Capítulo 51: Ahí vamos una y otra y otra vez

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Al principio, antes incluso de recordar como se llamaba, Lan XiChen creyó que todo estaba absolutamente bien. Mejor que bien incluso, de maravilla. Había, después de todo lo ocurrido en los últimos días, una cierta euforia en despertarse acompañado. El cuerpo a su lado ya no le era ajeno, no lo sería nunca más (o, al menos, eso esperaba), y le encantaba tenerlo cerca, abrazarlo y besarlo a su antojo sin recibir más que un gruñido avergonzado o una caricia de vuelta. Dos o tres besos habían bastado para que se volviera por completo adicto a él. El enredo de brazos y piernas en el que se encontraban entrelazados no le resultó más que una consecuencia lógica de la noche anterior, secuela de su extenuante charla y de otro par de sesiones de cultivo dual a las que les resultó inevitable no rendirse. No, por lo menos, cuando querían probar cada recodo del cuerpo ajeno, palpar y sentir sobre sus pieles cada recoveco como si tuvieran prisa por conocerse. Jiang WanYin no había querido hablar mucho de sus sentimientos —le resultaba difícil sincerarse y ya bastante había hecho contándole esa vieja historia— así que tras calmarse e ignorar la mancha humedecida en el hombro del primer jade optó por ser pícaro y desviar toda conversación hacia el sexo, la táctica favorita de su álter ego. Aprendía rápido, y así el honorable e intachable ZeWu-Jun se descubrió incapaz de resistirse a sus encantos. Por fin entendía por qué Lan Huan y Jiang Cheng parecían tener una frecuencia de intercambios sexuales como poco escandalosa o por qué su hermano y su cuñado (más su cuñado que su hermano, a decir verdad) se sonreían cuando alguien mentaba la frase "todos los días". Ahora que había descubierto el placer y las maravillas del cultivo dual, tenía la ligera sospecha de que acabaría por engancharse como un drogadicto a su toxina favorita.

Podría ser peor, ¿no?

Feliz, embriagado por esa sensación de amor correspondido, entreabrió los ojos y vio hebras negras de cabello sedoso, todas desparramadas a su alrededor. Enmarcaban un rostro de infinita hermosura todavía sumido en el amparo del sueño. Sonrió, le besó la frente y volvió a cerrar los ojos. Todo estaba bien, todo era perfecto. Hacía tanto tiempo que no dormía así, sin pesadillas ni miedos ni culpas fantasmales. Lo abrazó un poco más y, envuelto y cobijado en su pecho, Jiang WanYin ronroneó conforme.

Justo entonces una lengua áspera y pequeñita le lamió la nariz, y supo que todo estaba absolutamente mal y que ese no era Jiang WanYin.

Lan XiChen volvió a abrir los ojos, esta vez de golpe y asustado. Delante de sus narices se encontró la cabecita triangular de un gato negro, una gata, que le miraba con esos grandes ojazos entre el verde y el amarillo abiertos de par en par. Se posicionaba solo un poco por encima de la cabeza de Jiang Wan... Jiang Cheng. Ahora, más despierto gracias al susto que se acababa de llevar, se daba cuenta de las inevitables diferencias. Cabello corto, media melena a la altura de los hombros, algo más liso que el de su compañero de cultivo por no acostumbrar a trenzárselo. Las marcas dejadas por las patillas de las gafas, visibles con gran claridad sobre el elegante puente de la nariz, porque mintió la última vez que proclamó que "mañana se pasaría por la óptica". Tatuajes negros bajo su clavícula y en su hombro, cayendo hacia su omóplato en una corriente de tinta. Y un evidente reguero de marcas rojas que nacía en la base de su cuello y se perdía en dirección a un pecho que nunca jamás había sido flagelado.

Con el ceño fruncido en claro desacuerdo, el primer jade volvió a mirar a la gata. Recibió un maullido casi como una afirmación anticipada a la pregunta hastiada que le susurró al aire.

-¿Zidian?

No tenía muy claro que los gatos fuesen capaces de asentir, pero ella parecía estarlo haciendo al mover la cola a un lado y al otro con esa gracia suya.

Menos en shock de lo que debería, sin pararse a pensar en soltar a Jiang Cheng (al fin y al cabo, así se le hacía mucho más sencillo diferenciarlo de su pareja de cultivo. Y otra cosa no, pero distintos eran) o en deshacer el abrazo que los enredaba rememoró una conversación que había acontecido poco antes de dormirse juntos. Fue cuando cayeron rendidos sobre el colchón de la alcoba, mirándose satisfechos y acalorados. Se habían besado con toda la tranquilidad del mundo, como si no existiera ni importara nada más. Un poco como había soñado en besarle desde que se dio cuenta, allá por la guerra, de lo enamorado que estaba de él y de sus impetuosos relámpagos púrpuras. Como si sus responsabilidades y su estatus se hubiesen evaporado en el aire. Lan XiChen había sido tan feliz en ese momento que solo deseaba prolongarlo en la eternidad, extender el roce entre sus bocas hasta olvidarse de a quién le pertenecía cada una.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora