Calíope
- Cali.. - Me llamó mi prima mientras dejábamos los regalos sobre la barra de la cocina.
- Dime. - Respondí concentrada observando detalladamente la lámpara que había comprado.
- Tú... - Dudó unos segundos. - ¿A ti te gustaría volver a ver a Aiden? - Afirmó su cabeza de lado sobre sus manos juntas mirándome.
- ¿Por qué quieres hablar de Aiden todo el tiempo? - Fruncí el ceño.
- Solo es curiosidad. - Habló rápidamente y se enderezó en su asiento. - Solo quería saber si lo habías olvidado o si...
- ¿Cómo lo olvidaría? - Suspiré interrumpiéndola. - Fue mi primer beso y mi primer mariposa en el estómago. - Sonreí recordando.
- Entonces.. tengo que contarte algo. - También sonrió y me miró emocionada.
- ¡Cali, Raina! - Nos llamó mi madre desde el segundo piso y subimos rápidamente.
- ¿Qué era lo que ibas a decirme? - Inquirí cuando ya nos encontrábamos arriba.
- Nada, olvídalo. - Hizo un gesto despreocupado. - Ayudemos a tu madre. - Asentí.
Luego de ayudarla a mover uno de los grandes cuadros que había en el cuarto de huéspedes, fui a mi habitación y decidí dormir unos minutos antes de almorzar. Haber recorrido el gran centro comercial por unos cuantos minutos y Raina hablando todo el tiempo sobre Aiden, me tenían agotada.
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- ¡Hola, familia! - Nos saludó mi padre entrando por la sala para luego sentarse en la gran mesa. Ya todos estábamos listos para almorzar. - Adivinen quién es mi nueva mano derecha en la empresa.
- ¿Quién, cariño? - Mi madre colocó una jarra de jugo sobre la mesa.
- El mismísimo Dylan Leone. - Sonrió.
Todo pasó en un segundo. El trozo de carne que había ingerido quedó atascado en mi garganta por lo que mamá se levantó rápidamente a golpearme la espalda y Raina me entregaba un vaso de agua.
- ¿Qué? - Pregunté aún tociendo y sintiendo un pequeño dolor en mi garganta. Presioné mi pecho con mis manos para intentar calmar el dolor.
- ¡Es sensacional! - Aplaudió mamá. - La familia Leone sigue aquí. Tenemos que contactar con ellos para invitarlos a cenar.
Mis padres charlaban animadamente en el almuerzo mientras yo trataba de asimilar la situación. Aiden seguía aquí. Y nos veríamos pronto, de eso estaba segura.
- Yo... si me permiten, voy a subir a mi habitación. Tengo algunas cosas que organizar. - Mentí dejando los cubiertos sobre mi plato el cual todavía tenía restos de comida.
- Hija, ¿Por qué no esperas el postre? Hice una deliciosa tarta de fresas. - Mamá sonrió orgullosa.
- Oh, después la probaré. Solo quiero aprovechar lo que queda del día para dejar todo en orden. - Asintió dudosa y subí las escaleras.
Cuando me encontré en mi cama comencé a hiperventilar. Mi padre trabajaba con su padre y tal vez volvería la vieja amistad que habían tenido. No sabría cómo mirar a Aiden después de tanto tiempo. Ni cómo reaccionar a su presencia. Tal vez, ¿Abrazarlo? ¿Ignorarlo? ¿Decirle un simple hola? ¿Mencionarle lo mucho que lo extrañé y que lo he pensado todo este tiempo?
- ¡No puedo creer que se volverán a ver! Y ni siquiera tuve que llamar a Daryl para juntarlos, sensacional. - Rió Raina después de entrar al cuarto y sentarse junto a mi.
- Volveré a verlo y lo peor de todo es que no sé cómo reaccionar cuando por fin lo vea. - Llevé una de mis manos a mi frente. - Espera, ¿Qué? - Fruncí el ceño y la miré.
- ¿Qué de qué?
- Eso que acabas de decir, "Ni siquiera tuve que llamar a Daryl". - Repetí sus palabras y me paré de la cama rápidamente. - Raina, ¡¿Tú lo sabías?!
- Bueno, yo... - Balbuceó.
- ¡No puedo creer que no me hayas contado de tu encuentro con Daryl!
- ¡Es lo que he tratado de decirte pero siempre había algo que lo evitaba! - Exclamó desesperada y rodó los ojos.
Tomé aire y froté mis manos ansiosamente. Debía tranquilizarme. Solo era encontrarme con mi mejor amigo 8 años después de una triste despedida.
- Cálmate, ¿Sí? Y duerme algunas horas si quieres, luego iremos a casa de la abuela. - Me recordó y asentí. Raina salió de la habitación y tomé mi toalla, necesitaba una ducha.
Cuando por fin secó mi pelo, me vestí con un corto vestido floreado y arriba de éste una chaqueta de jean. Rocié sobre mi cuello uno de los perfumes que me había regalado mi madre y cuando estuve lista tomé mi celular y salí por la puerta, no sin antes visualizar la A de mi collar a través del espejo.
- No puede ser que cada cosa que te pongas arriba te quede tan bien. - Rodó los ojos mi prima. - Puedo asegurar que aunque te vistas con un trapo sucio parecerás Gigi Hadid en la pasarela. - Añadió y reí.
- Pues si yo soy Gigi Hadid tú eres una diosa egipcia, primis. ¡Mira esas piernas! - Alagué a Raina mientras ésta reía y daba una vuelta sobre su propio eje.
Vestía una camisa blanca corta con decoraciones floreadas en sus hombros, un short de jean y unas zapatillas también blancas. Su rubio y corto cabello hoy estaba más brillante que nunca y hacía resaltar sus grandes ojos marrones.
- Bien, ya vámonos. La abuela estará feliz con los regalos. - Sonreímos y salimos de casa.
¿Qué decir de mi abuelita Munia? Era la mujer más dulce y tierna del planeta. Nuestra segunda mamá.
Hacía 8 años que no la veía en persona, solo hablábamos por Skype y todo gracias a la ayuda de Raina, ya que ella le ayudó a utilizar la tecnología.
Yo y mi prima somos sus únicas nietas, razón por la que de niñas peleábamos por ser la nieta preferida. Aunque ninguna de las dos sintió nunca que una fuera más querida que la otra, mi abuela siempre se encargó de repartir su corazón en partes iguales, cosa que nos unió más.
Las tardes de invierno, yo y Rai corríamos a su casa y recuerdo que al tocar el primer timbrazo nuestro abuelo nos abría la puerta sonriente y nos recibía con los brazos abiertos, mientras que al fondo, en la cocina, la abuela Munia preparaba un exquisito chocolate caliente.
Nuestro abuelo murió hace algunos años, por lo que nos encargamos de mimar a la abuelita para que nunca le doliera su ausencia. Aunque eso creo que es imposible.
El dolor nunca se va, está siempre. Solo se acostumbra a vivir con él.

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Despeinada
Romance- ¡Ya, bájame! - Grité con todas mis fuerzas mientras lograba darle golpes en la espalda. - Shhh. - Me bajó con cuidado y cuando pude sentir el piso rápidamente colocó las manos en sus oídos. - ¿Por qué eres tan ruidosa? - ¿Y tú porque eres tan idio...