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Una tarde de octubre, el sol brillaba y no había una sola nube en el cielo. El trío de reyes esperaba recostado contra una pared de ladrillos, buscando con la mirada a su próximo objetivo : el chico nuevo. Todo demasiado cliché a decir verdad, pero así funcionaban ellos, tenían que tener todo y a todos bajo su control, bajo su poder para sentirse satisfechos. Y un juguete nuevo nunca le venía mal a nadie, y aquel rubio llegado ese mismo día parecía algo divertido con lo que jugar.

Kuroo se llevó el cigarro a la boca y dio una calada entrecerrando los ojos, sintiendo el humo en su boca, ese sabor familiar que lo acompañaba desde chico, fue en ese momento cuando lo vio. El rubio salía por la puerta principal del edificio mirando algo en su celular, distraído como quien no le teme a nada.

—Ahí está—dijo Kuroo soltando el humo y tirando el cigarro al suelo para ponerse en marcha. Caminaba con ritmo, sin movimientos fingidos ni forzados, todo su cuerpo se movía con peligrosa soltura. Se dobló las mangas de la camisa negra, acción que estaba acostumbrado a hacer para transmitir confianza, tenía los botones superiores desabrochados, dejando una parte de su pecho al descubierto, mostrando parte de sus tatuajes. Las personas que lo veían pasar, tanto hombres como mujeres, suspiraban embelesadas.

Bokuto y Akaashi lo seguían de cerca, con un aire pesado que no invitaba a nadie a acercarse. Kuroo escupió a la calle mientras se encaminaban hacia su objetivo, con la cabeza bien alta y la adrenalina corriéndole por las venas.

La gente los veía pasar con la mirada baja, nadie en esa ciudad se atrevía a hacerles frente. Los que los reyes pedían lo tenían, si daban órdenes tenían que cumplirse tal cual lo habían dicho, o cosas terribles pasarían. Tenían atemorizados a toda la ciudad, niños y adultos, adolescentes y familias enteras. En cada paso que daban se sentía esa superioridad de la cual tan conscientes eran. Una sola miraba bastaba para hacerte saber que podrían arruinarte con tan solo un movimiento, una llamada, una simple palabra. Podrían destruirte tanto físicamente, como mentalmente, destruir tu reputación en cuestión de segundos y humillarte de la peor manera posible.

Tenían un poder inigualable, tanto así económicamente como socialmente. El padre de Akaashi era un reconocido político en gran parte del mundo, uno de los más importantes y multimillonarios. El dinero para ellos no era problema, lo derrochaban como a quien le sobra en gran cantidad, porque así era. Por otra parte la familia de Bokuto también estaba bañada en dinero, con su inmaculada mansión, sus autos deportivos y aquella joyas invaluables que su padre tanto apreciaba. La madre de Bokuto manejaba una de las más reconocidas empresas del país, y su padre era un reconocido boxeador de un grupo clandestino, afición la cual Bokuto compartía y actividad que hacían juntos en sus tiempos libres.

Por otro lado Kuroo provenía de una familia disfuncional y muy pobre. Al encontrarse con tanta cantidad de dinero y fama se sintió abrumado, pero supo controlarse, aunque de todas formas no era fanático de derrochar el dinero como veía hacer a sus amigos, prefería gastarlo sabiamente.

Eran respetados y temidos, y no había nada mejor para ellos que sentirse así. Disfrutaban de la superioridad que les ofrecía su poder, y no planeaban dejarla.

—Tsk tsk — Bokuto se relamió los labios al verlo desde lejos, la adrenalina subía por sus cuerpos, haciéndolos presa de ella.

Kuroo llegó primero a su lado y con una sonrisa altanera y seductora se puso junto a él, se pegó a su cuerpo como si fuesen amigos de toda la vida. Tsukishima ni siquiera parpadeó, siguió su camino como si nada hubiese pasado. Kuroo, al notar que el rubio ni se había inmutado, apoyó su pesada mano sobre el hombro del chico e hizo presión antes de decirle con cinismo.

—Acompañame a un lugar, rubiecito — Kuroo le susurró al oído con una fingida sonrisa y lo encaminó a la fuerza hacía su destino. Tsukishima resopló molesto por haberlo sacado de sus pensamientos y rodando los ojos lo siguió.

SERENDIPIA [  kurotsuki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora