2

630 86 66
                                    


El pelinegro mayor caminaba adelante de ellos. Sus manos apretadas en un puño, tan tensas que podía notar sus nudillos perdiendo el color rojizo volviéndose casi blancos.

Akaashi suspiró. Sabía lo que iba a pasar ahora, encontrar a cualquier persona que esté dispuesta a estar en una violenta y sensual noche. No iba a ser difícil; Kuroo destilaba un aura cargada de superioridad, exudaba sexo y violencia por cada uno de sus poros, maravillando a cuanta persona pasara por delante suyo. Eran atraídos a él, a su violenta aura, a su forma horrible de ser y a ese control que, parecía, tener.

Sin embargo, Akaashi no podía permitirlo, sabía que si pasaba eso, todo se complicaría. Kuroo podía ser una persona que parecía estar en absoluto control las veinticuatro horas del día, pero ellos que lo conocían, hasta más que él mismo, sabían que no era así.

Los pensamientos debían rondar en su mente, atacarlo sin piedad alguna; "sos débil" "Ni siquiera pudiste hacerle frente" "¿Desde cuándo te dejas manejar por un nuevo?" "¡Asco me das Kuroo!" "¡Asco!". Él sabía que esa clase de pensamientos pasaban por su mente ahora. Él las tuvo antes.

Miró a Bokuto quién, con una sonrisa entrañada, asintió en su dirección deteniéndose en uno de los lugares secretos de ellos. Su lugar secreto. Con tranquilidad se acercó al moreno mayor hablando en una voz melodiosa.

— Kuroo —El pelinegro volteó a mirarlo. Vio cómo analizaba su rostro y terminó su escaneo con una sonrisa torcida en sus labios.— Koutaro está comprando algo, dijo que lo esperemos en su casa —Tomó su mano destensándola en el proceso. Suaves círculos recorrían la palma interior de esta y logró apreciar como sus brillantes ojos avellanas perdían la intensidad volviéndose en un oscuro lleno de deseo.— También podemos entrar a la habitación—.

Con una mano recorriendo su espalda hasta la curva que separaba su culo de espalda, ambos pelinegros caminaron dándose discretas caricias a las que estaban acostumbrados. Nadie podía saber de aquellas aventuras que tenían en secreto en la habitación.

— *** —

Sentado sobre aquel sillón rojo aterciopelado, el pelinegro retenía los gruñidos que amenazaban con salir del fondo de su garganta. Sus manos tiraban de las hebras azabaches pertenecientes al cuerpo arrodillado sobre el piso. Las manos del contrario deslizándose en suaves caricias sobre sus muslos que encendían cada vez más y más su cuerpo. Amaba esa boca sucia de Akaashi.

— ¿Qué pasa Kuroo? —Habló Bokuto desde la espalda de Akaashi, metiendo y sacando dos de sus dedos. -- ¿Extrañabas los petes de Akaashi? Yo también la verdad, dijo que solo eran para vos —Se levantó de su lugar sentándose al lado de Kuroo. -- ¿Eh? ¿Los extrañabas? —.

Los dedos de su mano se enterraron en las hebras azabaches del mayor acercándolo en un violento impulso. Ambas miradas conectaron; se miraban desafiantes entre sí, todo el aire que se respiraba era pesado y se les dificultaba la entrada de este. Pero eso en vez de hacerlos sentirse asustados, los enloquecía todavía más.

Sus labios se pegaron en un desesperado movimiento. El bicolor tiró con fuerza del sedoso pelo. Kuroo gimió. Bokuto también. Los labios del menor de ellos se movían con audacia sobre los suyos causando que fuertes punzadas se clavaran en su bajo vientre. El contrario tomó su labio inferior mordiéndolo con ahínco causando una ráfaga de pinchazos recorrer desde sus pies hasta su cabeza.

No podía más. La boca de Akaashi succionando con fuerza su miembro invitándolo a dar estocadas contra su lastimada garganta. Los labios de Bokuto recorriendo su cuello y hombros, sus manos jugando con sus hipersensibles pezones. Su mano deslizándose con rapidez sobre la erección del bicolor. Si no paraba esto, acabaría en cualquier momento.

SERENDIPIA [  kurotsuki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora