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La desesperación de Bokuto amenazaba con llevarlo lentamente a la locura. El pecho le quemaba desde dentro, sentía cada parte de su cuerpo arder en ira y dolor. El nudo que tenía en el estómago se tensaba más con cada movimiento que hacía dándole náuseas, mareándolo en un frío sudor. Necesitaba encontrar a Akaashi rápido o sus problemas de ira podrían explotar nuevamente.

Pero debía controlarse, por muchas ganas que tuviera de arruinarle la vida a esa persona, por mucho que se contuviese de romperle la cara, dejar que se desangre, por mucho que quisiera destruirlo, él no podía, debía controlarse por el pelinegro.

Se levantó de su pupitre con violencia, tirando de una patada el banco y todas sus cosas, el salón quedó en silencio mientras lo veían salir por la puerta con bruscos y arrebatados movimientos. Apretaba tan fuerte los puños que sus nudillos se habían vuelto de un blanco que asustaba.

Subió los escalones de dos en dos, con su cabeza centrada, únicamente, en encontrar al pelinegro. Respiraba con dificultad, culpa de la impotencia y el dolor de pensar que Akaashi podría estar volviendo a sus viejos hábitos.

Buscaba desesperadamente a su novio, algo había pasado, algo muy grave, podía sentirlo en cada fibra de su ser, todo su cuerpo se tensaba siquiera al pensarlo. Conocía demasiado bien a Akaashi como para no saberlo, podría decirse que era el único que realmente conocía cada parte de él, cada debilidad, cada defecto, sus formas de enfrentar sus problemas. Y las maneras de Akaashi no eran de las mejores. No podía dejar que su pilar se derrumbara, no podía dejarlo caer ni desmoronarse ante él, ¿Quién lo levantaría si no era Keiji?.

Llegó al segundo piso con la respiración agitada, el corazón acelerado y la mente ida, iba perdiendo poco a poco el control de su cuerpo, de sus pensamientos, a cada segundo se perdía un poco más a sí mismo. Las manos empezaron a sudarle de los nervios, un escalofrío lo recorrió de cabeza a pies al pensar que podría haber llegado tarde.

Los nervios se lo devoraban estando vivo. "Ya podría ser demasiado tarde. Realmente tarde".

Su universidad era estúpidamente grande, y descabelladamente costosa, una de las más caras del país, pero también una de las mejores, era fácil perderse entre esos largos y complejos pasillos. Llegó corriendo a la otra punta del lugar, levantó la vista para ver el cartel, el baño de hombres, levantó la pierna y descargó toda su furia en esa patada, abriendo la puerta de aquel impecable baño con un fuerte golpe que resonó en todo el edificio.

— ¡Akaashi! —El bicolor gritó su nombre ansioso mientras abría de una en una las puertas de los cubículos con fuertes patadas que astillaron una que otra.

Esa no era la manera, lo sabía, podía causar que Akaashi se asuste y haga otra estupidez pero su mente estaba ida. No había motivo que lo atara a tener paciencia; su novio, la persona más importante que tenía, podía estar cagándose la vida otra vez ¿Cómo carajos iba a estar tranquilo?.

Ahí estaba, frente al último cubículo y donde, sin duda alguna, Akaashi estaba. Inhaló y exhaló una y otra vez pero no podía calmarse. No hasta verlo. No hasta saber que estaba bien.

Abrió la puerta con tranquilidad.

Y lo peor de toda su vida se encontraba frente a él.

Akaashi tenía la mirada perdida, las cosas estaban desperdigadas por todo el piso, como si su abstinencia habría desatado al monstruo que permanecía dormido bajo toda esa mierda; el Akaashi que no podía más, aquel que tenía que cuidar y levantar día a día.

Su sangre hirvió, su rostro se enrojeció en ira retenida y bronca que no podía expulsar, estaba frente a un Akaashi drogado, su vida pendía de un hilo fino, muy fino, que lo separaba de la inconsciencia y la vida ¡Y en lo único que él pensaba era matar a ese chabón de mierda!.

SERENDIPIA [  kurotsuki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora