Capítulo I: "Aquella voz".

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Cuando abrí mis ojos, fue como si no lo hubiese hecho. Una tela cubría mis párpados y cuando quise sacarla, me sentí limitado. Otra venda estaba coartando mis movimientos. Entendía que no estaba en mi casa, mucho menos en mi cama. Mi cuerpo estaba helado e imaginé que hace unas cuantas horas, durmiendo sobre el piso. Pero... ¿Qué fue lo que sucedió?

Lentamente me incorporé, sentándome sobre mis glúteos. Olí mi alrededor y un putrefacto olor a humedad nadó en mi nariz. Con asco, hice una arcada.

—¿Ya despertaste? —Una voz golpeada oí frente a mí. Alcé mi rostro con brusquedad y dirigí mi cabeza hacia esa voz.

—¡¿Quién eres?! —Interrogué con brutalidad, intentando zafarme de mis ataduras, moviéndome de un lado a otro, pero eso solo hizo que me llegara otro golpe en la espalda. —¡AH! —Chillé del dolor y me quedé tranquilo, esperando por una respuesta.

—No intentes escapar, niño. O recibirás otro de esos. —Dijo la voz, que más bien parecía el sonido de una radio mal sintonizada.

Escuché al individuo irse, y la persona que estaba a mi lado, me puso el palo encima de la espalda; cerré mis ojos esperando otro golpe, pero nunca llegó. Sus pasos fueron a llegar a un asiento (supuse) que estaba más apartado a mí.

Pasaron horas (o así lo sentí) y no dijimos ninguna palabra, yo sabía que él estaba ahí, pero no sabía si él me notaba a mí. Me sentía solo y desesperado.

Cambié de posición ya que mi trasero me dolía demasiado. Adopté la típica posición asiática y bajé mi cabeza al sentir mi estómago resonar de hambre. De a poco me sentía impotente, quería que alguien me dijera qué estaba ocurriendo, por qué hacía tanto frío, por qué estaba ahí y no en mi casa... Y por qué no podía decir nada.

—Krist Perawat, ¿verdad? — Dijo la voz, a la lejanía.

Guardé un sepulcral silencio.

—Acabamos de llamar a tu padre por tu rescate. Es increíble que no hizo problemas por la cifra que le propusimos. En una de esas... Podamos sacarle algo más...

—Quiero orinar. —Dije seco.

—Hazlo, no me interesa.

—No puedo con las amarras...

—Yo no te voy a ayudar...

—¡Ayúdame!

—Si te suelto, quizá vas a intentar hacer... —Resopló y perezoso se acercó a mí, me ayudó a pararme y volteándome con brutalidad. Abrió mi pantalón y bajó mi ropa interior. Intenté moverme y evitar su mano.

—¡Oye, ¿qué haces?! —Le grité, pero él era mucho más fuerte y alto por lo que noté, al sentir que su barbilla chocaba con mi hombro.

—Quédate quieto. —Me ordenó totalmente serio. Tomó mi miembro y lo elevó un poco, para que yo pudiera orinar. —Tienes suerte de que estoy a tu cuidado.

¿Suerte? Yo no llamaría eso suerte, pero sí que aquel hombre me ayudó. Me cerró el pantalón y volvió a lanzarme al suelo, como si ese fuese mi lugar.

—Pero a las 7 se acaba tu suerte. —Mencionó la voz.

—¿Qué es esto?

—Entre menos sepas es mejor. Ahora, cállate.

Por alguna razón le hice caso. Sabía que entre más hablara, más golpes recibiría. Decidí comenzar por las cosas que sabía. "Me llamo Krist Perawat, tengo 17 años, voy en último año de la secundaria. Mi familia tiene dinero y yo soy introvertido. Lo último que recuerdo fue haber ido a la escuela, ver un auto sospechoso de hace muchos días cerca del trayecto y haber pasado a una tienda de videojuegos. Cuando quise volver a mi casa..." Y ahí es cuando mi relato muere, porque no recuerdo que pasó. Pero a juzgar por los hechos, alguien me golpeó o me noqueó hasta el punto de dejarme inconsciente. Me trajeron hasta acá, un lugar húmedo y mal oliente, parece una prisión, pero lo dudo. Dijeron que llamaron a mi padre, algo de una recompensa... ¡Secuestro! Abrí mis ojos y mi respiración aumentó hasta el punto casi grave. Intenté conservar la calma para no llamar la atención del sujeto que tenía a mi alrededor.

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