Capítulo cuatro: "No me estoy enamorando".

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"No me dejes ser el último en saberlo.

Me tiemblan las manos.

No dejes que mi corazón se rompa porque

Necesito tu amor, quiero tu amor".

This guy is in love with you – Herb Alpert.

Mi mirada sigue quieta en la bebida alcohólica que voy consumiendo de a pocos como mi única salvación, mientras siento una creciente desesperación en mi corazón resucitado. Tenerla tan cerca de mí, y viéndola reír como un ángel, provoca que mis nervios sigan disparándose, lo cual no me permite tener nada de paz. No entiendo lo que me sucede, pero por instantes no puedo manejar mis impulsos, cuando mis ojos se dirigen a sus labios carnosos.

Ella parece notarlo, porque por momentos suelta sonrisas y risillas nerviosas. Aun así, continúa pendiente de todo lo que le va platicando Tommy, ya que él parece no guardarse ninguna de sus inquietudes y trata de aprovechar al máximo que no está su queridísima esposa.

Lo que provoca mucho mi asombro, es que hasta instante no se haya sentado sobre nuestros regazos como suelen hacerlo... y es que, a primeras, cualquiera se daría cuenta que no es mucha casualidad que una chica tan conservadora salga de su burbuja, lo que me lleva a pensar es que tiene algo de alma rebelde. Sin embargo, al no estar tan acostumbrada a estos tintes de desenfreno, se sienta tan fuera de lugar, llevándola a tomar algo de distancia entre nosotros.

No pasa ni dos minutos, cuando noto que Lee acerca su mano a la de Alissa. La tensión se siente en el ambiente, como un aura que me consume y me deja desvalido. No sé por qué el miedo me acrecienta, y es como si la bebida me salvara, porque termino atorándome.

—¿Estás bien? —Escucho su voz como la mejor de las melodías, y tan cerca de mi oído, al mismo que da suaves palmadas por mi espalda—. ¡Me asusté feo!

"Me gusta verte, pero entonces otra vez vuelvo a caer. Eso es malo para mí".

Es como si nada existiera más que nosotros, porque puedo notar ese hechizo que hay en la conexión de nuestras miradas. No obstante, el miedo me hace caer a la realidad del juego de seducción y lo que puede provocarme si dejo bajar mis armas.

Me levanto rápidamente, ante su expresión atónita, como si no fuera algo de tanta conmoción.

—Sí, ¿por qué estaría mal? —respondo con desdén.

Escucho la risa de mi amigo, como si quisiera romper lo que estuvo pasando frente a sus narices.

—Nikki, ¡no seas orgulloso! —Expone con una sonrisa en los labios, aunque se nota su incomodidad—. ¿No notas que te ha salvado de vuelta? —Lanza una mirada hacia la castaña—. ¡Ella es un ángel!

Puedo ver ese sonrojo en sus mejillas, como la sangre hirviendo dentro mi cuerpo. No sé si esto es un maldito plan para burlarse de mí, o que de verdad hay interés en ellos y soy simplemente un mal tercio. Un dolor ensordecedor, como un diente cuando se pica, se instala en mí... Muy dentro de mí.

Me acerco a él, y agarro la bebida que sostiene en su mano.

—Lo que tú digas, hermano —murmuro, pasando una de mis manos por su hombro izquierdo, para darle un suave apretón.

Es la señal que querías, ¿no?

Al darle tal aviso, puedo ver su rostro confundido, tratando de pensar lo que me dirá. No me importa ello, por lo que paso de ellos, y me dirijo hacia el baño. Siento sus miradas desde atrás, pero no quiero seguir siendo un impedimento para la felicidad de mis amigos. Dentro de mis pensamientos, divago en la idea de ser alguien afortunado en haber encontrado el sitio sin ningún drogadicto o una pareja teniendo sexo.

Dulce hogar. |Nikki Sixx, Tommy Lee|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora