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- Esto no es necesario, te aseguro que puedo caminar perfectamente y llegar a mi dormitorio por mi propio pie – alrededor de medio día había sido dada de alta. Su temperatura corporal había vuelto a la normalidad, no había secuelas en manos ni pies por lo que no era necesario requerir a la amputación –Bendito sea Dios-

- Y luego qué? Dejarte caminar 10 kilómetros hasta tu dormitorio, en invierno, cuando amenaza con llover de nuevo. Sí, no lo creo – su risa llego como un golpe de realidad hacia ella, giro su rostro hacia él. Empujaba con suavidad su silla de ruedas, sus ojos descendieron desde su fuerte barbilla por sus anchos hombros, bajando lentamente por sus brazos demasiado trabajados hasta sus manos, tan cerca de ella.

Bajo los pies deteniendo la silla girándose totalmente sobre el asiento hacia él, tomando su mano entre las suyas la observo con detenimiento, el aún mantenía en secreto su identidad, no planeaba alarmarla sin ser necesario, aún era demasiado pronto para que lo viera y se asustara. Sus dedos se deslizaron con suavidad sobre sus uñas, iguales a las de una persona normal, solo que eran negras como la noche y parecían mucho más gruesas al simple tacto. Levanto la mirada de nuevo con una clara interrogante en su rostro. Sin previo aviso Vlad entrelazo sus dedos con los de ella dando un suave apretón intentando transmitirle tranquilidad y seguridad.

- Son garras Kayla–soltó su agarre con rapidez y en lo que pareció un destello de luz su mano creció y deformo en una garra, solo por un segundo, antes de regresar a la normalidad. Sus uñas habían crecido y eran puntiagudas el final.

- Garras? – aparto sus manos alejándose, su corazón empezó a latir de prisa viendo ahora su mano normal nuevamente, había sido tan rápido, talvez el reflejo de la luz o una fuga de gas la había hecho alucinar.

- Podría decir que estas demasiado tranquila, pero tu corazón te delata, sin embargo, tu rostro es un libro que no puedo leer – su dedo se curvo debajo de su barbilla levantándola hacia el – eres tal y como desee.

Sin ánimos de rechazarlo, pero retraída por sus palabras se liberó de su agarre acomodándose de nuevo en la silla, encaminándose hacia el estacionamiento.

Fueron apenas dos minutos desde que la dejo cuando una SUV negra se había detenido frente a ella, Vlad bajo deprisa rodeándola, con ese andar tan grácil con su cuerpo moviéndose en armonía acompañando cada paso que daba, su mirada decidida con un objetivo en mente. Ella.

- Lamento la demora, muchacha - se levantó de la silla y cuando el hizo el ademan de levantarla en brazos ella retrocedió. Había recuperado su vestido, por lo que su trasero ya no quedaba al descubierto con esa ligera bata, pero no por eso era una princesa en apuros.

- Puedo subir sola, gracias – ella misma puedo escuchar su acento, tan golpeado y fuerte, arrepintiéndose un segundo después cuando lo miro levantar las manos a manera de rendición dejándole la silla a un enfermero. Se sentó en el lugar del copiloto. –"¡¿Que estás haciendo?! ¡Estas subiéndote al auto de un desconocido! ¡Regla número uno, no hables con extraños, regla número dos, no te subes al auto de extraños! Dos sencillas reglas que has roto el día de hoy, ¡¿cuantas más piensas romper?!" – una vocecita interna le gritaba y suplicaba que bajara de inmediato y buscara un taxi e incluso en el peor de los casos llamara la policía.

El subió deprisa a su lado, cerrando la puerta, poniéndose en marcha hacia la calle. Cuando un semáforo se puso en rojo algunas calles después del hospital se miraron fijamente, los ojos de él brillaban con un anhelo reflejado en ellos, destellos azules se veía en sus pupilas. Inclinándose hacia el sobre el asiento parecía ser llamada por su mirada para perderse en ella. Sus labios temblaron anticipándose, pudo ver de reojo sus nudillos apretándose contra el volante, tensándose al punto de ponerse blancos. El mordió su labio, dejándole ver lo que creía que era un par de colmillos, unos caninos demasiado afilados, demasiado perfectos.

Siempre a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora