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Desde siempre había escuchado las advertencias de sus padres y amigos sobre no sacar el móvil en lugares públicos, se encontraba sola en la parada del autobús, varios taxis habían sonado la bocina esperando a que ella se subiera a alguno, en su cabeza le parecía ridículo que hicieran eso, si estaba en la parada de buses ¡¿Por qué le ofrecían una carrera?!
Levantó la vista del celular al escuchar el muy sonoro motor del transporte público, su destino no quedaba tan lejos por lo que llegaría en unos diez minutos, pago al conductor lo que constaba el pasaje y paso de largo, con la vista busco un asiento disponible sin encontrarlo al final, se colocó cerca de la puerta de salida para no tener que empujar a los demás pasajeros cuando tuviese que bajarse.
En cada cuadra que pasaban se subían más personas, hasta el punto en que todo espacio se había llenado, pocos era los que salían y esos puesto eran ocupados rápidamente, suspiró considerando bajarse del bus ya que el clima si dentro era extremadamente sofocante, todavía tenía 30 minutos para llegar al hostal y no tardaría tanto.
Tomo su bolso colocando frente a ella eh intento moverse para tocar el botón que avisaría la parada, se detuvo en seco al sentir como un hombre se posaba tras ella, había sido empujado y no parecía tener intenciones de moverse, su rostro tomó una expresión de asco al momento en que el miembro del varón corpulento hizo contacto con su retaguardia, no podía moverse ni hablar, estaba en shock, podía sentir la respiración caliente de este en su cuello, no lo veía a la cara pero estaba segura que una sonrisa de éxito estaba en su rostro, le repugnaba por completo
— Disculpa, necesito bajar. – La voz calmada de otro hombre hizo que voltear en esa dirección, sus ojos se abrieron como platos al ver una cabellera verde oscuro, se sentía aliviada de haber encontrado a Midoriya ahí.
El desconocido tras ella hizo una mueca de molestia y se movió a un lado, esta aprovecho y salió en cuanto la puerta se abrió junto a Izuku.
— ¿Te paso algo Tsuyu? Ese tipo era un degenerado. – Pregunto el chico con un tono de preocupación, la revisaba con la vista para asegurarse que nada le hubiera pasado.
— No me hizo nada, gracias por la ayuda Midoriya. – Respondió con alivio la joven, no esperaba encontrarlo y seguro si no lo hacía hubiese quedado en ese estado un buen rato, de esa manera, tan sólo esperando a que ese hombre no se pasará a más.
— Me alegró, entonces ¿A dónde ibas? No creo que este haya sido tu destino. – Mencionó refiriéndose a el extenso terreno baldío que estaba a su izquierda.
— Estoy de camino al Rost.
— ¿Te acompaño? El Rost no está tan lejos de donde voy.
