Brooklyn Baby

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Hacer de todo para sobrevivir no siempre fue una buena idea. Muchas veces lo hizo sin medir las consecuencias, sin pensar en lo que pasaría después, ya fuera con él o con los demás. No carecía de empatía, pero a veces era necesario dejarla de lado en ese ambiente, así como también debía olvidar el sentido moral.

Para su mala suerte, el no carecer de empatía le jugó una mala pasada varias veces, pues tal vez, de haber ignorado los gritos de aquella chica, no lo hubiera llevado a matar accidentalmente a alguien.

Aunque, era un desgraciado que lo merecía.

Y ahí estaba otra vez la ética golpeando su cabeza. ¿Estuvo bien? ¿Por qué llevaba años carcomiendo su cabeza?

Si nadie sabía, era un hombre libre, pero no de la culpa.

Oh pero lo peor de eso no fue el haber matado, sino a quien había salvado, pues las consecuencias aparecieron como por arte de magia más de un año después, en la forma de una hermosa rubia con su secreto en la punta de la boca y una máscara de vulnerabilidad que le hizo enamorarse por primera vez, cayendo más fácil en su trampa que una mosca en una telaraña.

Y ahora estaba ahí, casi diez años después, odiando su naturaleza y a la rubia frente a él.

—Siempre has sido tan fácil de manipular. —Sonrió victoriosa, mientras se acomodaba el busto para hacerlo lucir más prominente.

El joven, harto de sus artimañas de bruja, se le tiró encima y apretó su cuello.

—Nunca has sido capaz, por más que quieras —susurró, sin un ápice de temor—. Inténtalo y verás lo débil que eres.

Ejerció más fuerza, haciendo que la mujer gimiera para burlarse de él, pues tenía plena convicción de que la soltaría.

Nunca fue capaz de matarla.

Y nunca lo sería.

Ni siquiera tardó un minuto cuando frunció el ceño y una lágrima se asomó en su ojo, para luego soltar a la rubia, quien tuvo que tomar un momento para recuperar el aliento.

Joe retrocedió algunos pasos, desesperado.

—Tu novia debe tener bastante suerte, en todo caso. —Sonrió la rubia—. No sé si por tus malditas manos o porque eres muy débil como para matar.

—Cállate.

—O sea, yo sé lo que has hecho, claro, pero no olvides que también puedo leer tu mente y ver todo lo que te atormenta.

—Amy, cierra la puta boca, porque a la próxima no voy a dudar.

—Siempre tan adorable. —Rio—. Pero bueno, no es por eso que te pedí que vinieras.

Amy se sentó en el sofá y le hizo un gesto al joven para que la acompañara.

—Habla ya.

—Belcebú trama algo y caíste directo en su trama. —Sonrió—. En estos momentos, debe estar con tu novia a varios kilómetros de acá.

—¡¿Qué mierda hicieron?! —exclamó con ira y se le tiró encima.

Estaba descontrolado y Amy podía sentir aquello. Esta vez era en serio y ella sintió temor al darse cuenta, reaccionando de forma defensiva con su magia.

Joe se dio cuenta que al pelear con ella solo iba a perder tiempo, por lo que se contuvo y salió rápido del departamento, cerrando con fuerza la puerta. Hubiera puesto un sello, pero sabía que aquello sería inútil contra ella y no necesitaba agotarse tan rápido por nada.

***

Llevaron adentro a Mad y se sentó en una silla que le trajeron a la entrada. Ryu la miraba en silencio, tratando de pensar en qué le había pasado. Debía ir rápido a California para revisar sus libros, cosa que hizo sin decirle a alguien. Adrián se sorprendió al verlo desaparecer, pero el resto de su familia ya se había acostumbrado a eso.

Lovesong (Mad #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora