~4~

965 51 18
                                    

~Capítulo 4~

•Emilia•

No puedo creer que esté haciendo esto.

Sin más y con un hombre el doble de pesado más que yo, camino hacia mi coche. El profesor ya no se resiste y se sienta en el asiento del copiloto. Una vez dentro del auto comienzo a conducir, cada vez me acerco más a mi objetivo, mi hogar.

En primer lugar no sabía dónde vive mi profesor, así que lo más fácil era llevarlo a mi casa, hacer que se le quite su borrachera, para luego averiguar dónde vive y llevarlo a su respectivo hogar.

Los minutos pasan hasta que llegó a mi objetivo: mi pequeña casa.

—Dios ayúdame. -murmure mientras bajaba del auto para poder ayudar a el hombre ebrio y dormido el cuál estaba en el asiento del copiloto.

—Profesor... ayúdeme por favor no puedo cargarlo hacía allí sola... Profesor...

El profesor apenas abre sus ojos y me mira, luego sonríe a medias y tambaleándose sale del auto, con mi ayuda ambos llegamos hacia la puerta, ya dentro lo guió hacia mi habitación y lo tumbó en mi cama.

Segura de que no se caerá voy hacia el baño para poder preparar una ducha, no tardo mucho sólo algunos minutos, al terminar vuelvo a mi habitación, esta dormido.

Mierda.

Trato, trato de todas las maneras posibles despertarlo pero es imposible. No despierta, es más se acurruca en mi cama y sigue durmiendo de lo más cómodo.

¿Qué hago?

Ya rendida busco ropa y tomo una ducha, esa ducha que debió de ser de mi "invitado". Ya duchada y con mi pijama de unicornios voy hacia mi cuarto, ¿qué haré?

Me dispongo esperar en el sofá frente a mi. Estaría loca si me acostara en la misma cama con un desconocido.

Con un día agotador y confuso termino agotada, ¿cómo no estarlo? Esta noche no necesito la ayuda de mi amigas las píldoras, esta noche dormiré más que bien.

Sin más y sin poner alguna oposición termino cerrando mis ojos, cayendo en el país de los sueños.

[...]

•Richard•

El dolor en mi cabeza es impresionante. Siento que me estallará en cualquier momento. Con una mano en mi cabeza abro los ojos muy lentamente encontrándome con unas paredes blancas y un espejo frente a... okey. Este no es mi cuarto, ¿dónde estoy? Confundido me levanto de la cama y al hacerlo puedo detallar mejor el cuarto, veo dos puertas y entro en una de ellas; el baño. Una vez listo salgo y ver mejor la habitación; cama, mesa de luz, un enorme espejo, y un sofá con una joven... ¡alto! ¿un sofá con una joven? ¿Qué hice?

Sin más y muy confuso me acerco al sofá dónde la joven duerme incómodamente, ya cerca de ella puedo ver que es... ¿qué? Oh por Dios es mi alumna la señorita Smith. Okey, tiene ropa, buen indicio, pero... ¿cómo vine a parar aquí? ¿Y cómo es que ella y yo estamos en el mismo cuarto?

Tengo preguntas sí. Pero no las haré y mucho menos en estas condiciones.

Con sumo cuidado tomo mis zapatos del suelo y salgo lentamente, muy lentamente del cuarto y de la casa.

Ya fuera inspeccionó mi ropa, mi cartera y celular están allí, la casa no está alejada así que sin más pido un taxi.

[...]

Llego tarde. ¡genial! ¡genial!

Sólo a mi se me ocurre emborracharme un día de semana ¡estupendo!

Corriendo entro a mi respectiva aula. Todos mis alumnos están allí menos... menos Smith, no sé que ha pasado pero creo que tampoco quiero saberlo.

Pasan al rededor de 15 minutos cuando se oye un golpe. Mierda. Dejo de escribir en el pizarrón para mirar hacia la puerta.

—Adelante. -me oigo decir.

—Hola Profesor. -Emilia se asoma por la puerta.

Suspiro y digo:

—Pase señorita Smith. -ella asiente y pasa pero termino siendo machacado por miradas interrogatorias de mis alumnos.

Muchos de ellos me conocen, saben que desde que pise el pueblo hace más de 5 años muy pocas veces perdonaba la impuntualidad de los alumnos y este año perdoné la impuntualidad de la misma alumna dos veces. Mierda.

No dudo en corregir mi error.

—Señorita Smith. -Emilia levanta su vista desde su asiento- Será la última vez que la deje pasar.

—Si profesor. -asiente.

—Tendrá que hacer un ensayo de la clase perfectamente redactado. -Emilia parece querer decir algo, pero debo de ser duro- No esta a discusión.

—Esta bien Profesor. -prepara sus útiles y comienza a escribir en su libreta.

Sin más sigo con mi clase. Dos horas más tarde el aula está casi vacía, al rededor de unos cinco alumnos quedan unos para entregar sus trabajos y otros para una larga charla y creo que con "otros" es más que claro que hablo de Emilia.

Lᴀ Fᴀᴠᴏʀɪᴛᴀ Dᴇʟ Pʀᴏғᴇsᴏʀ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora