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- Alex... - susurré en un gemido.

El lentamente entró en mi. Nuestros movimientos iban coordinados, afuera se había desatado una tormenta de invierno. Llovía a cántaros llevándose la nieve que había caído en éstos días, sin embargo dentro de la habitación nuestras temperaturas elevadas y el trance en el que estábamos lograban que nuestros cuerpos suden, y eso me excitaba aún más.

Mis manos recorrían la ancha espalda de Alex, su piel era blanca, y suave. El jadeaba mirándome fijo y robándome uno que otro beso. Cambiamos de posición, yo me incorpore sobre el. Y logré divisar un espejo en el respaldo de la cama. Me ví ahí encima de el, desnuda, con el cabello alborotado, y cómo el tomaba mis pechos desde abajo. Me miraba fijo y con deseo, sus pupilas estaban dilatadas, su boca entreabierta y su cabello despeinado caía sobre su frente húmeda.

Pasaron los minutos, sin embargo nosotros estábamos tan idos de ésta realidad que nos rodeaba, que olvidamos todo menos nuestros nombres que repetíamos de vez en cuando entre gemidos y jadeos. Llegué al punto máximo de placer, y segundos después Alex llegó conmigo. La sensación fué tan placentera que a penas salió mi voz en un gemido ahogado, clavando mis uñas en la espalda de Alex y arqueando mi espalda. En él, dando una última brusca embestida. Cayó rendido sobre mi y luego se hizo a un lado para no aplastarme con su cuerpo.

Ambos respirábamos agitadamente, intentando recuperar el aliento, y recordar que seguíamos en el planeta tierra.

- Dios, mujer. - acotó agitado mirándome de costado. - Vas a matarme. - cerro sus ojos. Yo no podía hablar, aún seguía en mi trance, eso era lo mejor del orgasmo de las mujeres, el pico de placer era tan alto que luego cuando bajaba, bajaba tan rápidamente que te dejaba hasta sin energías para hablar, yo estaba boca abajo aún respirando agitada. El se incorporó un poco y besó mi espalda, yo solté un leve gemido.

Lo miré entre mechones de mi despeinado cabello, el rió enternecido y dejó un beso en mi nariz.

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Minutos más tarde nos encontrábamos en la cocina, él con una bata blanca y yo con una azul suya.

Habíamos retomado la cocina, ya que moríamos del hambre luego del coito sexual.   Alex removía las verduras con el salmón dentro del gran wok sobre la hornalla.  Yo me posicioné detrás de él abrazándolo y puse mis manos sobre el nudo de su bata.

- Ni lo sueñes. - acotó sabiendo qué iba a hacer. Reí y desaté el nudo, abrí un poco la bata y recorrí mis frías manos por su vientre mientras apoyaba mi mejilla en su espalda, el se estremeció un poco. - Katrina, eres malvada - dijo sin parar de cocinar, riendo.

Me alejé un poco y el riendo volvió a cerrar su bata, quizá esperaba a que siga con lo que sea que estuviera haciendo, reí al dejarlo así.

- ¿dónde está la vajilla? - pregunté abriendo algunas puertas.

- Allí - me señaló con la cabeza un estante, yo busque un par de platos, cubiertos y vasos, y los puse en la gran mesa que apuntaba a la mesa del patio. - vaya tormenta. - dijo al ver cómo la lluvia cesaba afuera. - Se llevo la bonita postal de Londres - reí asintiendo.

- Si, esperemos que la semana que viene nieve otra vez, me hace ilusión que nieve en navidad - sonreí haciendo referencia a las fiestas. Estábamos tan solo a una semana. 

- ¿Qué harás para las fiestas? - preguntó apagando el fuego y trayendo el wok hacia la mesa.

- Volver a Sheffield, eso es seguro - asentí con la cabeza mientras el servía la cena en nuestros respectivos platos. Luego se sentó en la punta de la mesa. - ¿Y tu?

Tranquility base Hotel & casino - Alex Turner.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora