— Quítate los zapatos y espera ahí, te traeré una toalla.— le ordené y él sólo asintió desponjándose de sus converse negros que escurrían agua.

Subí a mi habitación y saqué dos toallas de mi armario para después bajar las escaleras a toda velocidad, encontrándomelo acunclillado aún en el portón, pero se puso de pie en el momento en el que me acerqué a él.
Le puse una de las toallas en el cabello y le lancé la otra al pecho.

— Ve a ducharte, te prestaré ropa vieja de Hyeyoung.— le ordené nuevamente y él se dirigió a pasos rápido y cortos cómo perro regañado; sabía de sobra que estaba molesta y que lo estaba evitando justamente por ello, y el hecho de que se apareciera de sorpresa en mi casa, completamente empapado y justo cuando estaba a punto de conciliar el sueño, no me ponía de muy buen humor.

Escuché cómo la ducha se encendió, así que me dirigí al antigüo cuarto de Hyeyoung y busqué en su armario algunas prendas que no se llevó al mudarse con papá. Afortunadamente encontré unos joggers negros anchos y una vieja camiseta negra de Pink Floyd que había dejado la ultima vez que había venido de visita.
Me dirigí hasta el baño y toqué la puerta para después dejar las prendas al lado de esta y bajar las escaleras para preparar un poco de chocolate caliente.
Me asomé por la ventana observándo los acántaros que al parecer no planeaban cesar por un largo rato, tenía suerte de que mamá no se encontrara en casa, al menos me ahorraba la explicación de por qué Beomgyu se aparecía de la nada y más en ese estado.

sky | 𝘣𝘦𝘰𝘮𝘨𝘺𝘶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora