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Bajaron del vehículo juntos encaminándose rápidamente por la calle hacia el café Du Mont. Pidiendo algo ligero ambos, él le hablo del Glenrial, de su familia, de la tragedia que había acontecido cuando ellos era apenas un niño, quedando huérfano y siendo cuidado por Valkien, un viejo lobo de cuando ellos estaban bajo el yugo de los vampiros. Sirviendo a la familia de Katrina. Habían roto las reglas, pero la química entre ellos había sido simplemente inevitable. Alimentarla había sido una de las experiencias más gloriosas de su vida. Acompañándola y estando a su lado en el Consejo Europeo, donde ella tomo su lugar después de la muerte de su padre. 

Su linaje venia de unos de los primeros lobos, un linaje puro, haciendo lo un alfa por nacimiento. Le hablo de sus dominios en Francia, donde aún era poseedor de la antigua mansión Phantomhive. La ultima posesión terrenal de Katrina.

Quería contarle más sobre su vida anterior, pero aún era doloroso la simple mención de su nombre. Katrina.

- Espera entonces, regresemos un poco, si tu linaje es puro, eso quiere decir que, si hubiera algo así como una monarquía de lobos, ¿tu serias...? – pregunto llevándose su taza de café a los labios.

- ¿Eso es todo lo que te importo? ¿Si soy una especie de Rey para los licántropos? – la risa sonaba tan natural en él, se sentía un poco avergonzado, de estar aquí disfrutando con otra persona. Cuando ya ha perdido una compañera, cuando no debería tener derecho a otra, y mucho menos a menospreciar su memoria. –Vaya tenemos a una caza fortunas aquí! Tan inocente que te ves virgen santísima – siguió riendo haciendo que algunos comensales se giraran a verlos mientras ella solo cubría su rostro con una mano con una tensa sonrisa en él.

- No es eso! Es solo, que es tan diferente a nuestro mundo! Con tu rango de Alfa y tu linaje deberías poder estar al mando de cualquier manada, ¿no? – exclamo una vez él se tranquilizó.

- Pues sí, así es. Pero deje el Glenrial años después de traerlos desde Europa. La manada necesitaba un cambio de ambiente, y en ese entonces la ciudad empezaba a formarse. Fue fácil mezclarnos con los primeros colonos. Todos provenimos de un lobo por lo que, en sí, cualquiera tiene posibilidad de ser mi tipo de Alfa, siempre y cuando estés dispuesto a pelear por el puesto. – sus ojos brillaron ante la idea de una pelea, una buena y sangrienta pelea. – Lo más cercano a "monarquía" para nosotros es tener un puesto en el consejo de tu región.

Y en verdad podía imaginarlo, después de haberlo visto ayer en la SUV. Podía imaginar a su lobo tomando posesión de su cuerpo, matando a sus enemigos. Rugiendo victorioso a los cuatro vientos. Podía imaginarlo junto a una mujer, una vampira.

- Puedo imaginarlos perfectamente protegiendo tu puesto. ¿Cómo era ella? Físicamente... - bajo la mirada hacia su café mientras lo mezclaba con una cuchara.

Viendo a la mujer frente a él unos segundos, pudo por primera vez darse cuenta de lo diferentes que eran, comparándolas a conciencia, sonrió desviando su vista hacia la ventana. Viendo a la gente pasar por la acera, los autos, asimilando cuanto había cambiado el mundo en doscientos años.

- Ella era perfecta. Tan pequeñita, con un rostro inocente. Pero a la vez era la asesina más sanguinaria que he visto en mi larga vida. Tanto poder en un ser tan pequeño, su apariencia jugaba a su favor, nadie veía venir el ataque. – cerro los ojos unos momentos antes de continuar – Su cabello era largo y castaño, tenía los ojos verdes más grandes que he visto, los más expresivos. Era fácil darte cuenta cuando estabas a punto de morir. Sus suaves y gentiles manos lograban abrigar a la más lastimada de las almas. Dar el más dulce de los consuelos. La lengua bífida más mortal de todas. Una mujer diferente para sus tiempos. La Francia de aquel entonces no estaba preparada para lo que ella era capaz de hacer, ni como vampiro, ni al tratar con humanos. – regreso la mirada hacia Kayla quien lo miraba con tristeza al saber que ella era totalmente lo opuesto. – Eran tiempos diferentes, entonces o te los comían o eras comida. Los clanes han aprendido diplomacia en lugar de ir directo a la guerra por las disputas. Ella se moldeo en la época. Cuando era solo una humana, había sido solo una niña cuando la trajeron a la inmortalidad, tenía apenas quince o dieciséis años, y ya tenía todo un clan a su espalda. La vida era dura Kayla – la consoló tomando su mano acariciándola mientras sonreía. Sin embargo, sintió su propio corazón apretarse al recordarla, hacía años que no tenía un recuerdo tan vivido, tan intenso como el que tenía ahora hablando de ella – Y sin importar cuanto la ame, la he perdido, por no ser lo suficientemente capaz de protegerla. Pero eso cambiara contigo. Quiero que me permitas amarte, con la intensidad que solo un lobo puede amar.

Siempre a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora