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-Jun, ya te dije que no te alejes de esta zona.

-¿Por qué mamá?

-Por que a los señores no les gusta.

-¿Y por qué?

-Por que tú no perteneces a su mundo, tu mundo es aquí con tus demás hermanos y tus hermanas.

-¿Por qué tengo que tener muchos hermanos y hermanas? ¿Si no los tuviera podría alejarme más?

-No.

-¿Pero por qué mamá?

-Por que no, por que si te alejas podrías pincharte con los rosales.

-Puedo tener cuidado.

-Dije que no, Jun.

-Pero mamá...

-Jun, a los señores no les gusta.

-¿Y por qué?

-Por que no perteneces a su mundo.

Aunque mamá me dijera muchas veces: "a los señores no les gusta", yo no comprendía porqué no les gustaba. Siempre me respondía lo mismo, ¿mis hermanos y hermanas hacían diferente mi mundo? Mamá decía que mi mundo era con mis hermanos y hermanas, si ellos no estuvieran entonces podría pertenecer al mundo de los señores o eso era lo que imaginaba.

-¿Y si le pides permiso al señor que viene todas las noches a verte? Él es de los señores, ¿verdad? -pregunté inocente, sin saber el significado de mis palabras.

Mamá casi nunca nos pegaba, por lo menos a mis hermanos no tanto. Decía que yo había resultado un poco más curioso que ellos y debía corregirme.

-¡No vuelvas a decir eso! -soltó molesta, golpeando mi mejilla con su mano, aquello significaba que estaba muy enojada, ella me pegaba solo cuando se fastidiaba de mis interminables preguntas.

-Perdón -susurré aguantando las lágrimas y el escozor de mi mejilla bajo mi mano. De alguna forma era una sensación bastante conocida.
Ñ
-¡Jisoo! ¡Jisoo! ¡Ven, rápido!

-¿Qué ocurre madre? -la voz de mi hermano ayudó a bajar la histeria de mi madre.

-Les he dicho a ti y tus hermanos que cuiden de sus hermanos menores, ¿por qué siempre descuidan a Jun? Llévatelo y no dejes que se acerque a las rosas, ¿oíste?

-Sí madre -respondió en el tono que mi madre siempre demandaba en todos nosotros, ese tono servicial y educado, sumiso hasta cierto punto pero fuerte y claro para ser oído. El tono perfecto para la servidumbre.

Mi hermano pertenecía a los más grandes, eran los que llevaban el mando sobre nosotros, sin embargo Jisoo siempre me trataba mejor que los demás. Había tenido la fortuna o la desgracia de ser el más chico y mi hermano con 14 años era mi modelo a seguir. Si mamá hubiese tenido otro bebé yo hubiese sido un hermano mayor como Jisoo, por lo menos eso pensaba a esa edad.

Mi hermano me apartó de ahí cumpliendo con el mandato de nuestra madre. Ella se encargaba de cultivar y cuidar el cultivo de los señores, eso me decía siempre que le preguntaba. Papá había muerto hacía dos años y nunca me había enseñado a hacer los muñecos de madera que nos hacía a mí y a mis otros hermanos, lo bueno es que Jisoo sabía hacerlos y había prometido enseñarme. Aun así su ausencia había convertido a mi madre en una mujer con los nervios de punta, la había desgastado tanto que ni siquiera parecía nuestra madre, solo era una figura pálida que paseaba por los sembradíos y retorcía sus dañados dedos sin descanso.

-¿Qué hiciste ahora? -cuestionó Jisoo cuando la distancia era suficiente como para conversar.

-Le dije a mamá que le dijera al señor que siempre viene a verla que me dejara jugar cerca de los rosales. ¿Crees que si mamá habla con él, los quiten y yo pueda jugar sin problemas? -ambos caminábamos hacia donde estaban los árboles frutales, era un camino que me gustaba, el sol se colaba por las hojas de los árboles y le daba la vista de ensueño-. Nunca he visto un rosal por aquí, ¿cómo son? ¿por qué se llaman rosales? ¿de verdad tienen aquí? ¿Son como los de la foto que nos enseñaba papá?

RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora