Capítulo Diecinueve

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Andrew.

La mayor sorpresa es ser recompensado

con el mismo amor.

J. R. Ariadna

Estoy sudando por cada poro de mi cuerpo. Si ahora mismo escurriera mi camisa sobre la bañera conseguiría llenar al menos la mitad.

No me he querido arreglar mucho ya que podría sospechar, así que me he puesto una camisa de color negro, que se ve menos las pruebas de mi nerviosismo y unos tejanos oscuros.

Me meto las manos en los bolsillos, para calmar mis nervios y para revisar por décima vez que el anillo sigue ahí. Es esta noche. Hoy es la noche que voy a declararme a la mujer de mi vida, literalmente hablando porque no he podido amar a otra.

Stephen entra en la habitación, acompañado con el resto de chicos.

—¿Quieres calmarte? Has subido aquí por tercera vez y Grace está empezando a sospechar.

—Si, hombre. Relájate un poco. No podrás ni hablar con ella si sigues temblando como una anciana.

—Que os den. Estoy nervioso. No he hecho esto nunca. Iba a hacerlo en el segundo plato, pero me rajé. En el postre, me rajé y ahora he perdido las dos mejores oportunidades. Ya no será perfecto y no querrá casarse conmigo y

—¡Por dios! —exclama Andriy en voz alta. Abro los ojos sorprendido. Jamás ha gritado hasta hoy —mírate lloriquear como un niño de papi que no le ha comprado el último modelo de móvil —se abre paso entre los demás chicos, convirtiéndose en el protagonista. Elevo una ceja —deja de ser un niño y sé el verdadero Andrew Carter. El que yo sé que está ahí. Y como vuelvas a entrar en esta habitación para esconderte como una gallina te quitaré el anillo y se lo pediré yo por ti —suelto una pequeña sonrisa —ahora sal ahí y demuéstrales a todos que la amas como nadie.

Tiene razón. Soy Andrew Carter, joder. Pero no el Andrew Carter en su versión capullo. Soy Andrew Carter en su mejor versión. En la versión simpática, romántica, trabajadora y amable.

Me enderezo, ganando altura y sobrepasando al resto de las personas de esta habitación. Stephen me hace una seña antes de sacarnos a todos de la habitación, dejando la puerta abierta de par en par para ver como bajan.

Tú puedes. Vas a bajar ahí y abrirte en corazón y en alma frente a ella y sus seres queridos, que sé que es lo que más desea. Que seas sincero con ella. Mejor dicho, transparente.

Revisando por última vez si llevo la caja en el bolsillo bajo hacia la planta principal, donde los niños juegan con Luke y el resto de personas hablan entre ellas disfrutando de una suave música clásica y una copa de vino.

Al llegar al salón, Grace me visualiza al instante, dándome una amplia sonrisa. Está hermosa con ese vestido veraniego de color verde y estampado de flores blanca. Le hace parecer aún más joven y guapa, si eso fuera posible.

Stephen me da un cubierto y una copa. Sé lo que significa esto. Al estilo Andrew Carter. Bien. Es el momento.

Doy unos cuantos golpes suaves con el metal sobre el cristal, pero suficiente para que se escuche por toda la superficie y me presten atención.

Dejo las cosas sobre la mesita que tengo al lado y me agarro las manos.

—Hola a todos. Y gracias por venir hoy —paso saliva por mi garganta —me gustaría decir unas palabras, breves para anunciar algo importante —miro a Grace, lanzándole una sonrisa. No tiene ni idea de lo que estoy haciendo —hace más o menos dos meses tuve el placer de conocer a esta bella chica de cabellos pelirrojos. Fue un placer para mí, ya que por desgracia cometí el error de tratarla lo peor que pude debido a mis inseguridades y a mis problemas internos. No quiero entrar en ese tema, pero solo Dios sabe lo que he hecho y todo lo que hago por tratar de enmendarlo por estar para siempre con la mujer que amo. Es lo único que le pido a este mundo. Permanecer con Grace por mucho más tiempo. Todo el que pueda —suelto una sonrisa al aire —a pesar de todo ella se encargó de darme una oportunidad, y luego otra y otra y otra. Sé que no soy el hombre perfecto, al revés. Soy testarudo, vil, amargado y con muy poco sentido común, pero me he encontrado con mi talón de Aquiles. Alguien que me hace replantearme mi forma de ser y de querer cambiar todo aquello que es malo en mi interior. Es el sol que ilumina mis mañanas y la luna que me guía por la mañana. Así que por favor, Grace Johnson —saco la caja del anillo arrodillándome al segundo —¿me harías el honor de casarte con este caso perdido para que le ayudes a mejorar y así encontrarse contigo en la divinidad de los cielos y permanecer juntos hasta la eternidad?

A estas alturas ya está llorando, mirándome fijamente como si hubiese olvidado el resto de la sala. No pierdo la sonrisa porque a pesar de las lágrimas de su rostro no puedo parar de observar la felicidad que hay en ellas.

—¡Sí!¡Sí quiero! — da unos saltos en el mismo sitio antes de lanzarse contra mi y tirarnos al suelo para comenzar a besarme.

Puedo sentir sus lágrimas saladas en mis labios, y es en ese momento cuando decido romperlo y colocar el anillo en su dedo.

Pasión Desenfrenada (COMPLETA) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora