➵ Capítulo 4.

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- ¿Qué onda con tus amigas? - Preguntó desinteresadamente Rai mientras metía un caramelo a su boca.

- Quedamos en juntarnos esta semana. Tal vez a comer una pizza o incluso hacer una pijamada. - Respondí y esperamos la señal del semáforo para pasar. Habíamos decidido ir caminando ya que mi abuela sólo vivía a pocas cuadras.

- ¿Idalis sigue enamorada del estúpido de Noah? - Inquirió y rápidamente negué.

Idalis es mi mejor amiga, junto al resto de las chicas: Mila, Eira y Saida. Y respecto al supuesto enamoramiento con Noah, me confesó que ya no estaba interesada en él. Obviamente no he tenido el agrado de conocer al muchacho rompecorazones por el simple hecho de vivir a miles de kilómetros de aquí, pero cada vez que hacía videollamada con Ida, se encargaba de contarme lo flechada que estaba por él.

- Me alegro por ella. Noah es un idiota. - Escupió mi prima y a unos metros divisé la casa de mi abuela Minia. De repente sentí una gran emoción por volver a verla y abrazarla.

Rai también vivía allí, junto a mi tía Naia. Pero a pesar de vivir bajo el mismo techo, mi prima se pasaba la mayoría del tiempo en el extranjero. A sus 23 años terminó su estudio en el traductorado de Los Ángeles por lo que vive más dentro de un avión que en su propia casa.

Al encontrarnos frente a la gran puerta de madera pintada de un color rojizo, toqué el timbre ansiosa y esperé a que mi abuela abriera. Estaba demasiado nerviosa ya que mi llegada era totalmente sorpresa.

- ¿Eres idiota? - Raina levantó una de sus cejas.

- ¿Y ahora qué hice? - Pregunté.

- Se supone que vivo aquí. - Me miró obvia. - Tengo una llave la cual sirve para colocar en ese pequeño hoyo que tiene la puerta, luego girarlo y así permitir la entrada. - Explicó como si le hablara a una niña de 5 años y rodé los ojos.

- Lo siento. Es la emoción.

Rai no respondió nada más y solo se inmutó en abrir la puerta. Al ser abierta dejó a la vista la gran sala principal amueblada con grandes sillones, una pequeña mesa de té, cuadros colgados en las grises paredes, y las grandes repizas en donde se encontraba su colección de relojes.

- ¡Pero si son mis niñas! - Dijo la abuela saliendo de la cocina para abrazarnos fuertemente. - Cali, estás tan grande y hermosa. Toda una mujer. - Acarició mi mejilla con dulzura. - ¡¿Por qué no me dijiste que venías?! - Pegó en mi brazo con el delantal amarillo que traía entre sus manos.

- ¡Auch! - Me quejé y reí. - ¡Era una sorpresa! Te extrañé mucho abu.

- ¡Y yo a ti, Cali! Pero si me hubieras avisado habría hecho tus galletas preferidas. Aún así.. - Puso cara pensativa. - He hecho una exquisita tarta de manzana. Y con un ayudante especial. - Sonrió y guiño su ojo derecho.

- Abu Munia, aquí traigo el... - Salió de la cocina y dejó su frase por la mitad cuando me vió en la sala.

Me di cuenta cómo me había quedado sin aire para respirar y sentí que esa parte de la casa era cada vez más chica.

Esto efectivamente tenía que ser alguno de mis locos y raros sueños. Hasta pensé en pellizcarme pero caí en la realidad, y en que lo tenía frente a mí en este preciso momento.

Aiden.

Una vez que estacioné mi auto fuera de casa de la abuela Minia, tomé del asiento del copiloto la bolsa de compras y caminé hacia la puerta.

Su nieta y yo fuimos mejores amigos prácticamente desde que nacimos, si eso es posible. Por lo que Minia es como mi segunda mamá. Me crié junto a ella, y comiendo de sus exquisitas galletas de vainilla con chocolate.

Desde que Calíope se mudó a New York nunca he dejado de visitarla. Era como si mantener el contacto con su abuela me hiciera sentir cerca de ella, a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia.

En las tardes de invierno siempre pasaba por casa de Minia y me recibía con una taza de chocolate caliente. La mayoría de nuestras charlas se basaba en hablar de Cali, pues su abuela sabía que ella había sido mi primer beso y afirmó varias veces que le hubiera encantado vernos crecer juntos.

Estuvimos varios minutos amasando y cuando logramos terminar la tarta de manzana, Minia la colocó dentro del horno. Cuando terminé de limpiar la mesada sonó el timbre y comencé a caminar para abrir la puerta.

- No, mijo. No hace falta que abras la puerta. Debe ser alguno de esos vendedores que pasan todas las tardes. - Aseguró y reí para luego escuchar risas que provenían de la sala.

Minia frunció el ceño y comenzó a dirigirse al lugar sin antes voltearse y mirarme.

- ¿Aiden, podrías preparar una jarra de jugo y llevarla a la sala?

- Claro. - Sonreí y comencé a buscar un sobre de jugo en alguno de los cajones.

Fresa, naranja, manzana, kiwi.《¿Dónde estará el de pomelo?》Pensé y lo encontré en uno de los rincones.

Cuando por fin estuvo listo, tomé la jarra y dos vasos de vidrio para comenzar a caminar hacia la sala.

- Abu Minia, aquí traigo el... - No alcancé a terminar la frase ya que toda mi atención fue puesta en la castaña que se encontraba parada detrás de uno de los sillones.

No podía ser real.

Tenía su castaño y largo cabello suelto y traía puesto un vestido floreado junto a una chaqueta de jean que me hizo sonreír internamente. Seguía siendo esa dulce niña que me sacó tantos suspiros.

Sus ojos celestes estaban mucho más brillantes que la última vez que los vi y su mirada seguía siendo igual de penetrante por lo que por un momento dudé hasta de mi existencia.

- Aiden... - Dijo sorprendida.

- Cali... - Susurré de la misma manera, más para mi que para ella.

DespeinadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora