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A los 15 años seguía cuidando de él como lo hacía a los siete y también seguía siendo igual de curioso. 

—¿Pero por qué se tiene que hacer de esa manera?

Ahora comprendía que lo que hacía mi mamá solo era el pago de una deuda que nunca iba terminar de pagar, que los arrendatarios que había en aquella "casa grande" no eran más que unos abusadores, violaban a las mujeres que habían quedado viudas solo para "disminuir" su trabajo. Sin embargo no todos eran desalmados y mi gran amigo el señor Yang me enseñaba cosas sobre cómo manejar el dinero, era un señor viudo, su mujer había muerto en un accidente junto a sus dos hijos y él había quedado solo en este mundo.

Ahora que cuidaba de mi y me enseñaba a administrar de buena manera el dinero —un dinero que yo no tenía y que jamás iba a poseer en mis manos— pasaba más tiempo en su casa que en los cultivos, él decía que era mejor aprender todo sin tener nada a no saber nada teniendo todo.

Él tenía sus propias tierras y además tenía a sus propios trabajadores, mamá no podía trabajar con él hasta que terminara de pagar su deuda pero yo tenía la esperanza de que eso cambiara algún día.

—Por que sí lo hicieras de otra forma estarías yendo directo a la ruina.

—Entiendo —lo hacía, solo que a veces no lo hacía al cien por ciento.

—Eres bueno con los números, ¿quién te enseñó?

—Papá me enseñó a contar y a leer, mamá no sabe leer ni escribir pero aprendió a hablar coreano y junto a mi padre me enseñaron chino.

—¿Tu padre sabía leer?

—Sí, se que es raro por que la mayoría de trabajadores no saben leer y mucho menos escribir. Jisoo me contó cuando yo era más pequeño, que antes de que incluso él naciera, papá se había quedado pobre por que el abuelo le negó toda ayuda cuando decidió casarse con mamá.

—Ya veo. Es una pena. ¿Quieres que tomemos un descanso?

—Por favor, ya no me entran más números.

Ambos reímos un poco antes de que una mujer entrara interrumpiendo mi tranquilo descanso.

—Señor, un joven viene a verlo —dijo la ama de llaves del señor Yang.

—¿Jisoo sabía que venías? —me preguntó con su ceja enarcada. A mí me daba gracia el gesto.

—No. A lo mejor su intuición le hizo venir.

—No señor, es el hijo del dueño con compañía.

Corrigió la señora. Yo ya estaba pensando en la información que había proporcionado.

¿Cuál de los cuatro hijos del dueño podría ser? Jeonghan se lo contaría a Jisoo, si era cualquiera de los gemelos me golpearían o buscarían problemas y si era Chan yo no estaba en condiciones de que me viera, hacía dos días me había peleado con uno de los gemelos, ¡por eso no podía ser ninguno de ellos!
Me había rehusado a ir a mis reuniones con Chan hasta que el color de los golpes cambiara, después me inventaría cualquier cosa.

—¡Buenos días señor Yang! ¡Mire, traje a un amigo!

Me había distraído meditando en quién podía ser que ya había perdido mi momento para a esconderme.

—¡Tío! —apenas y miré en dirección a los recién llegados, temoroso de que me prestaran más atención de la que deseaba recibir.

—¡Pero si es mi querido sobrino! Veo que ya conociste a Chan.

—Así es, ha sido muy amable conmigo.

RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora