—No tengo idea de qué hacer— Me eché hacia atrás, sin haberme percatado que la dama estaba sentada atrás mío.
—Tampoco. ¿Y si presionas uno al azar?
—No. Bueno, nunca había perdido en este juego. Seguro uno es una trampa, y puede matarme— me consoló con acaricias.
Hasta ahora en el juego había tenido suerte, no he muerto ninguna vez. La única ocasión en la que pensé haber muerto, fue en el inicio. Ahora temía un «game-over». Perder mi progreso, significa lo que se había convertido para mí, perder parte de mi vida. A diferencia de la realidad, el juego me brindaba una compañía indefinida. Disfrutaba de matar a los malos junto a Ariel para libertar su mundo, pero... Nunca me había puesto a pensar en lo que significa libertar el juego del «error», que habló la otra Leisa.
—Había un personaje que una vez dijo algo extraño. «Error». ¿Tendremos que equivocarnos aquí?— dije con seguridad.
Sin esperar una respuesta de Ciela, la dama, accioné la intermedia estando segura de que debía cometer el error. La correcta llevaría mi personaje a la muerte. La gran puerta se abrió, haciéndose de un eco ensordecedor. A paso lento entré, mientras concedía un vistazo a la señora con unos ojos de completo gozo, siendo correspondida.
La otra habitación a la que había entrado mi personaje, estaba completamente oscura. Esta vez no sabía que esperarme, quería regresar al juego normal y volver con Ariel. En medio de la habitación, una acción me incitaba a presionar la tecla de gestión. Supe al instante que era un interruptor con el fin de encender una vela e iluminar la habitación, solo que... No concedí tiempo lo que vendría.
Cuando la luz fue encendida, encontramos un cadáver en etapa de putrefacción. La sala estaba bañada en sangre seca de polo a polo. No podía oler el ambiente, pero la sensación me hacía querer vomitar. Miré a Ciela, esperando una reacción similar... Pero me pareció haberla visto sonreír. Mi corazón empezó a latir más rápido que como había podido desfilar en todo el día. Me acerqué al cadáver, y me percaté que podía examinarlo. Al hacerlo, supe que era la asistenta, Leisa.
Su cuerpo había sido mutilado en partes, como si hubiese sido rebanada a espada. Dejé de ver el cuerpo por la incomodidad de los detalles que me brindaba la escena, y me puse a investigar otras cosas. Había un escritorio al lado de este, destrozado, como si hubiese sufrido igual con la contienda. Revisé los gabinetes a ver qué conseguía para poder salir, y encontré un pequeño cofre con un candadito.
El candado era de estos donde tenías que ingresar una contraseña de cinco letras. Tenía cinco ranuras distribuida como un círculo: una al frente, dos a los lados, y dos abajo. La forma en la que estaban distribuidas, me hizo acordarme a aquel diálogo que tuve con esta extraña asistente que decía que podía salvarlos de un error. Me permitía poner letras, únicamente estas cuatro: «VPCD». Por la orientación de las ranuras, me puse a pensar un breve momento. Intenté un primer código, que funcionó.
«V» de Vindemia al suroeste; «C» de Columbia al norte; «P» de Palo al oeste; «C» de Carao al este y «D» de Delmar al sureste. La posición en la que estaban situadas las ranuras, hacía referencia al continente completo y sus cinco países. El candado fue liberado, y pude abrir el pequeño cofre. Dentro de este, había una pequeña nota que decía: «Creé a Leisa. Ella ahora es real, cuidado».

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La Leisa.
Mistero / ThrillerUna chica despierta, desconcertada, en una extraña mansión junto a una millonaria. Recuerda que tenía un extraño aparato que había fabricado su padre, y ahora junto a ella deberá descifrar los misterios que esconde esta. Una consola a la que bautizó...