Epílogo II. Parte 1.

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Al siguiente día me sentía mucho mejor. Fui más intenso con el ensayo junto a Cris. Nos felicitaron por el empeño puesto. La presentación final se haría dentro de un mes en Bangkok y la academia de Chiang Mai iría dentro de 2 semanas más para afinar los detalles.

Cuando nos desocupamos, Cris me pidió que la acompañara al centro comercial porque necesitaba comprar zapatillas de baile nuevas, me prometió no demorarse mucho y que me pedía ayuda solo porque era algo de lo que yo sabía. Le creí y le seguí.

Fuimos a varias tiendas de todo Chiang Mai, pero entre más locales ingresábamos, más indecisa estaba. Ya comenzaba a cansarme.

—Cris, debo irme... —Le lancé.

—Oh, pero... —Me miró con una expresión triste.

—Lo sé, aún no compras, pero te he recomendado varias y no me escuchas. Si vamos a dar vueltas por todo el centro comercial de Chiang Mai, debo decirte que no tengo tiempo para eso. Lo siento. —Volteé mi cuerpo para irme y estaba a punto de caminar, cuando me detuvo.

—¡Krist! —Vociferó.

—¿Uhm? —Medio giré, para dirigirle la mirada por el costado.

—... —Ella apretó sus puños y se mantuvo en silencio.

—¿Qué sucede, Cris?

—No, nada... lamento pedirte que me acompañaras, pero si no querías, simplemente no debiste hacerlo.

—No es no quisiera, Cris, pero tengo algo que hacer.

—¿Y por qué no me dijiste eso antes de decirme esas palabras tan hirientes y hacerme sentir así? —La chica comenzó a sollozar y no sabía bien qué hacer.

—Cris... —Me acerqué a ella. —Lo siento yo...

—Olvídalo, Krist. —Se apartó. —Vete y haz lo que debas, me las sé arreglar sola. —Sus ojos se tornaron color indiferencia.

Apreté mis labios y le vi irse. Mi mente me decía que lo correcto era seguirla, pero simplemente volteé y caminé rápidamente a la casa de Singto.

Cuando llegué, notó mi semblante extraño y de culpabilidad.

—¿Qué te pasa?

—N-nada... es solo cosas de la academia...

—¿Y no soy de tu confianza para que me cuentes?

—No es eso... simplemente, no quiero confundir trabajo con mi vida personal...

—Ah... —Singto rió y me lanzó un Joystick. —Vamos a jugar.

Tomé el mando y me senté a su lado en la cama, hace tiempo que no jugaba con alguien. Puso un juego de zombies en donde los dos éramos un equipo y debíamos cubrirnos las espaldas.

—¿Has jugado a este?

—En mi vida...

—Bueno, no es distinto a los demás, así que no creo que se te haga difícil.

—Será mejor que me cubras bien.

—Como tú ordenes... —Singto sonrió ladino y comenzó el juego.

De momento, iba probando para qué servían las distintas funciones y de a poco le agarré más confianza al juego hasta que ya me sentía seguro en una zona de confort.

—¡Singto atrás de ti! ¡Dispara! ¡Dispara!

—¡Eso hago, pero se me acaban las balas!

—¡Cambia el arma, idiota!

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