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¿A alguien le importaría si nos salvamos de esto? Andrea, solo Andrea. Si no hacía nada no podría verla otra vez y ella probablemente moriría con la incertidumbre sobre su padre, sobre la mujer que me acompañaba, sobre mí. Andrea. Otra vez su nombre y su imagen, me motivaron a levantarme a pesar del dolor.

El coche estaba volteado, la parte de atrás deshecha. Sabiendo los problemas de seguridad que tenía el Tsuru fue un milagro que sobreviviéramos.

¿Sobrevivimos?

Tuve que arrastrarme, los pedazos de vidrio en el suelo me lastimaron los brazos al hacerlo. Me incorporé y me puse de pie, cojeando. Me dolía todo el cuerpo, la cabeza me palpitaba, los brazos me sangraban un poco y podía ver moretones formándose, me dolía la rodilla y el costado izquierdo. Rodeé el auto para ver cómo estaba Perla.

Estaba inconsciente pero todavía respiraba. Con cuidado traté de descolgarla del cinturón de seguridad, ya que el depósito de gasolina estaba roto tenía que sacarla rápido. Parecía que tampoco tenía lesiones graves. La arrastré fuera, la cargué y la senté en la banqueta más cercana, mi espalda aulló de dolor después de esto. Cuando fui a ver al otro conductor cuyo auto también estaba volcado, solo alcancé a ver su mano izquierda: un círculo rojo sobre el que había un dibujo de una cruz con un círculo. Perdón pero, creo que ya no importaba "salvarlo". Regresé con Perla.

—Perla— dije tratando de despertarla. —Perla, despierta.— le agité el hombro suavemente. Sus ojos se movieron un poco, su nariz sangraba. No llevaba papel o algo para detener la sangre y su bolso quién sabe dónde estaba. Cómo es que no llevaba un rollo de papel pero si una navaja, no importa. Corté un trozo de mi camisa y se lo puse en la nariz. Al fin despertó.

—¿Q-que? ¿Qué pasó? ¿Víctor?— estaba muy desorientada.

—Sí, aquí estoy. Eh, tuvimos un accidente.— agarró el pedazo de tela e hizo presión. Me senté a su lado.

—No no, necesito que me expliques que está pasando ¿Que pasó allá adentro con tu suegro? ¿Qué son esos marcados o lo que sean?— se incorporó aún con la mano en la cara. Su mirada inquisitiva reflejaba también un poco de locura, la locura de las últimas horas.

—Él está muerto.— dije con la mirada clavada en el suelo y los ojos llorosos. Ella enmudeció.

—Está muerto, me dijo que tengo que ser rápido para poder salvarla, pero no sé si pueda hacerlo si ya eché a perder esto, y-y no sé...

Me derrumbé. Ahí estaba, hecho mierda, sabiendo que el apocalipsis llegaba, estresado por las muchas horas que me llevó averiguarlo, y sin los medios para salvarla ahora que estaba seguro que ocurriría, sin auto y con siete kilómetros separándome de Andrea. Lloré, con la cabeza entre las manos, a moco tendido, lloré. Fue una escena vergonzosa.

Perla me miraba entre confundida y compasiva, sin saber muy bien que debería hacer. Alargó su mano hacia mí, o eso intentó, dudó un poco pero al final lo hizo, me dio unas palmadas en la espalda y me dejó llorar un rato.

—El fin viene. No sé cómo o porqué exactamente, pero va a llegar. Al amanecer algo va pasar con los marcados, los que tienen esas manchas en las manos. Ahora tienen un nuevo síntoma, están paralizados, catatónicos, y en la marca ahora hay un círculo cruzado.— expliqué después de un rato.

—¿Qué? ¿De qué demonios estás hablando?—

—Sé que es complicado y casi imposible de aceptar pero, tengo que pedirte un favor, necesito que me ayudes.— la miré.

—Espera ¿es en serio todo esto? yo no creo que... no puede estar pasando, no puede ser cierto...—

—No podemos saber si va pasar o no, pero ya estamos aquí, ¿quieres esperar que suceda o prefieres hacer algo y prepararte?—

Cumbia de Medianoche (Primera Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora