Las grandes y dobles puertas del costoso hospital lo recibieron abiertas. El pelinegro no se detuvo en ningún momento a recuperar el aire que temerosamente comenzaba a faltarle. Sus piernas seguían moviéndose aún después de todos esos kilómetros, los semáforos en rojo, las personas esquivadas, los autos rozándole a los costados. Pero a pesar de todo eso su mente seguía en sus dos amigos, no podía sentir ni percibir nada a su alrededor, su cuerpo se movía solo.
Sentía los pulmones sobrecargados, exigiendoles algo que no podían darle, el pecho se le comprimía con cada respiración buscando el oxígeno que no podían encontrar, inhalar y exhalar era como estar en el mismo infierno. Fumar le hacía peor de lo que pensaba, antes podría haber corrido maratones enteras, y ahora, a pesar de estar en buena forma, correr unos cuantos metros lo agotaba hasta el desmayo. Por un momento se le pasó por la cabeza la idea de dejar el cigarro, pero la descartó inmediatamente, no estaba listo para eso.
El azabache subió las largas escaleras que lo separaban de la entrada del hospital, empujando a una que otra persona, ignorando sus expresiones de molestia y las dirigidas palabras de odio hacia él. Solo le importaba encontrarlos, nada era más importante que llegar a tiempo, y empezaba a creer que ya era tarde.
El gran y lujoso edificio se presentaba ostentoso, muchos pisos, muchas habitaciones, pasillos y puertas, uno podría perderse fácilmente en ese frío lugar. La gente iba y venía, lloraba por la pérdida de alguien y otros lloraban por la llegada de una nueva persona a su vida. Mucho caos, destrucción y creación, tristeza, el ambiente estaba sobrecargado. Volvió a repasar por su mente el número de la habitación que Bokuto le había mandado, no había tiempo para preguntar, debía encontrarlo por su cuenta.
Evadiendo cualquier guardia de seguridad y cualquier pregunta subió corriendo las escaleras. Sentía las piernas tensas, rígidas, a punto de desgarrarse, cada músculo le temblaba dolorosamente. Ahora mismo no había nada más en su cuerpo que tensión y una inquietud preocupante.
Llegó al último piso, donde se encontraban las habitaciones privadas y buscó con la mirada la que correspondía a su amigo. Acortó con desespero los pocos pasos que los separaban y con fuerza e impaciencia abrió la puerta con un golpe ensordecedor. Entró buscando con la mirada a alguno de sus dos amigos. La habitación era estúpidamente grande para una sola persona, un ventanal hermoso adornaba la pared, la luz entraba reposando sus cálidos rayos en la cama de hospital donde...no había nadie. Sábanas revueltas y una cama vacía, como si hubiese sido dejado con apuro.
"Mierda".
¿Había llegado demasiado tarde? ¿Dónde habían llevado a Akaashi? ¿Dónde estaba Bokuto?
"Bokuto", se desesperó, si Akaashi no estaba, ¿A dónde había ido Koutarou? No podía dejarlo solo, no en una situación así, ¿quién sabía de qué era capaz? Buscó ansioso por la habitación, demasiado grande para tan apretado tiempo.
— ¡ Bokuto ! — gritó desesperado, dio vuelta el sofá, abrió ansioso todos los armarios, tiró la cama abajo, revolvió en cada esquina y de pronto lo vio. Cruzó la habitación hasta la otra punta y vio la luz escurriéndose por la rendija de la puerta. El baño, ¿cómo no lo había visto antes? Respiró hondo y ya con más tranquilidad agarró con delicadeza el picaporte entre sus dedos, y abrió la puerta intentando hacer el menor ruido posible.
Al entrar una imagen desgarradora lo recibió, hundiéndole el pecho en un poco más de dolor y perdición. Bajó la vista para verlo mejor, el corazón se le achicó.
Bokuto yacía tirado entre el piso y la pared, desparramado, como si hubiese sido golpeado hasta la muerte, como si se hubiera caído sin fuerzas para levantarse. Miraba un punto fijo, con la mirada perdida y vacía, no parpadeaba, Kuroo empezó a dudar de si siquiera respiraba. Estaba cubierto en sudor y sus nudillos sangraban sin detenerse, charcos de un fuerte color carmesí se hacían presentes a sus costados, bajando por sus puños, manchando las blancas baldosas del baño, pintando todo de rojo.
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SERENDIPIA [ kurotsuki ]
FanfictionEl trío de reyes más temido de la ciudad, Kuroo, Bokuto y Akaashi reinan en cada esquina. Nadie se atreve a mirarlos, hasta que llega un nuevo rubio, Tsukishima. ¿Qué pasará cuando este les haga frente? ¿Qué va a pasar cuando Kuroo se enamore de él...