Capítulo Cuatro

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Andrew

El amor no tiene que ser perfecto ante todo el mundo.

Debe ser una mezcla de imperfectas circunstancias

ante los involucrados

J. R. Ariadna.

Me despierto con Stephen debajo de mí, acurrucado y totalmente dormido, dejando escapar unos agudos ronquidos. Está debajo de mi pecho, y el resto de mi cuerpo está prácticamente encima.

¿Le he aplastado?

Me quito con suavidad para no despertarlo y le tapo con la manta hasta las orejas para que no se enferme. Me quedo unos segundos en la cama, desperezándome y revisando mi móvil, por si algo importante había pasado.

Nada. Bien.

Son las ocho de la mañana. Una hora más tarde de la que suelo despertarme, pero hoy es mi último día, así que supongo que no pasa nada.

Me levanto y camino hacia el salón, donde aparte de unos sillones realmente espantosos hay una televisión enorme y un gran ordenador de mesa.

Me acerco al teléfono del hotel y pulso el botón de recepción.

—Recepción del hotel ¿Qué desea?

—Un desayuno continental. Todo lo que haya en ese menú a la doscientos treinta y dos a las nueve.

Me da una afirmativa y sin despedirme cuelgo y me voy al sofá con mi portatil para revisar emails y el contrato por última vez.

Pienso dejárselo absolutamente todo. El cien por cien de las acciones que tienen que ver con actividades ilegales, las bases de operaciones, los sótanos, la herencia de mamá y las casas que me fueron dadas por esta mierda.

No quiero absolutamente nada que tenga que ver con esto. No quiero que me salpique, y lo dejo de forma muy clara en el contrato. Después de esto desparece y me deja tranquilo, aunque he puesto algunas condiciones.

El teléfono comienza a sonar y descuelgo rápidamente.

—¿Ha pasado algo? —le pregunto a Dimitri. Nunca llama a mi teléfono. Siempre envia un mensaje.

—Tengo una noticia buena y otra mala ¿Cuál quieres?

—Siempre me traes este juego. Quita la tirita de golpe y deja de hacerme sufrir —escucho una risa a través del teléfono.

—Está bien. La buena primero —coge aire—hemos encontrado a Grace.

¿Qué? ¿Es en serio?

Joder. Me falta el aire, pero de felicidad. Tengo ganas de subirme al sillón y ponerme a saltar como un niño el primer día de navidad.

La han encontrado. ¿No será una broma no? Espero que no. Sé que tiene que estar en los Estados Unidos. No tiene dinero suficiente para irse a otro continente, por lo que la busqueda se reduce.

—¿Estás ahí? Bueno no sé. El caso es que está en Los Ángeles porque muchos de tus seguidores han subido fotos de ella por las redes sociales, escandalizadas por encontrar a la musa del libro, aunque hay algunas otras fotos de otras chicas pelirrojas, pero sin duda es una de ellas.

—¿Qué coño hace en Los Ángeles? — mi vocecita me llama la atención —no quiero saberlo. Muchas gracias por haberla encontrado.

—¿No quieres que investiguemos más?

Oh. Créeme que sí, pero no debo.

—No vamos a inmiscuirnos más en su vida hasta que vaya a buscarla. No quiero saber que hace, ni donde vive, ni nada. Solo quiero el sitio donde trabaja para poder ir a pedirle perdón.

Pasión Desenfrenada (COMPLETA) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora