O

34 3 0
                                    

—Lo siento —salí de la habitación tan rápido como había abierto la puerta, sentía mi cara caerse de la vergüenza. Sentí un calor recorrerme la espina dorsal y una pequeña risa de nerviosismo amenazaba con salir de mi boca.

No es que a mis 25 años yo no supiera nada sobre sexo. Lo sabía muy bien pero aunque resultara difícil de creerlo, yo nunca lo había practicado. En cuanto a lo teórico la gente podía aprenderlo pero la práctica era un tema diferente y yo no sabía nada en lo práctico. ¿Por qué? Esperaba a Chan. Incluso aunque conociese al chico más lindo del universo, Chan seguiría siendo mi universo y por lo tanto yo esperaría incluso todo un siglo.

Tampoco es como si yo no supiera que esos dos se traían algo. Pero aún así yo no era un depravado para quedarme viendo una escena tan intima y que además me hacía sentir avergonzado.

—No es lo que piensas —¿eso qué era? Sonaba a justificación y lo único que hice fue reír, claro que Jeongin también rió y demasiado fuerte. El rostro del joven probablemente estaba peor que el mío, él definitivamente traía consigo un rubor y una mueca de preocupación.

—¿Tratas de decirle que él no te vió a punto de metérmela?

Mientras más convivía con Jeongin, más descubría lo mucho que mi madre hubiese desaconsejado una amistad con él. Si tan solo mi madre hubiese sabido el secreto de Jisoo y mío.

—A Jun no le molesta, ¿sabías que él tuvo pareja? Y no precisamente fue una hermosa mujer —Jeongin volvió a decir.

—¡El anillo! —el chico pareció descubrir un gran secreto—. Yoon Chan.

—Ese mismo, el hijo de los dueños. No te preocupes Hwang Hyunjin, Jun puede ser más faggot que tú.

—Jeongin, sabes bien que esa palabra no me gusta, lo encuentro como un vulgar insulto.

—Por que lo es, Hyunjin. Aunque hace algún tiempo que ya se ha comenzado a usar gay para referirse a las personas con enfoques erróneos del deseo sexual —dijo con un tono sarcástico. Soltó una risotada que nos asustó a Hyunjin y a mí—. Me agrada esa gente, mientras estaba viviendo con mi madre y hermana, escuché a varios hombres referirse así a esa "gente desgraciada", fue grato verlos suplicar por que no se informase nada a sus trabajos o esposas cuando los encontraban enrollados con otro hombre. De hecho una vez me tocó ver a uno en una fiesta en Chicago, estaba terminando de ahogarse con...

—Deja de decir esas cosas —casi le grité con súplica sintiéndome abochornado. Jeongin a veces no tenía filtro y Hyunjin no siempre tenía el valor de pararlo. Con un suspiro le pasé el recado que me había llegado minutos antes—. Lo único que quería era informarles que el señor Yoon quería verlos, solo eso.

—¿Vernos?

—Sí, a ambos. Terminen lo suyo yo voy a entretenerlo un rato.

—Terminamos más tarde —resolvió Jeongin—. Vamos Hyunjin, nos vestimos y vamos.

—Cuando menos decidieron cubrirse algo al bajar.

Ambos desaparecieron de mi vista casi corriendo como dos niños.

No sabía qué quería Jeonghan pero en todo el tiempo que Hyunjin había estado ahí, él nunca lo había invitado a su casa. Como si se tratase de mantener la línea trazada entre él y el resto de los que vivíamos en la hacienda solo enviaba criados a dar sus recados y era evidente que evitaba a toda costa toparse principalmente conmigo, ya fuese de manera directa o indirecta. Seguramente había perdido parte de su paz al saber que me había mudado donde Jeongin que se encontraba más cerca de su casa y había dejado el que alguna vez había sido el lugar de mi familia.

RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora